Título: La invención de Morel
Autor: Adolfo Bioy Casares
Editorial: Destino

Por:
Jesús Zavala Dávila 

Para un perseguido, para usted, solo hay un lugar en el mundo, pero en ese lugar no se vive. Es una isla. 

Estas parecen ser las palabras dichas por cualquier persona a otra que desea escapar de todos y de todo. Y estas mismas palabras recibe el héroe de uno de los relatos más fantásticos, que a la vez es conmovedor. La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares siempre era una deuda pendiente entre mis lecturas. Deuda que no pude saldar en mis años de universidad (mucha teoría, mucha poesía tal vez), pero que una vez fuera de las aulas no podía seguir obviando. Presentada como una aventura, la peripecia del héroe solitario que cumple su destino en una isla alejada de todas partes. 

Desde el principio del relato se nos presentan los elementos que irán constituyendo la narración. Tanto el personaje como el ambiente, los detalles y por menores que el mismo personaje principal irá anotando en su diario. Pues al principio el interés del personaje principal es anotar todos los pormenores y circunstancias desde su arribo a la isla y su adaptación en ella: 


Cuando oscurece busco ramas y las cubro con hojas. No me extraña despertarme en el agua. La marea sube a eso de las siete de la mañana; a veces llega con adelanto. Pero una vez por semana hay subidas que pueden ser concluyentes. Hendiduras en el tronco de los árboles son la contabilidad de los días; un error me llenaría de agua los pulmones. 


Todo pareciera que está contra él, los elementos y el tiempo que pasa solo acrecientan su latente paranoia. Llegando a ver personas por la isla, no sabiendo si son alucinaciones o son tan reales como él mismo. Pero todo dará un giro de 360 grados cuando se interesa, como no, por una mujer.

Entre los giros narrativos y las revelaciones que se van suscitando en el relato, la aparición de Faustine nos llevará, junto con el fugitivo, a conocer poco a poco la verdadera historia de la isla. De esta forma conocemos a Morel y otros tantos personajes algo excéntricos. Así como de las construcciones que el fugitivo inspeccionará, un museo, una capilla, una pileta, la arquitectura tendrá un aire de misterio, como si algo estuviera oculto. 

Volviendo sobre Faustine encontramos que no solo es la puerta por la cual el fugitivo se interesará más por la isla y sus personajes, sino también esta enigmática mujer será una especie de bálsamo para toda la paranoia y locura del personaje principal. Y es que ese interés y necesidad que siente él por ella se traduce en eso que llaman amor: 


Faustine se movía con estudiada lentitud. Por ese cuerpo interminable, por esas piernas demasiado largas, por esa tonta sensualidad, yo exponía  la calma, el Universo, los recuerdos, la ansiedad tan vívida, la riqueza de conocer las costumbres de las mareas y más de una raíz inofensiva.


Así como ella es parte de la isla y del misterio, Morel (cuyo nombre nos recuerda a Moreau, otro inventor isleño, del conocido libro La isla del doctor Moreau de G. H. Wells) es el artífice de todo. Su gran invención que puede transmitir (y perennizar) imágenes, sonidos, sensaciones, sabores, etc. Pero esto solo es parte del extraño y envolvente mural que nos presenta el relato. Bioy Casares no nos presenta un relato de ciencia ficción, tampoco un relato fantástico de los que conocemos, tampoco una historia de amor imposible. 

El gran narrador argentino nos presenta todo lo arriba descrito y más… ¡en menos de cien páginas! Un relato sobre la soledad y la fuerza del espíritu humano al querer ir más allá de lo conocido, cerca de la inmortalidad. Ya lo menciona Borges, a quien dedica Bioy Casares el libro, en el prólogo al libro, estamos frente a un relato que tranquilamente puede ser catalogado de perfecto. Recordemos que Borges se preciaba de ser un gran lector antes que un gran escritor. 

Nos queda la imagen de nuestro héroe, condenado a la soledad y el ver las imágenes de personas muertas, de soportar las condiciones inclementes de la isla y su propia locura que roza con la demencia. Al final todo se vuelve confuso, sus recuerdos, las imágenes, la proximidad de su muerte, su último deseo de permanecer por siempre con Faustine. 

Tal vez nuestro héroe, mientras ingresaba a ese mundo de proyecciones inmortales, iba escuchando Té para dos, esa canción que los personajes de la isla escuchaban en ciertas ocasiones, y que yo escucho mientras termino de escribir estas líneas.

Un comentario para “

Deja una respuesta

Regístrate

O con tu correo

Inicia sesión

O con tu correo