Por:

Gianfranco Hereña

El estadio luce un marco espectacular. Perú, de local, enfrenta a la Argentina en un partido válido por la Copa Cervantes. Miles de hinchas corean a viva voz los nombres de sus ídolos. En tribuna norte, los muchachos de ‘La Nóbel’ han dispuesto una enorme banderola  con la inscripción <<Vargas Llosa y diez más>> mientras en oriente y occidente se comenta  la posible alineación que el «profe» Gonzáles Prada dispondrá sobre el campo.

En el Centro de Lima también se juega un partido aparte. Cientos de mercanchifles disponen del merchandising necesario para la ocasión; camisetas con la ‘10’ de Vallejo, gafas de plástico para emular un look intelectual y para los ‘tránsfugas’, afiches de Pizarnik y las versiones reducidas de los cuentos de Cortázar.

Por tratarse de un encuentro de alto riesgo, la Confederación Literaria Mundial ha visto conveniente que el árbitro sea europeo. El internacional Franz Kafka, de nacionalidad checa, ha sido designado para arbitrar en este partido que promete emociones y vértigo de principio a fin.

El equipo argentino salta al terreno de juego en medio de silbidos. No presenta variantes. Siempre cauto, el estratega porteño Jorge Luis Borges ha decidido mantener su dupla ofensiva  piloteada por Cortázar y Sábato. Perú tampoco presenta novedades. Perú va con Eielson en el arco. Línea de cuatro; Arguedas, Reynoso, Heraud y Santos Chocano. Cuatro volantes mixtos; Blanca Varela, Abraham Valdelomar, César Vallejo y «El flaco» Ribeyro. Arriba, la delantera capitaneada por Vargas Llosa y Bryce Echenique como acompañante.

Suena el pitido inicial y Vargas Llosa arremete por el flanco izquierdo, crea peligro, es desequilibrante. Borges empieza a mover su ajedrez y los argentinos, de a pocos, empiezan a tomar posesión del esférico.

Los remates de Bryce no tienen fortuna. Pierde la pelota con amplia facilidad y se nota que ha perdido el toque.  Uno de esos ‘regalos’, es bien aprovechado por Tomás Eloy Martínez que inicia el contragolpe, habilita en primer toque a Alejandra Pizarnik y ésta,  la retrocede a la media luna para que Cortázar lance un tiro a ‘Rayuela’.  El remate—felizmente— es bien rechazado por Arguedas.

Gonzáles Prada se vuelve loco, consulta su reloj <<faltan veinte>>—piensa. Son minutos larguísimos, cargados de tensión. Perú no puede salir jugando. El mediocampo argentino es de buen toque y cualquier descuido puede ser sinónimo de gol. Despiertan los cánticos de la popular. ‘La Nóbel’ quiebra el silencio. De pronto, todo el estadio es invadido por un tema pegajoso:

 

Argentino, argentino, que amargado se te ve….Vargas Llosa es más grande….y es más grande que Borgeeeeees.

 

Sin embargo, en el banco albiceleste todo parece calmado. Las cámaras siguen  a Roberto Arlt  que es un ‘Lanzallamas’ contra el juez de línea, que constantemente le cobra fuera de juego a Fontanarrosa.  Tampoco ha parado de buscarle  la ‘boquilla’ a Arguedas que—por orden expresa del técnico—decide adelantarse a la volante para no cruzarse con Cortázar.  Ambos se miran recelosos. El indigenista no se olvida de sus agravios en la antesala al partido: se la tiene jurada.

Empieza a funcionar la magia de Sábato. El alma de los aficionados peruanos pende de un hilo tras una buena jugada con ‘Túnel’ incluido a Reynoso que — al parecer—pecó de ‘Inocente’. Toca magistralmente el balón para Bioy Casares que engancha seguidamente a Heraud y al portero Eielson.  Queda solo frente al arco. Todo parece ocurrir en cámara lenta. Arguedas viene desde atrás, con ponzoña y pierna en alto. Ya venía caliente, era de esperarse su reacción violenta.  Kafka marca un penal clarísimo y Borges sonríe desde el banco.

Gonzáles Prada no lo puede creer. Le increpa al indigenista con un largo discurso y se atreve a entrar en el campo con los brazos extendidos. Ahora debate con los jueces acerca de la decisión. El ambiente se torna anárquico. Empiezan las riñas y se arma el tumulto en la mitad de la cancha. Pero Kafka hace valer su autoridad: penal y punto, dice. Entran las camillas. A Sábato se le diagnostica una rotura de prosa fibrilar que probablemente lo mantenga alejado de las canchas por unos cuatro meses. Grave problema para Borges que decide hacer ingresar a Alfonsina Storni para que se sume a la volante y ganar peso en esa parte del campo. Mientras tanto, Kafka, harto de tanta discusión, le saca la cartulina roja a Gonzáles Prada que tiene que ser retirado por la fuerza.

