Autor: Óscar Gallegos Santiago
Editorial: Micrópolis, 2015
(RESEÑA) » (…) En comparación con otros países latinoamericanos, la minificción contaba todavía, hasta 2006, con un número reducido de seguidores y quise preguntarme el porqué de esta presencia tan limitada (…)
Por:
Giovanna Minardi (Universidad de Palermo, Italia).
Me da mucho gusto escribir estas palabras no solo porque Óscar Gallegos declara en su introducción que mi antologia —Breves, brevísimos. Antología de la minificción peruana (2006)— ha sido “un verdadero descubrimiento, ya que hasta la fecha solo había encontrado libros de minificciones de autores consagrados en el género (Monterroso, Arreola, Cortázar), y no había leído una sola antología hispanoamericana que incluyese minificciones de algún escritor nacional”, sino porque su estudio, junto con otros que han salido en estos últimos años en el Perú por parte de estudiosos peruanos, desmienten lo que escribí en mi antología en 2006, partiendo de la siguiente reflexión de Harry Belevan:
Que sea apenas Loayza o unos pocos más, lo cierto es que la escasez del minicuento es una realidad de nuestra narrativa […] en el Perú, esta modalidad de escribir y narrar constituye, hasta más que una anotación marginal, apenas una observación de pie de página dentro de nuestra corriente literaria, teniendo así, como inexorable corolario, la casi nula atención que ha merecido de la crítica especializada como una modalidad expresiva, singular y autónoma, dentro de la narrativa nacional[1].
En realidad, dentro del panorama literario peruano existían trazas de minificción, visibles en la tradición oral anónima, la tradición como género acuñado por Ricardo Palma, la crónica del siglo XIX y la producción cuentística de algunos narradores del siglo XX. Sin embargo, en comparación con otros países latinoamericanos, la minificción contaba todavía, hasta 2006, con un número reducido de seguidores y quise preguntarme el porqué de esta presencia tan limitada. No tenía una respuesta explicativa, solo la hipótesis de que, por su hibridez, esta modalidad requiere de un lector preparado y exigente, y, por consecuencia, no es fácil colocarla dentro de un proyecto editorial ni en el mercado literario o porque, como me escribió el escritor Armando Arteaga, “los peruanos son barrocos, pomposos y retóricos, y no tienen capacidad para la síntesis”[2].
Que sea apenas Loayza o unos pocos más, lo cierto es que la escasez del minicuento es una realidad de nuestra narrativa […]
No pensaba que mi antología iba a representar un reto para autores jóvenes y para estudiosos académicos. Hoy en día se puede decir que la minificción ha entrado a ser parte de la labor literaria peruana contemporánea, a nivel teórico y práctico. Como sostiene Óscar Gallegos, no siempre se puede hablar de microrrelatos, pues algunas minificciones se acercan a otras clases textuales que, en mayor o menor medida, participan de su misma característica: el poema en prosa, la crónica periodística, la anotación, el aforismo, la greguería, etc.; una “literatura de frontera”, que cuestiona una visión conservadora, jerarquizada del Centro, a favor de una concepción ex-céntrica, desestabilizadora de toda práctica cultural; “un acto contestatario”, en resumidas cuentas, que abre nuevas posibilidades expresivas. Se manifiesta una evidente preocupación por el lenguaje, la elección de la palabra justa, exacta, una prosa sencilla pero ingeniosa, que determina la polivalencia y polifonía del minitexto.
En 2006 terminaba mi breve introducción con estas palabras: “creo que en este país se está abriendo un nuevo camino, un camino que, seguramente, traerá muy buenos resultados”. Hoy estoy muy contenta de que estos nuevos frutos ya están maduros, y entre ellos, el trabajo El microrrelato peruano. Teoría e historia, de Óscar Gallegos Santiago, quien escribe que “son dos las razones principales que me impulsaron a escribir esta tesis. Por un lado, el amor y aprecio a esta forma literaria relativamente nueva que, en un cuerpo textual mínimo, puede encerrar todo un mundo ficcional de calidad estética; y, por otro lado, la intención de introducir en los Estudios Literarios Peruanos esta categoría genérica para su investigación, reflexión o debate dentro de las formas narrativas”.
Enhorabuena a Óscar por su valiosa contribución al desarrollo del microrrelato en el Perú.
[1] Harry Belevan, “Brevísima introducción al cuento breve”, Quehacer, 104, noviembre-diciembre de 1996, p. 99.
[2] Giovanna Minardi, Breves, brevísimos. Antología de la minificción peruana, Lima, El Santo Oficio, 2006, p. 22.