Por:

Gianfranco Hereña

Para hablar de esta historia es necesario remontarnos a finales de los años 20 en Estados Unidos. La Gran Depresión golpeaba a todo el país pero solía ser aún más cruel con los migrantes. Los Chinaski (familia alter ego del buen Buk), viven en un barrio que de pronto se ve sorprendido por el golpe económico y es en ese lugar donde Hank, el protagonista, desarrolla sus aventuras de adolescencia. Extranjero, solitario y con un problema de acné severo que él mismo describe como una «desfiguración» de rostro, la única manera de soportar las burlas es a golpes.

Aún cuando él trata de evitar pelearse, las palizas se las da su padre cuando no realiza una determinada tarea doméstica. Es decir, crece entre dos fuegos que no hacen sino carbonizarlo de ira. A partir de ahí podemos decir que «La senda del perdedor» es un título más que acertado, ya que raras veces el personaje manifiesta algún tipo de felicidad.

No voy a spoilear mucho, pero sí hay un punto de quiebre en el relato en el cual uno siente hasta cierta compasión por él. Siendo extranjero, marginado y venido a menos, el único amigo que hace en el barrio es un lisiado. Este lisiado juega a la pelota con Hank. Comparten la misma afición por el béisbol y cuando todo parece ir bien, desaparece. No deja rastro alguno de su paradero. No nos dicen por qué, pero se asume que el dinero se le acabó a esa familia y decidieron mudarse, como también se empiezan a mudar varios de los vecinos. El temor por mantener las apariencias es tanto, que el padre de Hank pierde el trabajo pero sigue vistiendo en traje y levantándose temprano, todo con tal de que nadie note que perdió el empleo. 

Resaltemos que éste cóctel miserable de pobreza sumada a crisis política recrea, en cierto modo, el escenario perfecto para que Bukowski de rienda suelta a situaciones que más allá de poseer un carácter autobiográfico, son en realidad las que más le acomodan. Para mí, personalmente, resulta imposible de desligar de algunos relatos independientes como «Hijo de Satanás» (Léelo aquí), que me parece un buen antecedente si se quiere entrar en ese universo marginal que tanto lo caracteriza.  Más que recomendable.

 

 

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