En circunstancias adversas para el país, tres poemas dedicados al Perú por tres poetas peruanos.

 

Héroe del pueblo

Por Washington Delgado

Yo construyo mi país con palabras,
digo cielo cuando miro el cielo
digo luz, agua, corazón y lo demás ignoro.

El silencio es profundo pero amo las alturas.
Hombres son y mujeres los que alumbran mis ojos
y ni voz está con ellos como el aire en que viven.

No me importa la muerte si es justo mi combate.
Por el amor no por el odio he de sobrevivir.
Yo canto en las matanzas, yo bailo
junto al fuego, yo construyo
mi país con palabras.

Todo esto es mi país

Por Sebastián Salazar Bondy

Mi país, ahora lo comprendo, es amargo y dulce;
mi país es una intensa pasión, un triste piélago, un incansable manantial
de razas y mitos que fermentan;
mi país es un lecho de espinas, de caricias, de fieras,
de muchedumbres quejumbrosas y altas sobre heladas;
mi país es un corazón clavado a martillazos,
un bosque impenetrable donde la luz se precipita
desde las copas de los árboles y las montañas inertes;
mi país es una espuma, un aire, un torrente, un declive florido,
un jardín metálico, longevo, hirviente, que vibra
bajo soles eternos que densos nubarrones atormentan;
mi país es una fiesta de ebrios, un fragor de batalla, una guerra civil,
un silencioso páramo cuyos frutos son jugosos,
un banquete de hambres, un templo de ceremonias crueles,
un plato vacío tendido hacia la nada,
un parque con niños, con guitarras, con fuegos,
un crepúsculo infinito, una habitación abandonada, un angustiado grito,
un vado apacible en el cual se celebra la vida;
mi país es un sepulcro en medio de la primavera,
una extraña silueta que abruma con su brillo la soledad,
un anciano que camina lentamente, un ácido que horada los ojos,
un estrépito que apaga todas las músicas terrenales,
un alud de placeres, un relámpago destructor, un arrepentimiento sin culpa.
un sueño de oro, un despertar de cieno, una vigilia torva,
un día de pesar y otro de risa que la memoria confunde,
un tejido de lujo, una desnudez impúdica, una impaciente eternidad;
mi país es un recuerdo y una premonición, un pasado inexorable
y un porvenir de olas, resurrecciones, caídas y festines;
mi país es mi temor, tu ira, la voracidad de aquel,
la miseria del otro, la defección de muchos, la saciedad de unos cuantos,
las cadenas y la libertad, el horror y la esperanza, el infortunio y la victoria,
la sangre que fluye por las calles hasta chocar con el horizonte
y de ahí retorna como una resaca sin fin;
mi país es la mujer que amo y el amigo que abrazo tan sólo por amigo,
el extraño que te sorprende con su odio y el que te da la mano porque quiere;
mi país es la ventana a través de la cual miro la tarde,
la tarde que cae con sus ramos de melancolía en mi pecho,
y el agua matinal con que limpio mis pupilas de imágenes sucias,
el aire que respiro al salir de mi casa cada día,
y la gente que se precipita conmigo a los quehaceres sin sentido,
el trabajo, la fatiga, la enfermedad, la locura, el pensamiento,
la prisa, la desconfianza, el ocio, el café, los libros, las maldiciones;
mi país es la generosa mesa de mi casa y los rostros familiares
donde contemplo la marea incansable de mi dicha,
el cigarrillo que consumo como una fe que se renueva
y el perro cuya piel es cálida como su amistad; mi país son los mendigos y los ricos, el alcohol y la sed,
la aventura de existir y el orden en que elijo mis sacrificios;
mi país es cárcel, hospital, hotel, y almacén, hogar, arsenal;
mi país es hacienda, sembrío, cosecha;
mi país es escasez, sequía, inundación;
mi país es terremoto, lluvia, huracán;
mi país es vegetal, mineral, animal;
mi país es flexible, rígido, fluido:
mi país es líquido, sólido, inestable;
mi país es republicano, aristocrático, perpetuo;
mi país es una cuna, tumba, lecho nupcial;
mi país es indio, blanco, mestizo:
mi país es dorado, opaco, luminoso;
mi país es amable, hosco, indiferente;
mi país es azúcar, tungsteno, algodón;
mi país es plata, nieve, arena;
mi país es rudo, delicado, débil y vigoroso, angelical y demoníaco;
mi país es torpe y perfecto;
mi país es enorme y pequeño;
mi país es claro y oscuro;
mi país es cierto e ilusorio;
mi país es agresivo y pacífico;
mi país es campana,
mi país es torre,
mi país es isla,
mi país es arca,
mi país es luto,
mi país es escándalo,
mi país es desesperación,
es crisis, escuela, redención, ímpetu, crimen,
y lumbre, choque, cataclismo,
y llaga, renunciación, aurora,
y gloria, fracaso, olvido;
mi país es tuyo,
mi país es mío,
mi país es de todos,
mi país es de nadie, no nos pertenece, es nuestro, nos lo quitan,
tómalo, átalo, estréchalo contra tu pecho, clávatelo como un puñal,
que te devore, hazlo sufrir, castígalo y bésalo en la frente,
como a tu hijo, como a un padre, como a alguien cansado que acaba de nacer,
porque mi país es,
simple, pura e infinitamente es,
y el amor canta y llora, ahora lo comprendo, cuando ha alcanzado lo imposible.

Puerto Supe

Por Blanca Varela

Está mi infancia en esta costa,
bajo el cielo tan alto,
cielo como ninguno, cielo,
sombra veloz, nubes de espanto,
oscuro torbellino de alas,
azules casas en el horizonte.

Junto a la gran morada sin ventanas,
junto a las vacas ciegas,
junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.

¡Oh, mar de todos los días,
mar montaña,
boca lluviosa de la costa fría!

Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,
allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,
destapo las botellas y un humo negro
escapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.

Están mis horas junto al río seco,
entre el polvo y sus hojas palpitantes,
en los ojos ardientes de esta tierra
adonde lanza el mar su blanco dardo.
Una sola estación,
un mismo tiempo de chorreantes dedos
y aliento de pescado.
Toda una larga noche entre la arena.

Amo la costa,
ese espejo muerto en donde el aire gira como loco,
esa ola de fuego que arrasa corredores,
círculos de sombra y cristales perfectos.

Aquí en la costa escalo un negro pozo,
voy de la noche hacia la noche honda,
voy hacia el viento que recorre
ciego pupilas luminosas y vacías,
o habito el interior de un fruto muerto,
esa asfixiante seda, ese pesado espacio
poblado de agua y pálidas corolas. En esta costa soy el que despierta entre el follaje de alas pardas,
el que ocupa esa rama vacía, el que no quiere ver la noche.

Aquí en la costa tengo raíces,
manos imperfectas,
un lecho ardiente
en donde lloro a solas.

 

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