Al mismo tiempo que divierte al niño, el cuento de hadas le ayuda a comprenderse y alienta el desarrollo de su personalidad. Le brinda significados a diferentes niveles y enriquece la existencia del niño de tan distintas maneras, que no hay libro que pueda hacer justicia a la gran cantidad y diversidad de contribuciones que dichas historias prestan a la vida del niño.

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El placer que experimentamos cuando nos permitimos reaccionar ante un cuento, el encanto que sentimos, no procede del significado psicológico del mismo (aunque siempre contribuye a ello), sino de su calidad literaria; el cuento es en sí una obra de arte, y no lograría ese impacto psicológico en el niño si no fuera, ante todo, eso: una obra de arte.

Los cuentos de hadas son únicos, y no sólo por su forma literaria, sino también como obras de arte totalmente comprensibles para el niño, cosa que ninguna otra forma de arte es capaz de conseguir. Como en todas las grandes artes, el significado más profundo de este tipo de cuentos será distinto para cada persona, e incluso para la misma persona en diferentes momentos de su vida. Asimismo, el niño obtendrá un significado distinto de la misma historia según sus intereses y necesidades del momento. Si se le ofrece la oportunidad, recurrirá a la misma historia cuando esté preparado para ampliar los viejos significados o para sustituirlos por otros nuevos.

Como obras de arte que son, estos cuentos presentan muchos aspectos que vale la pena explorar, además del significado y el impacto psicológico, al que este libro está dedicado. Por ejemplo, nuestra herencia cultural encuentra expresión en tales historias, y, a través de ellas, llega a la mente del niño.

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Los estudiosos de lo popular aproximan los cuentos de hadas, de modo relativo, a su propia disciplina. Los críticos literarios y los lingüistas examinan su significado por otras razones. Por ejemplo, resulta interesante comprobar como algunos ven, en la escena en que Caperucita Roja es devorada por el lobo, el tema de la noche tragando al día, de la luna eclipsando al sol, del invierno sustituyendo a las estaciones cálidas, del dios tragando a la víctima del sacrificio, etc. Estas interpretaciones, por muy interesantes que sean, ofrecen muy poco al padre o educador que quiera saber el significado que una historia aporta al niño, cuya experiencia está, después de todo, considerablemente lejos de las interpretaciones del mundo basadas en deidades naturales o celestiales.

En los cuentos de hadas abundan los motivos religiosos; muchas historias de la Biblia son de la misma naturaleza que dichos cuentos. Las asociaciones conscientes e inconscientes que los relatos provocan en la mente del que las escucha, dependen de su marco general de referencia y de sus preocupaciones personales. Por lo tanto, las personas religiosas hallarán en los cuentos muchos aspectos importantes que aquí no se mencionan.

La mayor parte de los cuentos de hadas se crearon en un período en que la religión constituía la parte fundamental de la vida; por esta razón, todos ellos tratan, directa o indirectamente, de temas religiosos. Los cuentos de Las mil y una noches están llenos de referencias a la religión islámica. Muchos relatos occidentales poseen un contenido religioso, pero la mayor parte de estas historias están, hoy en día, olvidadas, siendo desconocidas para el gran público, precisamente porque, para muchos, estos temas religiosos ya no provocan asociaciones de significado universal ni personal. Una de las historias más hermosas de los Hermanos Grimm, la olvidada «Hija de Nuestra Señora», ilustra esto perfectamente. Comienza igual que «Hansel y Gretel»: «Muy cerca de un frondoso bosque vivía un leñador con su mujer». Como en «Hansel y Gretel», este matrimonio es tan pobre que apenas tiene con qué alimentar a su hijita de tres años de edad. Conmovida por su miseria, la Virgen María se les aparece ofreciéndose para cuidar a la pequeña, a la que se lleva consigo al cielo. La niña vive allí una vida maravillosa hasta que cumple los catorce años. En aquel momento, como en el cuento tan distinto de «Barbazul», la Virgen confía a la niña las llaves de trece puertas, de las cuales tan sólo puede abrir doce pero no la que hace trece. La niña no puede resistir a la tentación, miente y, por lo tanto, tiene que volver a la tierra, muda. Sufre grandes penalidades y está a punto de ser quemada en una pira. Pero en aquel preciso instante, cuando ya sólo desea confesar su delito, recupera la voz y al arrepentirse la Virgen le concede «felicidad para toda la vida». La moraleja de la historia es la siguiente: la voz que sirve para decir mentiras nos conduce sólo a la perdición; por lo tanto, seria mejor estar privados de ella, como la heroína de esta historia. Sin embargo, si se utiliza la voz para arrepentirse, para admitir nuestras culpas y declarar la verdad, ésta puede redimirnos.

Fragmento tomado de: Psicoanálisis de los cuentos de hadas de Bruno Bettelheim, Tusquets 2012.

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