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(ENTREVISTA) Tras haber publicado «Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre», Sergio Galarza continúa su rutina y conversa con clientes de la librería para la cual trabaja. En medio de ese ajetreo se da un tiempo y se somete a #Las5cortas. Aquí sus respuestas.

Por:

Gianfranco Hereña

 

¿Qué tanto consideras que has cambiado desde aquel lejano 1996 en que publicaste «Matacabros» hasta «Una canción de Bob Dylan en la agenda de mi madre», tu última publicación?

Creo que un escritor que madura se va haciendo cada vez más conciente del lenguaje, que es su vehículo de expresión, y aprende a trabajar en aspectos que antes consideraba sólo estéticos como es la sonoridad de las palabras, pero que forman parte de un todo, porque la elección de una palabra también es una decisión ética. Pienso en mi primer libro que nacía del arrebato, eran cuentos punks y rockeros, cuando yo en el fondo siempre he sido un tipo que ha escuchado más folk que otra cosa. De niño era la música folklórica de los andes que sintonizaban mi abuelo y mis viejos y de adolescente el folk americano que llega por medio de Bob Dylan y Neil Young. En Matacabros domina el espíritu de lo precario, con pocas lecturas y más ganas que conocimiento escribí un libro que consideraba necesario para dar voz a jóvenes como yo. Ha pasado el tiempo y ahora escribo alimentado por una biblioteca muy diversa donde, sin embargo, predominan las historias de aprendizaje y de padres e hijos. Sigo escribiendo por arrebato, de pronto hay algo dentro de mí que pide salir, pero hasta que no lo siento maduro no me pongo a escribir. Esto porque escribo sin un plan en la mesa, no hago croquis ni pego papelitos en un corcho. Y sé que puede sonar contradictorio eso de contener un arrebato, pero es ahí donde nace el impulso, cuando algo me produce una rabia profunda o llega un recuerdo oscuro que me persigue.
Muy aparte de esta relación del protagonista con su madre, que de por sí es muy fuerte, en una entrevista pasada mencionaste que a ti, como autor y futbolista amateur, ella también representó una influencia bastante importante, cuéntanos un poco de eso, porque de pronto se me viene a la mente una imagen tuya, en el booktrailer, corriendo detrás de una pelota con el uniforme del San Agustín…

No todos tenemos la suerte de que nuestros viejos sean lectores o de tener hermanos mayores con una buena colección de música. En ese sentido el camino estaba allanado para mí. Mi vieja había armado una biblioteca interesante que yo luego aproveché. Además era una persona abierta, tolerante y seria. Esto último podía prestarse a la confusión, porque al tener un expresión dura alguien podía pensar que era una mujer conservadora, y nada más alejado de la realidad. Gracias a su carácter yo tuve libertad para elegir mis pasiones, el fútbol en primer lugar y luego la literatura, aunque al momento de estudiar en la universidad sí que entramos en conflicto. Uno busca formas de expresión a lo largo de la vida y yo quería sentirme un ganador, por eso jugaba al fútbol. Ahora que tengo casi cuarenta años, ganar un partido me provoca más la alegría de haber hecho un buen trabajo de equipo y ver contentos a mis patas. La literatura también tiene mucho de egocéntrico. Hay autores que buscan el respeto sólo a través del reconocimiento. Para mí es más importante quedarme satisfecho con el proceso de corrección, donde uno tiene que ser capaz de reconocer errores en la concepción de una obra y decidir si es publicable o no. El problema con varios escritores es que publican todo lo que se les ocurre. Para esas ocurrencias está facebook. La literatura es un asunto más complejo y requiere unos filtros exigentes. Mi vieja corregía sus escritos de abogada hasta que estaban afinados al cien por ciento para ganar el proceso. Eso es el ejemplo que tengo ahora cuando me siento a escribir.

¿Puede llegar el fútbol a ser una metáfora en varios sentidos?

Ya casi no pienso en los torneos de fútbol como antes que vivía pendiente de varios torneos a la vez. Apenas veo partidos y juego cuando puedo. Me gusta más jugar. El mundo del fútbol profesional me parece un espectáculo para ricos. Aquí en España las entradas son caras si quieres ver un clásico o un partido importante, eso lo aleja de los hinchas normales, de la clase trabajadora que ve en el deporte una distracción merecida. Ahora veo el fútbol desde un punto de vista social. La temporada pasada un jugador del Betis estuvo acusado por violencia machista, pero la tribuna, lejos de pifiarlo, alabó su conducta. Esto dice mucho de la sociedad y de los ídolos que crea en cada campo. Estamos viendo en España que los jugadores evaden impuestos, y aunque no tienen ninguna función social, son millones los que los admiran y los siguen y los imitan en su apariencia y me temo que se preguntan por qué ellos no pueden hacer las mismas pendejadas que sus ídolos.

El problema con varios escritores es que publican todo lo que se les ocurre. Para esas ocurrencias está facebook. La literatura es un asunto más complejo y requiere unos filtros exigentes.

Desde hace tiempo vienes radicando en España y ejerciendo como librero; posteas sobre pedidos inusuales y clientes que a veces te sacan de quicio ¿Cómo fue que llegaste a ese empleo y cómo desde tu experiencia como autor y lector has llegado a dominar tu lado crítico hacia ellos? ¿Se los haces notar?

Sólo soy un empleado de una gran cadena, pero si llega un cliente interesado en algún tema que yo conozco intento sacar mis recomendaciones. Esto es raro, no pasa todos los días, quizás una vez a la semana o menos. Es el problema de trabajar para un gran cadena, un supermercado de libros, no una librería especializada donde el mismo librero elige lo que quiere vender.

En «Cuentos para búfalos» hay un relato cuya trama gira en torno a un chico claramente marcado por la política que ejercía su padre ¿Cómo fue en caso tuyo y cómo tratas de llevar el tema con tu hijo?

Mis mellizos son pequeños aún, pero sé que los educaré como personas solidarias y tolerantes que sepan respetar a los que son diferentes, a los pobres, a los débiles. Está expandiéndose la idea de que los pobres son pobres porque quieren. Hay pobres porque no todos tenemos las mismas oportunidades y los Estados no brindan la educación de calidad que todos necesitan. ¿Por qué debe ser el Estado el que dé esas oportunidades? Porque un Estado con ciudadanos bien formados y capaces de pensar es un Estado fuerte, todo lo contrario de lo que los gobernantes creen. Una masa crítica es un pueblo que sabe elegir y distingue entre la corrupción y el progreso.

Bonus track

¿Qué andas leyendo últimamente?

Acabo de terminar Paciencia de Daniel Clowes, una historia que me ha ayudado a aclarar mis ideas sobre los miserables y la bondad de quienes ocultan sus miserias para ayudar. El respeto de Richard Sennet. Nuevos juguetes para la guerra fría de Juan Manuel Robles, una novela sólida y que logra emocionar con detalles como los de las huellas dactilares. Elogio de la calvicie de Sinesio de Cirene. Y cuentos para niños por montones, con canciones que me canto a mí mismo todas las mañanas y en el trabajo.

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