Por:

Gianfranco Hereña

«Al fin el hombre bala» compila 19 relatos de diversa magnitud. Aún así, me imagino, quedaron afuera otros tantos ¿Qué fue lo que más pesó a la hora de hacer la selección final?

Creo que lo importante aquí es que la primera versión de casi todos estos cuentos la escribí hace bastantes años; nunca me parecían listos y me la pasaba haciéndoles cambios y los relatos que no me convencían los iba borrando. Me gusta eliminar los cuentos que me parecen irreparables o que dejan de interesarme; me siento más ligero y a la vez más enfocado en los demás. Cuando al fin me decidí a publicar estos cuentos, ya tenía años trabajándolos como conjunto; probablemente por eso no quedaron muchos fuera de la selección, solo cuentos muy cortos (de una cara o dos): uno ambientado en otro siglo, dos en que jugaba con mitología y otro que al final quité porque el tema ya no me interesaba -este sí no lo borré. En resumen, son cuentos que vienen acompañándose hace mucho rato.

Muchos podemos sentirnos identificados en parte como «El mago Benítez», que por solucionar un problema termina inmolándose por una causa que finalmente no llega a ver. Desde tu perspectiva, ¿Ser escritor es, en parte, convertirse en un hombre bala?

No, al menos, sin forzar mucho la comparación. El escritor escribe solo (aunque escriba en la combi). Su trabajo es muy distinto al vuelo público del hombre bala (los ojos que lo siguen, el suspenso y ese tipo de cosas). El escritor que, a su manera, se inmola «por una causa que finalmente no llega a ver» (que los ha habido), no suele tener espectadores.

 

Una historia se puede sostener muy bien sin que los personajes den algún paso (o se zafen de la situación en la que están).

En el cuento «Esos dedos», algo que llamó mi atención fueron dos cosas. La primera, el tratamiento de la segunda persona, bastante natural. Lo segundo, la forma de abordar una crisis matrimonial cuya mejor solución, parece, es continuar como se estaba antes ¿Cuál es la frontera entre dar un paso y no darlo nunca?

Ese es el único cuento basado en una historia real. A la larga (después de que escribí la primera versión de mi cuento), la pareja se separó y su historia se volvió mucho más delirante, más inverosímil. La pareja de mi cuento nunca da ese paso (sabiendo lo que pasó después, creo que le hice un favor).
Por otra parte, para un cuento (que no se quede en puras fórmulas) no debería haber ninguna diferencia entre dar un paso y no darlo nunca. Una historia se puede sostener muy bien sin que los personajes den algún paso (o se zafen de la situación en la que están).

Uno de los aspectos más resaltantes del libro es el mantenimiento de un ritmo pese a la versatilidad de los relatos ¿Cómo concebiste las historias para que guardaran cierta armonía?

Aquí vuelvo a la respuesta de la primera pregunta. Los cuentos los fui puliendo en paralelo, por eso no es raro que (inintencionadamente, de verdad) hayan resultado con esa armonía.

¿Qué andas leyendo ahora?
«Pinturas de Guerra» de Ángel de la Calle y «The Art of Charlie Chan Hock Chye», de Sonny Liew; dos «novelas gráficas» muy buenas, al menos hasta donde voy.

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