(ENTREVISTA) Juan Manuel Chávez acaba de obtener un premio radial importante en México. Así, mientras la UNAM piensa hacer un compilado con su trabajo radial, él prefiere seguir adelante con «La dieta del lector» programa donde reseña obras literarias y sugiere algunas otras tendidas hacia lo clásico. En este contexto se dispone a responder las preguntas que le hicimos.
Por:
Gianfranco Hereña
Nos conocimos en la FIL del año pasado y, aunque fugaz, nuestra conversación giró en torno al tema de la promoción de la lectura en niños y adolescentes ¿Ha surgido en ti la posibilidad de trabajar en este rubro?
Sí, desde hace unos años. Seguramente recuerdas, Gianfranco, los relatos sobre esos primeros viajeros portugueses y holandeses en el África. Se cuenta que, cuando detectaron a un animal de cuatro patas y un cuerno, decidieron que estaban viendo al mitológico unicornio. Por supuesto, lo que tenían en frente era un rinoceronte.
Girando sobre esta premisa, se me ocurrió la historia de un pequeño rinoceronte que desea ser unicornio. Siendo regordete y oscuro, él aspira a ser blanquísimo y esbelto; y en la búsqueda por alcanzar esta ilusión, correrá el riesgo de extraviarse a sí mismo. El desafío para escribir esta historia para niños estuvo en dar con el tono para contarla, un tono algo juguetón para hacer malabarismo con los temas de la autoestima, el desarrollo individual y la idealización. Y también desde hace unos años quería contar una historia que funcionara gracias a las acciones que realiza un personaje adolescente, una adolescente de estos días. Por ello, decidí que la breve novela que estaba escribiendo sobre José de San Martín y sus cartas con Ramón Castilla, se ambientara no solo en el siglo XIX.
Por un lado, están los recuerdos del protector del Perú en su paso por los Andes, la proclamación de la independencia, la fundación de la biblioteca de Lima; así como su reacción ante el ofrecimiento del presidente Castilla y las dos tremendas exigencias de su última carta. Y, por otro lado y en nuestra época, las aventuras de Bianca, una escolar del distrito de Pueblo Libre que aprenderá historia para hacerle un túnel, a partir de su lectura de la correspondencia entre los dos personajes. La intermediación de esta adolescente llegará al nivel de trasladar la imagen de un San Martín, flaquísimo y de 70 años, a un barco para atravesar el océano.
Así que más que posibilidad, es la realidad de un par de ficciones que se acercan a la niñez y la adolescencia.
(…) yo estoy convencido de que, en cualquier disciplina, es fundamental la reflexión sobre lo conseguido y la identificación de los tropiezos para no caer mucho más en ellos. No solo hacer, sino repensar cómo se hizo y hasta dónde se llegó (…)
¿Cuéntame cómo es que nace “La dieta del lector” y este reciente premio que has obtenido en México?
“La dieta del lector”, que es un brevísimo espacio de Filarmonía para el comentario de libros, es producto de mi deseo de volver a la radio. La radio es como el Cusco, querido Gianfranco: si has ido alguna vez, querrás volver siempre. Como sabes, yo conduje durante tres años “La divina comedia” en Radio 11.60, que era un programa de cultura y literatura donde, sobre todo, entrevistábamos escritores. En ese entonces, yo estaba terminando mi carrera y comenzaba a trabajar en la universidad; tenía tempo. O mucho más tiempo que ahora. “La dieta del lector” se planteó, en 2014, como una oportunidad para volver a una emisora, bajo el compromiso de preparar emisiones de solo seis minutos a la semana. Razonable, pensé; a pesar de que para preparar una secuencia tan corta tengo que leer, reflexionar y anotar durante más de seis horas, no minutos.
“La dieta del lector” es un puñado de minutos que encapsula una jornada completa de trabajo en mi vida, semana tras semana. Y como tantos trabajos, tiene sus parámetros: decidí enfocarme en libros producidos en el Perú o de autores peruanos, y no solo literatura. Por esto, el brevísimo espacio en Filarmonía es mi excusa formal para leer a buen ritmo lo que estamos haciendo aquí; y conocer, también, cómo está prosperando nuestro medio editorial. Así como hay gente que se enferma los lunes para no ir a la oficina, yo me escondo de otras ocupaciones un día de cada siete para correr páginas y pegar post-it de colores. Y llegó el premio. La Universidad Autónoma de México tiene su propia emisora, que es una institución de más de medio siglo dentro de esta estupenda institución académica, y organizaron un concurso de ensayo que tuvo como tema, precisamente, la radio. Creo que lo gané por dos buenas razones: aproveché el género ensayístico para ensayar ideas un tanto frescas y líricas; y aproveché el tema de la radio para ceder a mi devoción por este medio masivo. Pienso que me dieron el primer puesto por hilar reflexiones con una prosa tan juguetona como encariñada.
Me aseguraron que la UNAM hará una producción radial con mi trabajo. Estamos a la espera.
El fragmento de «Limanerías» formó parte de la campaña Páginas Libres del Ministerio de Cultura.
El fragmento de «Limanerías» formó parte de la campaña Páginas Libres del Ministerio de Cultura.
Desde aquel lejano 2002 en que obtuviste el Copé de Plata, hasta ahora ¿Qué consideras que ha cambiado más en ti, narrativamente hablando?
A veces me pregunto lo contrario: qué es lo no cambio, qué es lo que acentúo. “Sin cobijo en Palomares” es el primer cuento que escribí, y le dediqué todas las mañanas de 2002 entre agosto y diciembre. (Todavía escribo, en largas jornadas, por las mañanas). Lo presenté el último día de ese año con el sueño de ganar el premio. ¿De qué trata? Son dos hermanos que han sido expectorados de su familia y su pueblo; su falta es amarse como se aman. Desde entonces, concibo historias sobre personas que viven desde un margen, ya sean extranjeros (el protagonista de mi novela La derrota de Pallardelle es un conquistador español extraviado en el Virreinato del Perú) o gente sumida en una forma de extrañamiento (el protagonista de mi novela Ahí va el señor G vive de espaldas a su familia y las relaciones con los demás, hasta que decide auxiliar a una desconocida: extranjera, por supuesto; y con esto, le sobreviene la tragedia). Incluso, mis exploraciones como ensayista, investigador y cronista hurgan en los temas de la migración, el viaje y el peregrinaje cultural hacia los otros. Hace unos años, me embarqué en un proyecto para comprender el idioma como un medio para la integración social.
Por ello, primero te diría que hay obsesiones y pasiones artísticas tan enraizadas que mi literatura opta por no cambiar los temas, sino explotarlos desde todas las aristas posibles, como el maíz que pones en la sartén y chisporrotea en diversas direcciones: al final es canchita, es otra cosa. Y hacia las otras direcciones, mis temas encuentran su ruta a otros subtemas como la percepción de uno mismo con relación a los demás o el paso del tiempo. Ahora, esta relativa fijación temática no implica la repetición de estrategias literarias ni la inamovilidad de mi estilo. Mi forma de escribir ha cambiado: sigo aprendiendo a decir con menos palabras lo que antes decía con tantas; no por mera economía, sino por quitarle a un árbol de otoño, que es la historia a contar, las hojas secas que le sobran; que se quede con lo vivo. Yo provengo de la ingeniería civil y escribía un poco como quien dirige la construcción de una casa: desde fuera, armaba la obra literaria sumando sus partes y dando forma a la estructura para luego hacer el revestimiento. Al final, adornaba el acabado. Ahora no.
Ahora es como si me ubicara en el terreno y en torno a mí comenzara a trabajar los cimientos y levantar las paredes. Desde dentro, inmerso en la obra como quien está metido en un sueño; que es el sueño de la ficción que voy plasmando. Mientras organizo el contenido palabra tras palabra y durante meses, tal como se distribuye el espacio para una habitación frente a otra en una construcción, también presto atención a dejar listos el marco para las ventanas y el de la puerta, con el fin de ir y venir de la realidad a mi invención para continuar haciéndola. Mientras más avanzo la obra, más sumido estoy en ella con sus dichas y sus dramas; sin embargo, con atravesar esos marcos tengo acceso a esa otra verdad que es mi entorno concreto, familiar y amical.
Llegado el día, al cabo de años de trabajo en ese libro, todo está listo y salgo por última vez. Tras de mí, cierro; y no tengo la llave. Me desalojo del sitio cuando lo concluyo; esa vivienda que construí es para los lectores, ya no mía. Un escritor de lo migrante y lo extranjero es un extraño de su propia publicación; ahí es cuando llego a otro terreno donde edificar. Así que, como lo que acabo de contar, hay aspectos que han cambiado, y siento que profundamente. Diría que he crecido, y busco seguir haciéndolo.
Estás a punto de iniciar un seminario acerca de cómo escribir una novela ¿Cómo te complementa esto como autor?
Dado que he terminado recién la historia del rinoceronte y la de Bianca con José de San Martín; además de otra novela de latinoamericanos en Europa, tengo acumuladas y hasta atropelladas entre sí las experiencias de como afronté la escritura de cada uno de estos libros: estilo y voces, estructura, protagonistas, personajes secundarios, figurantes, tiempo, espacio, técnicas empleadas, fuentes de investigación, sistematización de lecturas y vivencias; mucho más. Dictar el seminario es una oportunidad para organizar lo que hice y vislumbrarlo como un método flexible, con sus propias estrategias, para enfrentar problemas narrativos y dar con soluciones persuasivas, capaces de conmocionar al lector.
