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Autor: Braulio Muñoz
Editorial: Fondo Editorial Nuevo Chimbote-Estruendomudo, 2014

(RESEÑA) Edilberto Isaac Peres-Benayón siempre quiso ser escritor, pero postergó sus aspiraciones literarias a favor de lo que se esperaba de él. Se convirtió en capitán de la Marina y trabajó para el Servicio de Inteligencia contra el terrorismo. En 2005, retirado y atormentado por el «zumbido sedoso» de sus demonios, emprende la tarea de reconstruir la historia de su familia, en especial la de su hermano mayor, Benjamín Elías, pieza clave en los movimientos subversivos del Perú de mediados de los ochenta. 

Por:
Gabriel Canessa

La trama está tejida por diferentes voces (algunas cercanas a la familia Peres-Benayón, otras ajenas y las del propio Benjamín), a partir de testimonios que Edilberto recogió en 1985, además de documentos y grabaciones que recopiló para un informe de inteligencia durante esa época. Esta saga familiar, ligada a las circunstancias políticas y sociales del Perú, se remonta a los primeros años del siglo XX,  enfatiza en las luchas sindicales de los años sesenta en el puerto de Chimbote y tiene a esta ciudad y Lima como sus principales escenarios.

La novela de Braulio Muñoz (Chimbote, 1946) posee diferentes niveles narrativos: tenemos al narrador equisciente que aparece sólo cuando se enumeran las horas del día en que Edilberto escribe sus libros encadenados, las voces de los personajes —cada una con su particular punto de vista sobre los hechos— que parten como líneas de diálogo y continúan en la historia  que Edilberto dispone a manera de mosaico (saltos en el tiempo y el espacio cuya unidad se aprecia a la distancia), y la voz del propio Edilberto que interviene en cursivas como narrador-protagonista mientras escucha los testimonios. Estos elementos metaficcionales lejos de distraer la atención del lector, refuerzan la verosimilitud de la ficción e invitan a una lectura activa. Destacan las voces de su hermano Benjamín, protagonista principal de la novela, y la de un amigo de juventud de este, un subversivo con el alias de «comandante Rojas»; sus versiones se entrecruzan a lo largo de las páginas hasta converger en el desenlace.

Edilberto acomete la empresa de darle un sentido a su pasado, al de su familia; más que la reconstrucción de los hechos, busca una justificación de las circunstancias que le tocaron. Él, el hijo que tuvo que compensar las decepciones que provocó su hermano mayor, el «misha» descarriado y andariego. Él, que se amoldó a las exigencias y se convirtió en el hijo modelo porque no pudo ser el hijo preferido. Ve en su hermano Benjamín a un resentido, a pesar de que su condición de cholo siempre estuvo blindada por su posición acomodada, que desaprovechó todas sus cartas por sentimientos pasionales disfrazados de ideología. Estos prejuicios se transforman en una visión más noble de su hermano y sus motivaciones a medida que Edilberto avanza en esta exploración que apela a la memoria de un colectivo para llenar los espacios vacíos; una demostración de que —en ciertos casos— la variedad de fuentes no recrea mejor los hechos, sino que configura una versión distinta de ficción.

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