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Título: Prohibido entrar sin pantalones
Autor: Juan Bonilla
Editorial: Seix Barral, 2014

La literatura es fuego. Como una llama casi imposible de extinguir una vez que uno se apasiona y vive, por y para ella. Una idea que propone este libro y que nosotros los lectores podemos comprender a través de la historia del complejo poeta ruso Vladimir Maiakovski, guiados por la pluma del genial autor español Juan Bonilla en esta novela recientemente galardonada en la I Bienal de novela Mario Vargas Llosa celebrada en nuestro país hace unos meses.

Por:

Sebastián Uribe Díaz

«El arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo con el que golpearlo».

Estamos en la Rusia de comienzos del siglo XX. Las diferencias de clases sociales están marcadas por fronteras imposibles de cruzar. El mundo se está desmoronando, los cimientos de la realidad misma se desestabilizan y el desencanto por la vida se extiende. En medio de eso, un poeta se enfrenta a todo lo que se le ponga en frente y trata de reconstruir la realidad a través de sus versos. Una fuerza imparable abriéndose camino en medio de la turbulencia en que se encontraba la poesía, con sus representantes enfrentándose siempre en discusiones que defiende diferentes visiones de la vida. Un teatro donde la figura estelar es Maiakovski. Y cómo buen futurista, un adelantado a su época, siempre pensando que el pasado es una carga de la cual necesitamos deshacernos para avanzar.

«En esta vida es fácil morir. Construir la vida es mucho más difícil»

La novela, narrada de la forma más objetiva posible, comienza presentándonos a un joven escritor de 18 años, impetuoso, narcisista y autodidacta que reniega de cualquier ideal preestablecido. Cuenta solo con el reconocimiento de saberse  el mejor escritor de su generación (Algo que notamos desde el arranque: «Maiakovski tenía dieciocho años, dieciséis dientes podridos, dos hermanas y un solo lector»). Es un rebelde, en un sentido mucho más complejo que el que le damos hoy en día. Siempre rodeado de personas que no son más que personajes secundarios para él o vías para llegar a una meta mucho más importante. A punto de subirse a la montaña rusa que será su vida, que sólo podía terminar de la forma que terminó: invitando a la muerte de forma voluntaria. Porque la vida, una vez que no se cuenta con algo por lo que luchar o a lo que enfrentarse, se torna en el peor de los infiernos a través del tedio de la inacción o la indiferencia.

Conoceremos a través de sus obras y anécdotas las alegrías y tristezas de este excéntrico personaje. Como su encumbramiento a «Poeta número uno del Estado» durante los primeros años de la Revolución Rusa, sus viajes por New York, París y México, sus diferencias con otros grandes autores de la época, las inverosímiles alianzas que establecía en pos de un objetivo mayor y su caída al abismo de la indiferencia «oficial» cuando la máquina estalinista está en todo su esplendor (ecos de 1984 ). Y entre todos estos aspectos: El amor. El amor que escapa de los parangones sociales, a través del triángulo amoroso que forma con Lily y su esposo Ossip Brick, también su benefactor, escandalizando primero a toda la sociedad de la época, y que luego los terminaría aceptando, cuando se tornan en un círculo del que ya no podrán salir sin aceptar las consecuencias trágicas de dicha acción.

Juan Bonilla se da maña para, a través de la alternancia de la primera y tercera persona, brindarnos un fresco brillante de una época donde el escritor busca la trascendencia y la inmortalidad, se pelea constantemente con sus demonios, se asquea de la conformidad y siempre está en la búsqueda de aventuras y nuevas experiencias. Donde uno se la pasa aplastando y siendo aplastado, pero siempre tratando de cambiar el mundo a través del único poder con el que cuenta: el poder de la literatura. (Publicado originalmente en: Un perro romántico).

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