La autora argentina nos habla de su formación literaria, su rechazo al horario rígido de escritura y de su visión particular de la literatura argentina como herencia.

 

Por:

Geraldo Capillo

Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) examina cada objeto en movimiento, cada persona desplazándose y cada gesto de mi rosto, lo hace como buscando una historia, quizá fue así como halló los pasajes de «Muerta de hambre», una de sus novelas más conocidas. Muchos de sus textos han sido traducidos al portugués, inglés, sueco y hasta el griego. El buen librero logró conversar con la autora argentina para sacarnos esa espina que nos quedó después de leer sus historias.

Ribeyro decía que hay tres maneras de hacer literatura: vivir por la literatura; vivir con la literatura; y vivir para la literatura. ¿Cuál es su caso?

A Ribeyro se le olvidó una, yo vivo “EN” la literatura. Mi mundo se ordena y tiene sentido a partir de la literatura y a raíz de que mi propia biografía me parece un absurdo literario y parte de la escritura de otro. Me interesé en la literatura antes de saber leer porque mis padres tenían una biblioteca inmensa y sobre todo mi padre, él tenía adoración a sus libros y a mí me intrigaba eso, tenía muchos deseos de entender el porqué. Luego aprendí que la literatura tiene la capacidad de capturar el instante y de poder revivirlo cada vez que uno lee.

Nación vacuna es la memoria argentina de un futuro histórico que ya pasó sin que lo viéramos. Una realidad fantasma que enloquece nuestras percepciones sin que sepamos si se aleja o se acerca, camuflada bajo la telaraña de los días.”
Juan José Becerra

¿Cuán importante fue su formación literaria en casa?

Fue muy importante, muy marcador. Mis padres eran dos lectores disímiles, mi padre era clásico y decimonónico, leía a Salgari y Quevedo, y mi madre aportó a esa biblioteca mucho teatro del absurdo, literatura norteamericana y a los rusos. Comencé leyendo teatro y en casa jugábamos con esa dramaturgia, obviamente aplicada a lo doméstico, pero armábamos escenarios, quizás eso encendió un fuego entre la ficción y la infancia, y que después conservé mediante la literatura. Aunque no utilizo mis recuerdos literalmente, ni alguna acción concreta que me haya sucedido, suelo hacer coincidir universos verdaderos y falsos en función a lo que estoy escribiendo.

 

¿Es una escritora disciplinada, tienes un horario rígido o es de las autoras que aguardan la inspiración?

Ninguna. Disciplinada no soy, pero escribo mucho, si no tengo nada que decir me dedico a corregir. No estoy todo el día en estado de escritura, pero si estoy leyendo o anotando cosas sueltas. Suelo estar cerca en lo que estoy trabajando, pero sin rigor. Eso sí, si durante el día no he escrito o leído siento que perdí el día, porque esa es la razón de mi vida….

Sobre eso hay una anécdota muy interesante que ocurrió entre Onetti y Vargas Llosa, y es que el escritor uruguayo se había enterado que Vargas Llosa tenía un horario rígido para escribir, luego de confirmar la noticia Onetti no hizo más que sentenciar con un «¡Qué horror!»

Concuerdo absolutamente con Onetti, es como ser un oficinista de la escritura.

¿Cómo es tu proceso de escritura, precipitas la eliminación de una línea o reflexionas intensamente?

No reflexiono nada. Escribo mucho y luego corrijo, utilizo mucho lo surrealista, eso de «dejar que hable el subconsciente» y es el que aplica muy bien a la estructura de mis obras. Y es que si no tienes primero ese impulso creativo es muy difícil provocarlo.

Desde el 2010, coordinas diversos talleres de creación literaria, ¿estos están dirigidos para personas que anhelan encontrar su vocación o a personas que ya escriben?

Para personas que ya escriben. Siempre pido que hayan fracasado en la actividad literaria, como todos nosotros. Quizás que hayas escrito un cuento y no hayas podido terminarlo o que no esté a la altura de tu fantasía, pero sí, está dirigido a gente que lee y está en la literatura. Lo que aspiro es encontrar la mejor versión de vos, con tus herramientas y con tus armas.

Le tengo miedo a la desaparición. Me parece extraño estar viva sabiendo que es breve. Uno pone su inteligencia y su emoción al vivir. Soy mortal mientras no se me desmienta

En «Muerta de hambre» La protagonista de la historia dice lo siguiente: «Me recuerdo corriendo por las praderas inmaculadas de mi infancia siendo infeliz y transpirando.» Ahora vuelco estas palabras y las dirijo hacia usted ¿Para escribir buenas historias es necesario experimentar la infelicidad?

Por supuesto. La literatura está hecha de situaciones infelices, además a estas alturas de la realidad, ya no se cree en héroes, sino más bien es el humillado y el ofendido (como diría Dostoievski) el que tiene cosas que decir y al que hay que darle voz y a la propia locura también, y a la propia oscuridad por qué no.

En otro fragmento también mencionas: «Creo que soy el primer caso, en esta ciudad de esqueletos vengativos, que se ha fijado un objetivo tan grasiento. Quiero estallar.»  ¿Qué hace estallar a la autora que escribió estas líneas?

Tengo una rebeldía social absoluta: contra los moldes, los paradigmas, la uniformidad y la belleza establecida. Me parece que no hay que aceptar nada que no sea propio y que todo este decenio anula al individuo, todos aspiran a ser como los demás y a mí me gusta ser distinta, me interesa lo diferente de cada uno, nunca veo a una persona por lo que muestre, sino ando buscando ese lado b, que es lo que nos hace particulares.

Has hablado de la rebeldía y la infelicidad, y aunque es muy prematuro preguntar (al tener 51 años) ¿Cuál es tu visión de la muerte?

Sí, le tengo miedo a la desaparición. Me parece extraño estar viva sabiendo que es breve. Uno pone su inteligencia y su emoción al vivir. Soy mortal mientras no se me desmienta, estamos condenados a no ser más tiempo de lo que somos. Hay un cuento de Borges que es «El Inmortal» en el que precisamente la mortalidad es el que da sentido a la pasión, el deseo y el terror. Le tengo temor a la muerte y curiosidad a la vez.

Provienes de una literatura (Argentina) que ha aportado mucho al mundo de las letras, ¿Te sientes heredera o deudora de esa tradición?

Quisiera decir heredera, trato de no dilapidar la fortuna de la familia, de esta familia tan tradicional del canon argentino. Igual es tan variable, cada generación tiene una riqueza de versiones de lo que sí me puedo sentir heredera, porque no hay dos autores que trabajen desde un mismo terreno y por suerte no hay uniformidad. Cuando uno tiene una tradición literaria potente atrás la naturaliza, sino no pudieras escribir nada, uno siempre debe pensar que está inventando la fórmula.

 ¿Cuál es la mayor diferencia entre Fernanda García Lao, autora de esos primeros escritos y esta Fernanda, autora de «Muerta de hambre» y «Nación vacuna»?

La única diferencia es que el nombre tiene un sentido para otros, pero para mí no. Y no creo tampoco en la evolución crítica, de hecho, muchos autores mienten. Creo que hay que sostener ese extrañamiento frente a la escritura, la publicación es una consecuencia del mercado, a mí no me modifica ni una línea y creo que hay que sostenerse en la rareza y no copiarse.

 

 

 

 

 

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