Es mi primera experiencia con el autor y a decir verdad, ha sido una lectura intermitente, que cada tanto me ha llenado de pequeños sobresaltos tras la modorra producida por algunas escenas (a veces demasiado repetitivas y de tránsito lento).  Sin embargo, la grandeza de este primer libro de la trilogía «Mi lucha» de Knausgard radica en la universalidad de sus temas y de enfocarse de lleno en el tránsito que sufre su personaje, que no es otro que su alter ego «Karl Ove», quien pasa de la adolescencia a la temprana adultez.

Por:

Gianfranco Hereña

Debo decirlo así: el inicio del libro es engañoso. No porque manifieste a través de sus páginas siguientes un tema que no se vaya a tocar posteriormente (la muerte) sino debido al tono que marca desde el arranque, que confieso, me hubiese gustado oír más.

Se trata de una descripción bellísima acerca de cómo la muerte penetra el cuerpo de una persona. Es, diría, casi un manifiesto poético de cómo es que ésta va deformándolo todo en el interior del cuerpo. Pero una vez que hemos picado el anzuelo, arranca lo que varios denominan como una narración hiperrealista, llena de detalles, que se sitúa en un inicio en dos momentos muy marcados: las aventuras con Jan Vidar,  su mejor amigo y el enamoramiento con Hanne, una chica que conoce en la preparatoria.

Los sobresaltos que mencioné al inicio ocurren cuando la narración aborda el lado más humano del autor y llegan imágenes muy bien logradas como las que citaré a través de los siguientes fragmentos.

Estaba enamorado, y no se trataba de uno de esos enamoramientos menores, era uno de los grandes, de los que en la vida sólo se dan tres o quizá cuatro. Ése fue el primero, y como todo en él era nuevo, tal vez fuera el más grande de todos. Todo en mí estaba centrado en Hanne. Cuando me despertaba por las mañanas únicamente pensaba con ilusión en ir al instituto, donde estaría ella. Si no estaba, si estaba enferma o de viaje, todo sentido desaparecía inmediatamente, en esos casos el resto del día sólo se trataba de aguantar. ¿Para qué? ¿A qué estaba esperando cuando esperaba? Lo que está claro es que no se trataba de intensos abrazos o apasionados besos, porque no hubo ninguna relación en ese sentido. No, lo que esperaba con ansiedad, y lo que llenaba mi existencia era la mano que apenas me rozaba la espalda, la sonrisa que iluminaba su rostro cuando me veía o le decía algo divertido, el abrazo que nos dábamos como amigos cuando nos encontrábamos fuera del instituto. Los segundos en los que la rodeaba con mis brazos y notaba su mejilla contra la mía, el olor a ella, el champú que usaba, el suave aroma a manzana que emanaba. (P.178)

**

—Mamá y yo hemos decidido divorciarnos —dijo.

—¿Ah, sí?

—Sí, pero a ti no te va a perjudicar. No vas a notar ninguna diferencia. Además, eres ya muy mayor, dentro de dos años te irás a vivir por tu cuenta.

—Sí, es verdad —corroboré.

—¿De acuerdo? —preguntó mi padre.

—De acuerdo —contesté.

—Me olvidé de apuntar patatas. Y tal vez deberíamos comprar algo de postre. O no, déjalo. Aquí tienes el dinero. (P.192)

En estos retazos de texto, por ejemplo, vemos cómo en esos dramas cotidianos Knausgard logra una fórmula harto conocida para seguirnos guiando a través de su novela y es la derrota como protagonista de los hechos. En esa narración hiperrealista, Knausgard aborda de manera microscópica sus descubrimientos fallidos durante el sexo, las borracheras como camino para escapar de la realidad que le rodea y las amistades perdidas a lo largo del tiempo. Es imposible no leer este tipo de escenas con un suspiro de alivio y complicidad con Karl Ove.

Es verdad que a lo largo de «La muerte del padre» (no he leído aún las otras) predomina un estilo narrativo que se mantiene, no podría decir que éste funciona de igual manera con todas las historias o pequeñas anécdotas que se cuentan. Intuyo que son gustos de lector y que cada quien se identificará más con unas que con otras, pero si algo percibo en esta novela es ese aroma a derrota ajena tan agradable que es imposible no verse identificado.

Autor: Karl Ove Knausgård Título: Mi lucha I: La muerte del padre (Min Kamp. Første bok) Editorial: Anagrama Año: 2012 (2009)

 

Caso contrario ocurre en la segunda mitad del libro, donde  las experiencias giran mas bien en su estadía en Estocolmo, su vida conyugal y la noticia de que su padre ha muerto. El cambio de ritmo es evidente.

Pienso en lo que pienso, no puedo remediarlo, ¿no?

Dejé la taza en la mesa del comedor, abrí la frágil puerta y salí al balcón, donde me apoyé con los dedos tiesos en la barandilla y miré el paisaje, mientras inhalaba en los pulmones el cálido aire de verano tan lleno de fragancias de plantas, coches y ciudad. Un instante después me encontraba de nuevo en el salón, mirando a mi alrededor. ¿Debería comer algo? ¿Beber algo? ¿Salir a comprar algo?

Vagué hasta la entrada, luego hasta el dormitorio, la ancha cama sin hacer, la puerta del baño más adentro. Ducharme, pensé, eso es lo que podría hacer, estaría bien, ya que iba a salir de viaje.

Me desnudé, abrí el grifo, agua humeante, muy caliente, sobre la cabeza, chorreando por el cuerpo.

¿Y si me hiciera una paja?

No, joder, papá acababa de morir.

Muerto, muerto, papá había muerto.

Muerto, muerto, papá había muerto

(p250)

Entonces también apela a flashbacks, dotando a la novela de un carácter mucho más coral y diverso. De pronto lo vemos en escenas en las que se entera las causas de la muerte de su padre y en otras, alterna el cómo conoció a su esposa y lo que significó tener su primer hijo. Es decir, los caminos que toma el relato se abren casi como un talismán que brilla al fragmentarse en sus diferentes rumbos .

Insisto, es imposible que una novela mantenga en toda su estructura un ritmo parejo y es probable que nos encontremos con estos altibajos. Lo que sí me ha generado este primer acercamiento a la narrativa de Knausgard es la impresión de que en la aridez de su prosa uno puede llegar a esos pequeños oasis donde la imagen narrada genera un impacto de tal magnitud que es imposible sacudirse de él. Quedará en quienes lo lean la potestad de encontrar estas pequeñas cantimploras en el enorme desierto helado y noruego en el que se desarrolla esta primera entrega.

 

 

 

Un comentario para “Sobre «La muerte del padre» de Knausgard

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