(ENTREVISTA) Más de una vez me he topado con sus publicaciones en redes sociales. Cientos de likes y comentarios a favor, incluso a veces rebotes en algún medio. Es cierto que todo ello no avala necesariamente la calidad literaria. Sin embargo, a Pierre Castro lo conocía desde la publicación de Orientación Vocacional (Paracaídas 2015) y más allá de descubrir a un autor cuyo talento para narrar era indiscutible, se me planteó una curiosidad profesional respecto a sus posts ¿Qué tanta influencia puede tener la escuela como escenario para la ficción literaria? Por eso lo invité a participar de #Las5cortas. Aquí sus respuestas.
Por:
Gianfranco Hereña
Constantemente vemos que publicas sobre temas relacionados a la educación. Es más, tu libro de cuentos aborda el tema ¿Cómo es que finalmente la literatura podría encontrar en ella un punto de quiebre para generar ficciones?
No creo que yo haya escrito sobre la educación sino de lo que hacíamos cuando el profe no estaba mirándonos. En realidad creo que la literatura puede encontrar un punto de partida en cualquier tema. Kafka parte de un insecto y escribe una novela sobre la condición humana. En mi caso, creo que la educación me gusta para postear cosas divertidas de las cosas que hacen mis alumnos, pero no creo que escriba un libro sobre ello porque no es un tema que me obsesione. Me gustan más otros temas como, no sé, la infancia perdida, el acercamiento al amor y esas pendejadas.
Ser profesor de literatura es una tarea complicada. Más aún, si se lucha contra el Plan Lector y sus deficiencias ¿Cómo has lidiado con eso? ¿Qué lecturas has introducido para refrescar ese panorama?
Lo único que yo les mando a leer son cosas que a mí me han gustado y que me removieron el cerebro cuando era chibolo. Por ejemplo, «La senda del perdedor» de Bukowski, «Fahrenheit 451» de Bradbury, «Desayuno en Tiffany’s» de Capote, «El club de la pelea de Palahniuk», «El perfume de Süskind» o incluso cosas mucho más actuales y divertidas como «Más respeto que soy tu madre» de Casciari, que antes era un blog, un formato que ellos conocen y con el que se sienten más familiarizados. Quiero que dejen de pensar que la literatura es monse porque mi curso dura solo 4 meses ¿Y luego? Yo quiero que cuando se vayan sigan leyendo y buscando más libros.
«(…)una vez les pedí que contaran una historia relacionada con comida y resultó que como media docena de alumnos contaban la historia de un pollo, un conejo o un cuy que habían tenido de niños y que sus papás se los habían cocinado y ellos habían comido sin darse cuenta. Parece que es una historia bastante frecuente en la infancia de los peruanos (risas)».
Suele ocurrir que algunos alumnos terminan la clase pidiendo que les recomiendes alguna lectura ¿Ha sido ese tu caso? ¿Cómo tratar de no marchitar las ganas de leer de ese chico?
Claro, pero no solo yo les recomiendo libros y películas sino que ellos también me recomiendan cosas. Hace un par de ciclos un alumno me regaló 2001 Una odisea espacial de Arthur C. Clarke y fue uno de los mejores libros que leí ese año.
Uno de los cuentos más logrados de Orientación Vocacional es el de Maicol, una cicatriz profunda hecha durante la infancia y que luego puede generar repercusiones ¿Te has topado con el relato de algún alumno que tenga esa impronta?
Sí, justo hablando de gallitos, una vez les pedí que contaran una historia relacionada con comida y resultó que como media docena de alumnos contaban la historia de un pollo, un conejo o un cuy que habían tenido de niños y que sus papás se los habían cocinado y ellos habían comido sin darse cuenta. Parece que es una historia bastante frecuente en la infancia de los peruanos (risas).
¿Hay algo que recuerdes de adolescente y haya marcado tu camino a la escritura? Digamos, algún hecho que te haya llevado a escribir o por lo menos fantasear con la idea de dedicarte a esto durante el resto de tu vida…
Mil cosas. La máquina de escribir de mi abuela. La colección de libros de aventuras de mi otra abuela. Las historias de amores fallidos de mi tío Héctor y también sus chistes eróticos que yo iba y contaba en el cole. La pantalla azul del wordperfect que era mi novia fiel los fines de semana. Y sobre todo, el desarraigo. El haber tenido que dejar a mi viejo y a mis amigos en Talara cuando tenía 13 años para venirme a Lima a un colegio nuevo fue como desembarcar en el nuevo mundo. Todo era nuevo y terrible y maravilloso y alguien tenía que registrarlo como un cronista. Así que me convertí en uno.
*Puedes leer la reseña a Orientación Vocacional haciendo clic aquí.