Por Juan Rosales Arenas
Un pitazo, un grito, una atronadora voz masculina, el sonido del agua alborotada. Despegué los ojos de las amarillentas páginas, alcé la mirada y contemplé el imponente edificio del Ministerio de Trabajo: allí estaba el legado de Odría. Miré entonces la novela que tenía entre manos y pensé que Conversación en la Catedral, obra cumbre de la literatura peruana, no habría podido ser edificada sin la irrupción de ese dictador.
La escena que acabo de narrar ocurrió una tarde de febrero de 2010, cuando acompañé a la hoy madre de mi hija a uno de sus entrenamientos de natación en el Campo de Marte, y aproveché las dos horas de espera para leer la novela.
Conversación en la Catedral es la culminación de lo que Vargas Llosa intentó captar en La Casa Verde y La Ciudad y los Perros, sus dos novelas anteriores: la esencia del Perú, su realidad total. En ellas hay un interés del autor por comprender su país a través de los personajes e historias que va narrando, y para eso se vale de recursos narrativos cada vez más sofisticados.
Las primeras líneas de Conversación en la Catedralfueron las que dejaron en el imaginario peruano aquella frase que tantas veces nos repetimos cuando la esperanza que depositamos en nuestro país se esfuma: ¿En qué momento se había jodido el Perú? Y son esas líneas las que más llaman la atención. No obstante, hay dos momentos de la novela que son los que más llamaron la atención porque me parecen cruciales para comprender el drama de los personajes y lo que los miembros de la Academia Sueca llamaron “la derrota del individuo”.
Se trata del momento final de la novela en el cual Ambrosio le dice a Santiago que seguirá dedicándose a matar perros hasta el día que se muera y del momento en que Santiago le cuenta a Carlitos que se casó con Anita porque simplemente ocurrió y él no pudo elegir, como todo en su vida. Y es que Ambrosio y Zavalita comparten con nosotros aquello que nos hace tan humanos: someter la existencia a una constante revisión. ¿Cuál es el problema con las revisiones? Que en ellas descubrimos que estamos descontentos con el mundo, que en nosotros andan agazapadas las frustraciones y que iremos a la tumba cargando la pesada mochila de la insatisfacción. La revisión ocurre en el bar La Catedral, cuando Santiago intenta esclarecer lo que ocurrió entre su padre y el que alguna vez fue su chofer.
¿Cómo se ve a sí mismo Ambrosio? Creyó haber progresado luego de obtener de mucho dinero y esperó tener un futuro aparentemente estable con Amalia, pero cayó en desgracia y hacia el final de la novela es consciente de que el resto de su existencia está signada por la rutina, el tedio, el aburrimiento y la fatalidad. Está vencido y no espera cambiar lo que le resta de vida porque sabe que su muerte será una suerte de liberación.
¿Qué hay de Santiago? Él, por su parte, es un hombre que nunca creyó en nada, que buscaba una ideología política o un sentimiento al cual aferrarse pero no logró encontrar ese salvavidas que le podría traer algo de estabilidad a su vida. Constantemente cuestiona sus decisiones y llega a decir que muchas de ellas no las quiso tomar, sino que se vio arrastrado por las circunstancias. Esto último, el ser arrastrado por las circunstancias, me lleva a pensar en un factor que condiciona la vida de los personajes a lo largo de toda la novela: la política.
Zavalita y Ambrosio, al igual que los otros personajes, están tocados por la política, una fuerza omnipresente que extiende sus tentáculos para corromper todos los ámbitos. No vemos en las historias del libro a sus grandes actores sino los efectos que tiene ella sobre las personas.
Es precisamente la dictadura la que captura a Santiago Zavala, éste suceso será el detonante para que él decida alejarse de su familia e intente hacerse a sí mismo. Hay aquí una liberación de la subjetividad por parte del protagonista, un abandono de la estabilidad para intentar demostrar al padre, que trabajaba con el gobierno de Odría, que él no depende de nadie.
Ambrosio, en cambio, no pertenece a una familia acomodada aliada del gobierno, sino que es todo lo contrario: un peón de la dictadura y está cerca de todos los hechos truculentos que van a caracterizar el gobierno de Odría, como son las torturas y la corrupción. Está obligado a trabajar para el gobierno para tener una vida más digna y acomodada, que es su objetivo al dejar Chincha y viajar a Lima.
El hecho de que la política impregne la vida de todos los personajes sugeriría que no tuvieron libertad, sin embargo hay una idea de Sartre que me parece apropiada para abordar esta cuestión. Ella se resume en esta frase: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Estamos condicionados, como Zavalita por las condiciones sociales y políticas, pero hay un momento en el que todo hombre debe elegir responsablemente por sí mismo: ahí cuando se hace el libre. La tragedia de Santiago que sí fue libre y eligió irresponsablemente, es por eso que se pregunta constantemente en qué momento se jodió.
El ser humano y el Perú fueron los faros que guiaron a Vargas Llosa durante tres que le dedicó a Conversación en la Catedral. Por su magnitud, sus inolvidables y vívidos diálogos, su arquitectura narrativa y sus personajes profundamente humanos, creo que el Nobel tiene razón al afirmar que, de todas sus novelas, esta sería la única que elegiría salvar del fuego si no pudiera salvar las demás.
Siempre me preguntó ¿Podrá ser posible conseguir una copia de la fotografia Icono y un ejemplar de la Novela » Conversaciónes en la Catedral » firmadas por el Escritor Premio Nivel de Literatura Dr Mario Vargas Llosa.?
En razón de que mi imagen es parte de la fotografia Icono de «Conversaciones en la Catedral», yo (23) estoy en la barra del Bar , en línea vertical sobre la imagen del Escritor .
Actualmente cuento con 74 años de edad y deseo dejarles a mis hijas y nietos un Recuerdo inolvidable del día en que el destino me puso en el momento y lugar en que el Periodista Gráfico.Sr Félix Nakamura Hinostroza, en el Bar La Catedral plasmó para la posteridad la Fotografia Icono de la Novela. » Conversaciones en la Catedral.