El médico todavía no me dejaba ir al colegio; después de pasarme meses leyendo, los libros me hastiaban, y unos cuantos amigos venían a verme, pero yo había estado tanto tiempo enfermo que sus visitas no servían ya de puente entre su realidad cotidiana y la mía, y cada vez eran más breves. El médico me había recomendado salir a pasear, cada día un poco más lejos, sin cansarme. Pero lo que estaba necesitando era precisamente cansarme un poco.

¡Extraño hechizo el de la enfermedad cuando se es niño o adolescente! Los ruidos del mundo exterior, del ocio en el patio o en el jardín, o en la calle, penetran amortiguados en la habitación del enfermo. Y dentro de ella florece el mundo de las historias y los personajes de las lecturas. La fiebre, que debilita la percepción y aguza la fantasía, convierte la habitación del enfermo en un espacio nuevo, familiar y ajeno a un tiempo; los dibujos de la cortina o el papel pintado degeneran en monstruos, y las sillas, mesas, estanterías y armarios se transforman en montañas, edificios o barcos, al alcance de la mano y al mismo tiempo remotos. Durante las largas horas nocturnas, acompañan al enfermo las campanadas del reloj de la iglesia, el rugido de los coches que pasan de vez en cuando y el reflejo de sus faros, que rozan las paredes y el techo. Son horas sin sueño, pero no horas de insomnio; no son horas de escasez, sino de abundancia. La combinación de anhelos, recuerdos, miedos y deseos se organiza en laberintos en los que el enfermo se pierde y se descubre y se vuelve a perder. Son horas en las que todo es posible, tanto lo bueno como lo malo.

Todo eso va desvaneciéndose a medida que el enfermo mejora. Pero si la enfermedad ha durado lo bastante, la habitación queda impregnada, y el convaleciente, aunque ya no tenga fiebre, sigue perdido en el laberinto.

Fragmento tomado de: «El lector» de Bernhard Schlink. Ed. Anagrama 2006.

 

Un comentario para “Bernhard Schlink sobre los niños y la fiebre

  1. Hermosa selección!
    El fragmento de El lector, esa novela tan entrañable y conmovedora, me recuerda la imparable inspiración de las horas con fiebre y la gran pena de no haber escrito una linea de aquel mar de palabras…
    Ay don Jaime, yo también te quiero y no solo a las diez de la mañana…, hasta el naufragio de dejar a Matilde o que lo deje entre la espuma del o de las sábanas…
    Recomendación: El lector a domicilio y El lenguaje materno de Fabio Morabito ❤❤❤
    Gianfranco, me ha conmovido tu alegría y el enorme y amoroso disfrute de tu paso por Buenos Aires, sus librerías, sus calles…
    Me he sentido identificada con algunas visitas a Mi Buenos Aires querido, sus cines, sus teatros, sus librerías en las que he perdido la noción del tiempo y sus cafés mágicos…
    Gran saludo, pronta recuperación y gracias por tanta dedicación!
    Desde 25 de Mayo, Provincia de Buenos Aires 🇦🇷🧉
    Marisa Peña

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