Por Marco Aurelio Denegri
En relación presencial, cara a cara, uno puede soportar a otro ser humano dos o tres horas seguidas; y tres o cuatro si éstas no son seguidas, sino espaciadas.
Esto rige para las relaciones normales y cotidianas con familiares, amigos y parejas estables. No rige para las relaciones especiales y desorganizantes en que hay pasión, deslumbramiento, admiración, obstinación, arrebato, obcecación y frenesí; verbigracia, el enamoramiento, que implica un régimen atencional completamente anómalo. Tampoco rige para los casos de seres humanos aburridos y patéticamente desprovistos de vida interior que se reúnen horas de horas para mitigar su tedio.
El gran poeta italiano Giacomo Leopardi (1798-1837) dijo la siguiente frase célebre que a mi juicio es verdad axiomática:
«No hay nada más raro en el mundo que una persona habitualmente soportable.» – Giacomo Leopardi (*)
Jean-Paul Sartre soportaba muy poco a los hombres y muchísimo a las mujeres, lo cual me extraña, salvo que las tales hayan sido como la Beauvoir, o si no precisamente como ella, al menos parecidas.
«Con los hombres –dice Sartre–, una vez que se ha hablado de política o de algo parecido, gustosamente me callaría. Me parece que la presencia de un hombre durante dos horas en un día, aunque no vuelva a verle al día siguiente, es más que suficiente. Mientras que con una mujer eso puede durar todo el día y además continuar al día siguiente.»
Julio Ramón Ribeyro embrutecía si estaba más de tres horas con los seres humanos.
«Sé por experiencia –confiesa Ribeyro– que no puedo soportar la presencia de una persona más de tres horas. Pasado este límite, pierdo la lucidez, me embrutezco, las ideas se me ofuscan y al final o me irrito o quedo sumido en un profundo abatimiento.»
«Algún día analizaré con calma los orígenes de mi incapacidad para la vida social. Me gustaría determinar la época exacta en que comienzo a sentirme incómodo entre mis semejantes, a sufrir su presencia como una agresión, a buscar la soledad y el silencio. Si me remonto a los años de mi infancia, descubro que mi reserva y mi hermetismo son tan antiguos como mi uso de razón.»
Don Miguel de Unamuno, en su ensayo «Leyendo a Flaubert», dice:
«Me ocurre lo que al pobre Flaubert: no puedo resistir la tontería humana, por muy envuelta en bondad que aparezca. Prefiero al hombre inteligente y malo que al tonto y bueno.», – Miguel de Unamuno.
Y Friedrich Nietzsche, en Ecce Homo, se expresa así:
«El trato con seres humanos es para mí una prueba nada pequeña de paciencia.», – Friedrich Nietzsche.
En resumen, hay que tener mucha paciencia y tolerancia y un extraordinario aguante para soportar a los seres humanos.
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(*) Esto también lo sabía, y muy bien, el ilustre científico español Santiago Ramón y Cajal, que en su libro El Mundo Visto a los Ochenta Años, cuenta haber sufrido en su vejez de hipoacusia o disminución de la sensibilidad auditiva. «En cuanto a mí –dice–, prefiero mil veces la sordera a la ceguera. Aquélla me aleja del animal humano, a menudo insoportable, cuando no insidioso y hostil.»
Fuente: Larepublica.pe
Recuperado de: http://rincondemelquiades.blogspot.com/2010/12/cuantas-horas-diarias-es-soportable-un.html

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