best iced out watches replica review could be the 1st decision for high-end men and women.ladies knockoff rolex day date rolex calibre 2836 2813 mens m128238 0071 blue dial gold tone. #Las5Cortas a: Mauricio de la Cuba - El Buen Librero

La literatura infantil siempre será un terreno complicado. Al someterse a un público en el que intervienen docentes, padres de familia y una comunidad, el reto estará siempre en contar historias que puedan dejar un mensaje sin caer en lugares comunes. Mauricio de la Cuba en «El fantasma en el espejo» logra este objetivo junto a su hija Jimena, quien planteó la historia para los juegos florales de su colegio y que en complicidad con Mauricio y el trabajo de la editorial Colmillo Blanco, lograron dar como resultado una narración corta y no por ello poco entrañable. A propósito de la publicación, conversamos con el autor.

Por:

Gianfranco Hereña

¿Cómo fue que te interesaste en escribir esta historia?

La historia se basa en un cuento que Jimena, mi hija, escribió para los Juegos Florales de su colegio hace cuatro años. Si bien se trataba de un relato corto, de un par de páginas, ya tenía la trama central de lo que escribiríamos después. El inicio y el final, que particularmente me gusta bastante, ya estaban presentes. Así que, a partir de la historia de un fantasma que acompaña a un niño, desarrollamos más hechos y anécdotas que justificaban mejor el final.

¿Qué tanto cambia el hecho de escribir con tu hija? ¿Cuál fue el mayor reto durante el proceso? 

A partir de la historia de Jimena, desarrollamos las peripecias del protagonista. Y mal que bien, si obviamos las innovaciones tecnológicas, las experiencias que yo tuve en el colegio no son demasiado diferentes a las que ella tiene hoy en día. Así que hubo bastantes elementos en común como para avanzar en el proceso creativo sin muchas discrepancias. Recuerdo un par de párrafos en los que tuvimos algunas diferencias, pero nada que no pudiéramos solucionar. En general, escribir este cuento entre dos no ha sido tan difícil como podría parecer. Es más, siento que, a pesar de tratar un tema de fantasmas, tiene un lenguaje fresco donde la voz en primera persona del protagonista es bastante verosímil y auténtica. El escribirlo entre los dos creo que fue básico para ello.

Cuando hablamos de literatura infantil suele primar, a veces, la «moraleja» por encima de la historia. En el libro, si bien no existe una que sea calificada como tal, pueden extraerse los miedos cotidianos de un niño. ¿Coincides con esta opinión? 

Acá tocas un tema que me parece fundamental. Ya lo dijo Frank Baum, el autor de El Mago de Oz, hace casi 120 años: para educar y dar valores están la familia y la escuela. Y, por lo tanto, la literatura debe básicamente divertir (así, de paso, compite en igualdad de condiciones con otras diversiones de los niños). Los cuentos pueden tener algún mensaje aleccionador, pero nunca deben estropear la historia. La historia no debe subordinarse al mensaje o, como tú señalas, a la moraleja.  Nuestro cuento trata el tema de los fantasmas, que a los niños les sueles generar atracción y temor a la vez. La forma de abordar la historia, a pesar de las tensiones que ese tipo de relatos demanda, ayuda a que el niño enfrente ese miedo cotidiano de una forma menos dramática y mucho más relajada. Sin embargo, esto no fue intencional o premeditado, ni mucho menos la motivación para escribir la historia.

De todos los personajes, la abuela ocupa para mí uno de los ejes principales. Es quien transmite los mitos detrás del espejo al niño. ¿Fue una manera de volver a la literatura oral? 

La abuela estaba presente en el cuento de dos páginas de Jime, pero sin darnos cuenta se convirtió en un personaje indispensable con apariciones constantes en el relato. Creo que, aparte de ser un personaje simpático, ayuda a sostener la historia y a hacerla más consistente. La abuela  tiene el conocimiento sobre estos temas y a través de ella  se pueden contar cosas que, de otra forma, deberían ser contadas por el narrador. Y esto último creo que hubiese estropeado un poco la historia. Así que, más que un retorno intencional a la tradición oral, fue un recurso narrativo.

La literatura infantil debe de crear una complicidad tripartita: el ilustrador debe interpretar lo que dice el narrador y el narrador debe autoeditarse en base a las sugerencias del editor general. Es un trabajo, me imagino, extenuante. ¿Crees que esto sea lo más difícil del proceso?

Acá tocas otro tema que considero central. Lo primero que hizo la editorial fue darnos opciones de ilustradores. Jime y yo coincidimos, sin duda alguna, en que las ilustraciones de Christian eran las precisas para esta historia. De ahí vino un trabajo realmente en equipo. La distribución entre texto e imagen la propuso Angie, la editora de Colmillo Blanco. A partir de ahí cada ilustración –primero el bosquejo, luego el dibujo en blanco y negro, y finalmente la imagen con color—nos fue consultada. Hubo algunos cambios y sugerencias, de nosotros hacia Christian y viceversa, pero siempre avanzamos. La coordinación entre Angie, Christian y nosotros fue permanente y, en cierta forma agotadora, pero es (¿fue?) la única forma de que los autores del texto y de las ilustraciones quedáramos conformes con el producto final. Para mí, en particular, fue una experiencia enriquecedora porque nunca había estado tan involucrado en el proceso editorial en toda su extensión. Más estresante hubiese sido, estoy seguro, que, por no haber realizado estas coordinaciones permanentes, el producto final no hubiese satisfecho tanto mis expectativas como las de Jimena y Christian.

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