Yo estaba regresando de Montevideo, al cabo de un viaje. De dónde venía, no recuerdo, pero sí recuerdo que en el avión había leído El zorro de arriba y el zorro de abajo, la novela final de José María Arguedas. Arguedas había empezado a escribir ese adiós a la vida el día que decidió matarse, y la novela era su largo y desesperado testamento. Yo la leí y le creí, desde la primera página le creí: aunque no conocía a ese hombre, le creí como si fuera mi
siempre amigo.
En El zorro, Arguedas había dedicado a Onetti el más alto elogio que un escritor pueda brindar a otro escritor: había escrito que estaba en Santiago de Chile, pero que en realidad quería estar en Montevideo, para encontrarse con Onetti . y apretarle la mano con que escribe.
En casa de Onetti, se lo comenté. Él no sabía. La novela, recién publicada, no había llegado todavía a Montevideo. Se lo comenté, y Onetti quedó callado. Hacía bien poco que Arguedas se había partido la cabeza de un balazo.
Los dos estuvimos mucho tiempo, minutos o años, en silencio.
Después yo dije algo, pregunté algo, y Onetti no contestó. Entonces alcé los ojos y le vi aquel tajo de humedad que le atravesaba la cara.
Tomado de: El libro de los abrazos, 1999
Galeano es un capo!
Que bella es la literatura. Eso de que quisiera estar en Montevideo para apretarle la mano con que escribe. Es monumental.
Trágico y a la vez, profundo el relato.
Me encanto!! Y que triste!