Cortázar será el encargado de patear el penal. Eielson alista los guantes, se ubica bien debajo de los tres palos. Suena el silbato. La pelota  va a media altura y el portero peruano, con la elegancia que lo caracteriza atrapa el balón. Pero eso no es lo más sorprendente sino que sale jugando desde su área, gambetea a Eloy Martínez y la manda al lateral. Kafka decreta el final del primer tiempo. Ya sin DT, el combinado patrio se limita a recibir órdenes del asistente Mariátegui, quién —luego de haber ensayado ‘Siete estrategias para atacar con uno menos’—decide sacar a Bryce y permitir el ingreso de Luisito Hernández, un poeta veloz que pude marcar la diferencia. A la espera de ingresar también se encuentran César Calvo, José Watanabe y Clorinda Matto de Turner, que salen a calentar en el entretiempo.

Kafka pita el inicio del segundo tiempo. Argentina sale a buscar el partido con todas sus figuras y trata de aprovechar su ventaja numérica. Sin embargo, los peruanos parecen acomodarse mejor con diez hombres. Mariátegui sabe bien que la ausencia de Sábato puede ser provechosa. Es así que Vallejo hace una jugada ‘Vanguardista’. Tres argentinos lo enciman violentamente y él, con elegancia parisina, gira hacia un lado y busca el hueco para que Vargas Llosa quede completamente libre. El Nobel se encuentra de cara al arco y dispara a quemarropa. Estático, Oliverio Girondo simplemente la ve pasar. Su apodo de  «Espantapájaros» es la analogía perfecta al remate.  Nada puede hacer. Perú —sin saber cómo—gana 1-0.  La multitud enloquece.

Argentina pierde los papeles. Fontanarrosa no puede con Valdelomar.  Es la tarde inspirada del ‘Conde de Lemos’. Su elegancia desborda a las tribunas. Empieza a mejorar a Perú, llueven los  Oleee, oleeee y Rodolfo Walsh no aguanta tanta insolencia. Dirige una ‘Operación masacre’ contra Vallejo; lo golpea más de una vez, la última fue <<duro, con palo y duro>>.  Kafka lo expulsa en el acto.

Con uno menos, Perú adquiere más libertades y Argentina  hace un cambio de urgencia. Se retira Walsh. Borges cree que puede ser expulsado en cualquier momento. Ingresa Piglia, que no arrancó como titular por precaución de Borges, ya que se sumó al equipo tarde, luego de firmar su renovación con Anagrama por diez años más. Argentina llena la media cancha. El juego se vuelve trabado. Vargas Llosa reclama y se gana la amarilla.  Blanca Varela anima el «Canto Villano» de las tribunas. Por momentos hay reclamos contra Kafka:

 

Insecto, cobarde, la c…..de tu madre (bis).

Víctimas del desgaste, el control vuelve de a pocos al bando albiceleste, pero el tiempo parece demasiado corto como para conseguir el empate. Se llega al acuerdo de que sean tres minutos de alargue. Vargas Llosa pierde un balón cancha contraria, está fulminado de cansancio. Ha ingresado Clorinda Matto de Turner en reemplazo de Vallejo para sumarse a la defensa. «Hay que asegurar el partido» piensa Mariátegui, nervioso. Despeje violento de Fontanarrosa. Cortázar se escapa y deja un pase largo para Roberto Arlt. El contraataque es rápido, los aficionados se ponen de pie.  Eielson no sabe que hacer, las gambetas del argentino le han armado “Nudos” en la cabeza durante todo el partido. Heraud se limita a contemplar, “El viaje” hacia el área es demasiado como para esforzarse. Reynoso, sin embargo, no se olvida de la jugada del primer tiempo y se barre con todo para que la pelota, finalmente, bese el poste derecho,  de botes seguidos y se pierda fuera del terreno de juego.

¡¡¡¡¡¡¡¡Uffffff!!!!!!!!!

 

Eielson vuelve a sacar largo. Esta vez los argentinos adelantan líneas. Ribeyro avanza por la mitad de la cancha. Se saca uno, dos, jugadores de encima. Puede ser el dos a cero y el mejor gol de la Copa. Cuando todos preparan la garganta, un perro, aparentemente de la policía, invade el campo justo cuando la pelota está por entrar al arco. Kafka pita el final del encuentro. Estalla el público. Se agotan los últimos ejemplares “piratas” de “La ciudad y los perros” y el Perú entero vive una fiesta.

<<El fútbol es popular porque la estupidez es popular>>, es lo primero que  dice Borges a los periodistas que intentan arrancarle una declaración. Al parecer, dejará el banquillo de Argentina y volverá a las canchas pronto. Sin embargo, la gente se arremolina sobre los triunfadores,  los últimos souvenirs y los últimos chilcanos que son arrebatados de las bandejas de cientos de bares en todo el país.

Es un triunfo histórico, hay esperanza sobre los nuestros. No será fácil, el camino hacia el título es durísimo. Pero hoy vimos que el triunfo se dio a pesar de las dificultades. El siguiente partido tampoco será sencillo, hay que marcar bien a ese ‘10’ al que le dicen ‘Gabo’. En los sótanos de las tiendas ya se mandaron a imprimir nuevos polos. En ellos, aparece el rostro golpeado del colombiano y una leyenda que dice: “Vargas Llosa, tu papá”.

 

 

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