Entiendo tu pregunta, Gianfranco, no en función de los participantes del seminario, quienes saldrán enriquecidos por el tratamiento de los temas y el debate sobre sus ficciones; sino en línea de como me enriquezco yo al impartirlo. El seminario sobre cómo escribir una novela es una oportunidad para retroalimentarme, luego de haber concluido la escritura de tres libros. Mi ocasión de autor para evaluar y valorar lo realizado, aunque con el enfoque de compartirlo con otros ¿Sabes?, yo estoy convencido de que, en cualquier disciplina, es fundamental la reflexión sobre lo conseguido y la identificación de los tropiezos para no caer mucho más en ellos. No solo hacer, sino repensar cómo se hizo y hasta dónde se llegó. Hablaba hace un rato de mi crecimiento como escritor, pues impartir este seminario en la Escuela de Edición de Lima es poner el acelerador en este proceso.
Leer y escribir van de la mano. ¿Qué andas leyendo últimamente y qué proyectos tienes a futuro?
Como le pasa a muchos, ando leyendo en diferentes estratos de interés. Leo los materiales que necesito para la tesis doctoral (por ejemplo, Imaginar la nación de J. L. Rénique), leo una novedad internacional para mi columna en la revista “SoHo” y otra, peruana, para “La dieta del lector”. Pero, sobre todo, releo pasajes; vuelvo a páginas que me deslumbraron. Ahora estoy otra vez con En casa. Una breve historia de la vida privada de Bill Bryson y una antología del poeta José Hierro, publicada por Visor.
Los proyectos a futuro, querido Gianfranco, son humildemente estimulantes para mí: que se lancen al público el libro sobre las cartas de San Martín y el del rinoceronte; además, que esté lista la edición de mi novela sobre los latinoamericanos. Es un libro al que le tengo cariño porque cierra una etapa de mi vida en Europa; y me valgo de las carencias que pasé, los viajes, las fronteras del idioma y más de una derrota para inventar la ficción.
Siento que esa novela es la escritura de un testigo en medio de una crisis global, un planeta que comienza a detonar por muchos sitios como si la sociedad fueran volcanes que estallan; y este testigo está sumergido en la ola, con sus propias cuestiones. Es una historia de amor en la amistad, pero que incuba una historia de maldad. Tres personajes que se pueden ir adorando y, tras ellos, uno más, que se apropia de la vivencias ajenas. Una mirada al arte, desde su ruindad.
A futuro, seguir en la narrativa como hasta ahora. Son quince años ya, desde el 2001, en que terminé el primer capítulo de La derrota de Pallardelle, la novela con que todo comenzó; la historia por la que dejé una carrera de ingeniero para hacer de un sueño juvenil esta realidad: escribir.
*El dato*
Quienes estén interesados en llevar el taller de novelas con Juan Manuel Chávez, pueden visitar el siguiente link.
Sobre el autor:
Juan Manuel Chávez (Lima, 1976) Tiene publicadas dos novelas: La derrota de Pallardelle (obtuvo en 2003 la primera mención del Concurso Nacional de Novela “Federico Villareal”) y Ahí va el señor G (seleccionada en 2009 por la revista Ínsula de España para su valoración de novelas híbridas, junto a obras de Magris, Coetzee, Vila-Matas, entre otros). Y este año ha concluido otra; además de una nouvelle, que trae el siglo XIX a nuestro siglo, y una historia para niños. Estas tres novedades de su narrativa se lanzarán en los próximos doce meses y son el impulso para que el autor vuelva a dictar un taller literario, en el cual volcará su experiencia global de la escritura.
Candidato a doctor en Lenguas, Literaturas, Cultura y sus aplicaciones por la Universidad de Valencia y la Politécnica de Valencia, máster en Derechos Humanos, diplomado en Docencia en Educación Superior y licenciado en Literatura. Ha publicado en revistas y portales de Perú, Argentina, Centroamérica, España y EE. UU. A su vez, su obra figura en antologías como Estática doméstica de México, Denominación de origen. Perú de Colombia y La mujer en el arte del Ayuntamiento de Valencia; así como en las más importantes compilaciones peruanas (El fin de algo. Antología del nuevo cuento peruano 2001-2015, El Cuento Peruano 2001-2010, Disidentes, 17 fantásticos cuentos peruanos, etc.).
Ha dictado talleres y conferencias en la Freie Universität Berlin, Universidad Autónoma de Madrid, Università degli Studi di Urbino, Université Paris-Sorbonne, Universidad de Chile, Universidad Externado de Colombia, la Scuola Holden de escritores en Turín, entre otras. Dirigió el programa de arte y cultura “La divina comedia” por 11.60 Radio Noticias y, ahora, la secuencia sobre libros “La dieta del lector” por Radio Filarmonía. Acaba de recibir el premio de ensayo “Las voces y el mundo: la radio” (2016) de la Universidad Autónoma de México. Tiene a su cargo una columna en la revista SoHo.
Foto: Rosalí León