«Era extraño que, hasta Jane Austen, todos los personajes femeninos importantes de la literatura no sólo hubieran sido vistos exclusivamente por el otro sexo, sino desde el punto de vista de su relación con el otro sexo. Y ésta es una parte tan pequeña de la vida de una mujer… Y qué poco puede un hombre saber siquiera de esto observándolo a través de las gafas negras o rosadas que la sexualidad le coloca sobre la nariz. De ahí, quizá, la naturaleza peculiar de la mujer en la literatura; los sorprendentes extremos de su belleza y su horror; su alternar entre una bondad celestial y una depravación infernal. Porque así es cómo la veía un enamorado, según su amor crecía o menguaba, según era un amor feliz o desgraciado. Esto no se aplica a las novelas del siglo diecinueve, naturalmente. La mujer adquiere entonces más matices, se hace complicada. De hecho, quizá fue el deseo de escribir sobre las mujeres lo que impulsó a los hombres a abandonar gradualmente el teatro poético, que con su violencia podía hacer poco uso de ellas, y a inventar la novela como receptáculo más adecuado. Aun así, es evidente, hasta en la obra de Proust, que a los hombres les cuesta mucho conocer a la mujer y la miran con parcialidad, tal como les ocurre a las mujeres con los hombres

Además, proseguí, volviendo de nuevo los ojos hacia la página, se está viendo cada vez más claramente que las mujeres tienen, como los hombres, otros intereses, aparte de los intereses perennes de la domesticidad. «A Chloe le gustaba Olivia. Compartían un laboratorio…». Seguí leyendo y descubrí que estas dos jóvenes se ocupaban de machacar hígado, que es, según parece, una cura para la anemia perniciosa; aunque una de ellas estaba casada y tenía —no creo equivocarme— dos niños de corta edad. Ahora bien, todo esto antes se tuvo que dejar de lado, naturalmente, y el espléndido retrato literario de la mujer resulta extremadamente sencillo y monótono. Supongamos, por ejemplo, que en la literatura se presentara a los hombres sólo como los amantes de mujeres y nunca como los amigos de hombres, como soldados, pensadores, soñadores; ¡qué pocos papeles podrían desempeñar en las tragedias de Shakespeare! ¡Cómo sufriría la literatura!

Tomado de: Una habitación propia- Virginia Woolf 

Un comentario para “Virginia Woolf sobre las mujeres en la literatura

  1. Resulta interesante descubrir que una escritora como Virginia Woolf adolesce de una increíble inocencia en esta su exposición sobre las mujeres descriptas por hombres, o mejor dicho por escritores. Si uno observa la relación, las enormes diferencias de los géneros en los animales, se encuentra con que el macho es mucho más llamativo, con capacidades de todo tipo mucho más pronunciadas, como por ejemplo los gallos y las gallinas, o más aún, los pavos y las pavitas, ellos tam emperifollados, tan vocales, y ellas, sobre todo las pavitas, realmente muy pavotas, haciendo unos cuics discretícimos, al lado de sus compañeros que de tanto en tanto se mandan sentencias bastante estruendosas.
    Personalmente me llamó siempre la atención de lo requetevestidos de traje y corbata de los hombres al lado de las mujeres prácticamente desnudas de la cintura para arriba, en las gélidas noches de fiesta en invierno. ¿Por qué? ¿A qué obedece esta moda extraordinaria?
    Por otro lado es cierto que los hombres son más directos, tal vez más francos, que las mujeres que se las arreglan para complicar, darle vueltas a las cosas más sencillas. Hasta la llegada del siglo 20, se hablaba de los vapores de las damas y otros sufrimientos misteriosos. Es muy cierto que las hembras soportan cambios de temperatura, o pérdidas de sangre, en su condición femenina de aparte de ser un ser animado está siempre acondicionada para engendrar descendencia. En cambio en los machos estas condiciones no parecen afectarlos. El hecho sí de estar fabricando sin parar espermatozoides, no parece molestarlos en sus actividades diarias, fuera tal vez de sentirse atraídos por el sexo opuesto y con excepción de ciertos pájaros, serle infiel a su compañera habitual.

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