Julio Cortázar fue más que «Rayuela». Por eso, hemos decidido recopilar tres sabrosas anécdotas del «Cronopio» que quizá no sabías.

Por:

Redacción Buen Librero

 

El boxeo

 

La primera curiosidad tiene que ver con su afición al boxeo. Cortázar durante un tiempo fue espectador y luego comentarista y no le fue tan bien que digamos. Pese a que Cortázar lo maravillaba la perfección de Ray Sugar Robinson, el descaro de Muhammad Ali, el baile del intocable Nicolino Locche y el impacto demoledor de Carlos Monzón, bien dicen que no todo es perfecto en esta vida y él lo suoo, justamente, durante una velada pugilística.

El hecho ocurrió cuando trabajaba de traductor de Actualidades Francesas para radios de América Latina y «El Cronopio» narraba una pelea en simultáneo para México y Argentina. El argumento que utiluzaron para echarlo fue que el resultado de tenerle como comentarista había sido pésimo debido a su dificultad para la pronunciación del español (pronunciaba mal la g). Este hecho, y otros más, pueden ser corroborados en un artículo publicado por la misma revista El gráfico, donde además se coloca un fragmento de la crónica que escribió para dicha revista a propósito de una pelea.

 

Vargas Llosa

En alguna oportunidad, el Nobel peruano declaró sobre Cortázar y su esposa: «De mi primer encuentro con ellos recuerdo, sobre todo, la manera en cómo se convirtieron en los protagonistas de la noche. Había entre ellos una complicidad, una inteligencia… Eran maravillosos conversadores: se tenía la impresión de que esa conversación no era espontánea, que había sido ensayada previamente para impresionar a los otros contertulios».  Y es que para nadie podría resultar novedad la gran amistad que tenían. En más de una oportunidad, Vargas Llosa ha elogiado a Cortázar y viceversa. Una prueba de ello son las cartas que el autor argentino le escribe desde Ginebra cuando Vargas Llosa acababa de terminar «La casa verde».

«Sí, leer tu libro impreso va a ser una gran maravilla, porque volveré a vivir el largo viaje de Fushía y Aquilino, que me parece la viga maestra del edificio, o mejor, el hilo conductor de todo el tapiz, como en los diagramas geográficos la línea del nivel del mar parece regir todas las curvas ascendentes y descendentes, las montañas y las fosas submarinas. Y volveré a encontrarme con Bonifacia y con Lituma, con Nieves y con Lalita, para mí los personajes más vivos y logrados de la novela después de Fushía, o junto con él. Fíjate que así, soltándote unas primeras impresiones casi pasionales, te estoy dando ya una opinión sobre el libro; pero me parece necesario decirte, antes de seguir, alguna cosa sobre la totalidad del libro. Bueno, Mario Vargas Llosa. Ahora te voy a decir toda la verdad: empecé a leer tu novela muerto de miedo. Porque tanto había admirado La ciudad y los perros (que secretamente sigue siendo para mí Los impostores), que tenía un casi inconfesado temor de que tu segunda novela me pareciera inferior, y que llegara la hora de tener que decírtelo (pues te lo hubiera dicho, creo que nos conocemos). A las diez páginas encendí un cigarrillo, me recosté a gusto en el sillón, y todo el miedo se me fue de golpe, y lo reemplazó de nuevo esa misma sensación de maravilla que me había causado mi primer encuentro con Alberto, con el Jaguar, con Gamboa».

Parte de este diálogo extendido entre los grandes del Boom lo hemos publicamos antes, en una reseña justamente a propósito de «La casa verde» que puedes leer aquí.

¿Rayuela o mandala?

Ésta fue la pregunta que determinó el título de su libro más conocido: “Rayuela», que no se iba a llamar así. Se iba a llamar “Mandala”. Hasta casi terminado el libro, para Cortázar se seguía llamando así.

«De golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano. Y a la vez me di cuenta de que “Rayuela”, título modesto y que cualquiera entiende en Argentina, era lo mismo; porque una rayuela es un mandala desacralizado. No me arrepiento del cambio”, dijo Cortázar a Manuel Antín, periodista.  Esto queda demostrado en «Cuaderno de bitácora» que a la postre daría luz a Rayuela.

«Desde niño todo lo que tuviera vinculación con un laberinto me resultaba fascinante –explicaría años después–. Creo que eso se refleja en mucho de lo que llevo escrito. De pequeño fabricaba laberintos en el jardín de mi casa. Me los proponía».

3 comentarios para “Cortázar en tres anécdotas

  1. A mí, más q Rayuela, me encantaros todos sus cuentos compilados en varios libros, como «La noche boca arriba» o los cronopios. Y por favor, no me mencionen a vargas llosa q vomito, aunque finja hablar bien de Cortázar

  2. Cortazar, y el grupo de los grandes escritores de la época, recorriendo el viejo Continente para resaltar o dar a conocer nuestra literatura latina El Movimiento Boom Latinoamericano.

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