Por:

David Álvaro Martínez

La primera vez que oí hablar de Tao Lin fue, cómo no, por internet, a través de un artículo que la escritora y poeta Luna Miguel publicó sobre Taipei, la novela de los 50.000 dólares. Desde el primer momento, su figura y temática atrajo mi atención. Cinco años después, Vintage ha publicado Trip: Psychedelics, Alienation, and Change, el primer libro de no ficción escrito por el autor norteamericano de ascendencia taiwanesa. Fue publicado el pasado mes de mayo, y durante este tiempo ha sido recibido en redes sociales tanto con fascinación como con polémica, como ya ocurriría con su anterior novela.

Trip es el recuento de las experiencias de Lin desde 2012 a 2016 con las drogas sintéticas y los psicodélicos naturales, centrándose especialmente en estos últimos. Sin embargo, si en Taipei las drogas eran consumidas de forma despreocupada, o como mero medio para lidiar con la depresión, el aburrimiento o la ansiedad, en Trip nos encontramos con una mayor consciencia de los perjuicios y daños que estos compuestos (anfetaminas, benzodiacepinas, opiáceos o MDMA) han tenido en su vida.

Terence Kemp McKenna (Paonia, 16 de noviembre de 1946 – 3 de abril de 2000) fue un escritor, orador, filósofo, etnobotánico, psiconauta e historiador de arte estadounidense, que defendió el uso responsable de las plantas psicodélicas. Se le considera el Timothy Leary de los años 1990,1​2​ «una de las autoridades más destacadas en la fundación ontológica del chamanismo»,3​ y la «voz intelectual de la cultura rave».

La figura de Terence McKenna (1945-2000) es la influencia intelectual principal del libro, de la cual Lin se nutre para escribir sobre su recuperación de las drogas farmacéuticas. Llega a escuchar sus teorías en Youtube durante “más de treinta horas, con una intriga e interés persistente”, la misma con la que muchos han seguido los peculiares vídeos de Lin en internet.

A través de McKenna, Lin valora el uso y el potencial de psicodélicos naturales como la psilocibina, el DMT, la salvia o el cannabis, pero no para lidiar con los silencios incómodos que inundaban sus anteriores obras, sino para dejar atrás ese existencialismo hedonista y dar paso a un acercamiento hacia el misterio, el asombro, la fascinación y el sufrimiento como parte inherente de la felicidad.

De entre todas las teorías mckennianas, hay una que destaca en el libro y que Lin utiliza para su recuperación con las drogas: la visión del tiempo como una estructura fractal; es decir, como una estructura irregular e impredecible a corta escala, pero que, vista a una escala mayor, parece reproducir siempre unos mismos patrones. La caída de un imperio, una aventura amorosa, la agonía de la muerte de un protozoario…

Fumado, Lin se vuelve más operativo y curioso, sin analizarse continuamente a sí mismo. Entonces el libro empieza a escribirse bajo una estructura fractal y fragmentada, como parte de ese proceso de recuperación mckenniano.

Lin utiliza esta teoría fractal para analizar sus recaídas y malfuncionamientos mentales como “imprevistos esperados”, puesto que forman parte del pasado y, por ende, continuarán resonando en el presente. ¿Es esto realmente una solución, nos podemos preguntar, o una forma más de autoindulgencia y resignación? La respuesta parece hallarse en la propia escritura de Trip, en su dedicación y entusiasmo, ayudado eso sí por ingentes cantidades de cannabis.

Sin embargo, Lin también llega a experimentar situaciones de verdadero pánico y angustia con los psicodélicos naturales. Al tomar setas con psilocibina, por ejemplo, Lin cree haberse convertido en un alien que se ha metido dentro de su propio cuerpo. Esto le lleva a cortar los cables de su ordenador y a tirarlo a la basura, tras sentir un imperioso deseo de abandonar la sociedad y su rastro en internet.

Su episodio con el DMT está teñido también por una intensa paranoia hacia Tracy, una amiga que conoce de internet. Después de aspirar la sustancia, Lin comienza a sospechar que Tracy pueda ser una agente encubierta de la CIA, o una periodista que se ha infiltrado en su casa para recopilar información incriminatoria contra él.

Solo y en su cuarto, al probar la salvia Lin acaba sintiéndose de nuevo atrapado dentro de sí mismo, —al estilo “Cómo ser John Malkovich”— y teme que su rol en la sociedad ya no solo sea observar, sino “sentir todo aquello que le suceda”, incluyendo “comportamientos fuera de lugar en público y faux pas” que le hagan sentir “ansiedad, tedio, vergüenza y malestar”. Es a través del cannabis cuando Lin consigue desconectar de esa esfera de preocupaciones, y su monólogo interior y repetitivo cesa.

Fumado, Lin se vuelve más operativo y curioso, sin analizarse continuamente a sí mismo. Entonces el libro empieza a escribirse bajo una estructura fractal y fragmentada, como parte de ese proceso de recuperación mckenniano. El estilo narrativo de Trip recuerda por momentos al que utilizara su compatriota Kurt Vonnegut para retratar la fragmentada mente de un soldado veterano, víctima de la Segunda Guerra Mundial.

Trip es, si no una guía de autoayuda para toda una generación que arrastra estos problemas, un libro sobre una persona que intenta saber cómo ser feliz. Lin no opta por romper con las drogas, sino por cambiar de tipo entre ellas, ya que estas parecen estar tan arraigadas dentro de una parte del sector artístico norteamericano como el propio concepto de arte. Con este “cambio”, Lin da un paso de la desolación a la exploración, de lo nuevo a lo antiguo. Trip puede ser un libro que funcione, precisamente porque habla de cómo volver a funcionar de nuevo.

 

Sobre el reseñista:

David Álvaro Martinez (Sevilla, España, 1992) Filólogo, graduado en Estudios Ingleses. He colaborado con poemas en otras revistas literarias como Españolado y en antologías de poesía joven de la provincia de Huelva (Andalucía). También ha publicado artículos de literatura comparada junto a Manuel José Botero, profesor de la Universidad Complutense de Madrid.

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