Renovados y con un espíritu fortalecido por la juventud de sus editores, Colmillo Blanco, el mismo sello que brillara en los noventas, vuelve al mercado de la mano de Ángela Arce y Gabriel Arriaga. Eduardo Chirinos es su primer autor publicado.

Por:

Gianfranco Hereña

Lo primero que asocio a Colmillo Blanco es una escena: era 2012 y junto a otros empeñosos planificábamos el siguiente número de «Vicio Absurdo», revista que año tras año homenajeaba a un autor. Ese número le correspondía al maestro Antonio Gálvez Ronceros. Nos repartimos su obra y definimos turnos de lectura, a fin de que a la siguiente semana, cada uno se comprometiera a traer una reseña sobre el libro escogido. A mí me había tocado «Los ermitaños», un libro que además de estar muy bien escrito, contaba con ilustraciones hechas por el mismo autor. La tendencia me parecía innovadora. Hasta ese momento pocos libros habían seguido una línea parecida, sobre todo si eran independientes. Cuando extraje mi ejemplar y lo puse al centro de la mesa, muchos lo ojearon con fascinación. Angie (Ángela Arce) fue una de las más entusiastas. Me preguntó el nombre del sello. Colmillo Blanco, le dije. Sonrisa de por medio, me lo devolvió.

Tiempo después supe que la editorial le pertenecía a Jorge Eslava, director del taller en ese momento. Aquella vez no emitió comentario alguno, limitándose solo a observar cómo ese grupo de alumnos manoseaba un libro que él, años atrás, había editado. El texto que escribí no prosperó. Fue canibalizado por la crítica grupal, siendo Angie una de las más certeras. Me devolvió el artículo con una serie de círculos rojos en los que había anotado sugerencias y correcciones gramaticales que acepté, considerando que hasta ese momento era una de las que más tiempo tenía en el taller y se había ganado a pulso una fama de correctora implacable.

Hoy, cuando me enteré que Colmillo volvía, me resultó inevitable contactar a los gestores de la idea. Como era de esperarse, sonreí cuando vi quiénes se trataban. Junto a Angie también estaba Gabriel Arriaga, otro corrector de estilo con alma de periodista. La felicidad fue por partida doble.

¿Por qué retomar un sello que no publicaba desde los años 90?

Gabriel: En el mundo editorial, Colmillo Blanco ha conseguido mantener cierto posicionamiento. Esto lo hemos visto reflejado en los comentarios de la gente, que toman con entusiasmo el resurgimiento de este sello editorial. A eso se suma el hecho de que siempre es más sencillo empezar con un prestigio ganado que partir desde cero.

Angie: El cariño con el que han recibido este relanzamiento nos da la certeza de que Jorge Eslava hizo —y sigue haciendo— un excelente trabajo promoviendo la literatura. Nada nos entusiasma más que continuar con ese legado.

Del sello que inaugurara Jorge Eslava a hoy, ¿qué se mantiene y a qué apuntan?

G: Lo que se mantiene es el espíritu por sacar buenos títulos, no ser una editorial más que bota y bota libros que tienen un poco o nula trascendencia en la literatura. Asimismo, se mantiene el hecho de pensar en Colmillo Blanco como un espacio para que muchos autores inicien una trayectoria destacable en las letras, como ya ha sucedido antes.

A: Apuntamos, en primer lugar, a volver a ser conocidos a nivel Perú, pero también nos interesa muchísimo visitar ferias internacionales, entablar relaciones con editoriales similares a Colmillo en distintos lugares del mundo.

«En nuestro proceso editorial, siempre ha sido importante la interacción constante con el autor, ya sea para conversar sobre la puntuación o llegar a un acuerdo sobre la portada, entre otros temas (…)»

El primer libro publicado es de Eduardo Chirinos. ¿Cuál ha sido el mayor reto de publicar a un autor recientemente fallecido?

A: Para nosotros, en nuestro proceso editorial, siempre ha sido importante la interacción constante con el autor, ya sea para conversar sobre la puntuación o llegar a un acuerdo sobre la portada, entre otros temas. La ausencia se ha sentido, porque es la primera vez que trabajamos sin el autor de una obra. Lo bueno es que tuvimos a Jannine Montauban y a Jorge Eslava siempre dispuestos.

G: Ambos fueron un gran soporte a la hora de resolver dudas, por muy mínimas que fueran. Sin embargo, su ausencia, más que una limitación, ha significado que nosotros intentemos mantener el poemario tal cual lo había dejado. El momento en el que más se sintió su ausencia, podría decir yo, fue el día de la presentación. Como lo dijo Jannine, a Eduardo le hubiera encantado ver que tanta gente joven se viera interesada por su obra.

Últimamente los sellos independientes han alcanzado una muy buena acogida, tendrán buena competencia. ¿Qué rescatar y qué modificar para que Colmillo se posicione bien en el mercado?

G: Rescatar que los sellos independientes se han vuelto una plataforma importante para los nuevos escritores, ya que iniciar una carrera literaria en una editorial «grande» es bastante complicado, y mucho más si no se cuenta con los contactos necesarios.

A: Nos gusta la idea de llegar al lector como un igual y no como alguien distante. Es algo que hemos querido reflejar en nuestra página de Facebook y algo que siempre recalcamos cuando nos juntamos con los autores. Esto no es una modificación, sino más bien una actualización. Lo que sí queremos modificar es esa mala imagen que tienen las editoriales independientes y eso solamente se revierte a través de un compromiso con el autor.

¿Qué novedades traen para los próximos meses?

A: Estamos entusiasmados con una novela que nos enganchó desde que estábamos hojeándola. La autora, Pía Arenas, confió en nosotros y el trabajo que hemos ido realizando en estos meses ha sido espléndido. Ambos lados estamos muy comprometidos.

 

 

 

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