Hoy, en el Día del Idioma, recordamos a dos de los más grandes escritores de habla hispana: Jorge Luis Borges y Miguel de Cervantes Saavedra.

En su ensayo «El Quijote según Borges», el autor argentino reflexiona sobre la figura del caballero andante y no rechaza la idea de que Don Quijote y Sancho puedan ser vistos como símbolos, pero su propósito no es controvertir. En cambio, se enfoca en la obra misma, en su estructura y en su lenguaje a lo que añadió, con solemnidad, que «el Quijote es un libro que se lee con el alma».

En una entrevista,  Ricardo Piglia afirmó que Borges es «el gran escritor argentino del siglo XX» y que su obra es «una de las más importantes de la literatura universal».  Un membrete tan pesado como el que pesa sobre el otrora creador de Alonso Quijano. Y es que la obra de Cervantes, para Borges, era mucho más que una simple novela de aventuras. Es una reflexión sobre la realidad y la ficción, sobre la locura y la cordura, sobre la vida y la muerte: «La hazaña de Cervantes consistiría, por tanto, en la creación de un personaje».

Para Borges, el Quijote era una obra que trasciendía el tiempo y el espacio. Habla de la condición humana y que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia existencia. «El Quijote es una obra que habla de la España de su tiempo, pero también de la humanidad en general».

Otro gran guiño de Borges a Cervantes se produjo en 1968. «Mi entrañable señor Cervantes« es una conferencia que Jorge Luis Borges pronunció en AustinTexas,. En ella, Borges reflexiona sobre la obra de Cervantes y su influencia en la literatura universal. Borges destaca la importancia de Don Quijote de la Mancha como una obra que habla de la condición humana y que sigue siendo relevante hoy en día. Además, Borges reflexiona sobre la estructura y el lenguaje de la obra, y utiliza a Cervantes como ejemplo de la manera clásica de narrar.

«Entonces tenemos en Don Quijote un doble carácter. Realidad y sueño. Pero al mismo tiempo Cervantes sabía que la realidad estaba hecha de la misma materia que los sueños. Es lo que debe haber sentido. Todos los hombres lo sienten en algún momento de su vida. Pero él se divirtió recordándonos que aquello que tomamos como pura realidad era también un sueño. Y así todo el libro es una suerte de sueño. Y al final sentimos que, después de todo también nosotros podemos ser un sueño».

Entonces, por los que aún soñamos y vivimos en esa patria de la imaginación, es merecido dar las gracias a este par de genios. Que siga fluyendo magia en cada página leída.

 

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