Autor: César Nieri
Editorial: Elepé, 2012
Por :
Gianfranco Hereña
De pronto, nos subimos a un auto rojo y aspiramos la brisa del mar. Es de noche. Ante nuestros ojos aparece un niño que se pinta bigotes con crayón púrpura nostalgia y escribe poemas imitando a su abuelo, un señor que le hacía odas a las cucharas y que no llegó a conocer jamás. Impávidos, intentamos recobrar el aliento aspirando el aroma de la niñez y al exhalar, una fuga de recuerdos queda impregnada en el ambiente.
Nieri hace las veces de artesano y talla sin resquemores un edificio de palabras sólidamente unidas. El poemario junta las voces internas de quien lo escribe y logra transportar esencias muy personales al lector. Son como fotografías en las que poco a poco se nos van revelando negativos que nos dan a conocer su mundo interior.
Debo reconocer mi más absoluta identificación con algunas de las partes. Por ejemplo, aquella que habla de un grupo de insomnes amigos que buscan el estrellato en una banda de rock o aquel en el que escribir se transforma en un bozal contra el alma.
Esta bitácora de anécdotas transformadas en poesía dan mucho que hablar sobre la capacidad real que tiene el autor.
Cada poema bien podría conformar un cuento o una novela, pero el golpe de la poesía es tan eficaz que cualquier otra forma literaria echaría a perder esta gran variedad de imágenes. Con ello, no me queda sino firmar lo dicho en la contratapa por Raúl Heraud: una voz fresca y auténtica. A ello agrego la palabra «nostálgica» y, por qué no, también una lágrima de esperanza sobre cada página leída.
Entrevista al autor: