lasangredelaurora

 

Título: La sangre de la aurora
Autora: Claudia Salazar Jiménez
Editorial: Animal de invierno, 2014

En una novela corta pero contundente, Claudia Salazar Jiménez aborda el rol de la mujer en una lucha contínua.  Son tres las historias corren que en paralelo al horror de la «Guerra Popular». Sin embargo, todas  hieren al lector por la brutalidad de sus descripciones y el buen manejo de las voces para indicarnos que el terror puede tener distintos rostros y etapas.

Por:

Gianfranco Hereña

Remueve la tierra del pasado. Busca los restos de esa mujer anónima y coloca un número en su cráneo.  Desempolva. Rasca bien los orificios en cada ojo y observa a través de ellos el horror, la masacre, la violación en masa. Averigua su historia, que es la historia de muchas sin historia. Revive el instante: hazlo prosa. Y Claudia Salazar Jiménez lo hizo en «La sangre de la aurora», no sin antes causarme una gran duda al empezar el texto.

¿Qué hay de nuevo en la Guerra Popular?. Página a página este prejuicio fue desbaratándose.

«Era un bulto sobre el piso. Importaba poco el nombre que tuviera, lo que interesaba eran los dos huecos que tenía. Puro vacío para ser llenado(…) 

Al igual que «Eléctrico Ardor», novela publicada por Dany Salvatierra, la autora ha visto conveniente no abordar un contexto general sino más bien personal. Si en la novela de Salvatierra el personaje era un ex subversivo que vivía enclaustrado, Salazar Jiménez le dio voz a tres mujeres distintas que tuvieron una óptica distinta del conflicto.

Hay, entonces, una cosmovisión personal en cada una de ellas. Todas narran y tienen algo que decir. A veces en tercera persona o en primera.

Sientes el olor fuerte de Gaitán sobre ti. Su cuello huele a venado de montaña. Su pecho a tierra seca. Ay, Gaitancito, mi Gaitán. En la espalda le pones la mano para jalarlo más hacia ti. Más cerca. Dentro, Gaitán se mueve. Un poquito duele. Ay, dices y lo jalas otra vez hacia ti. (pg 25)

Esta misma óptica, trasladada a su vida cotidiana, brinda a las protagonistas una personalidad. Con ello nos va quedando claro, cuál es la posición que cada una de ellas afronta respecto a la vida. Algunas parecen aceptar el destino tal cual como viene y otras, en cambio, deciden luchar, rebelarse, tomar partido por alguno de los bandos.

A la mañana siguiente toda mi vida estaba resumida en una maleta. Después que mi marido se fue a trabajar, llevé a mi hija a la casa de mi madre. Todo decidido. Todo sopesado. Todo analizado. No me alcanzaba el tiempo para ser esposa. Había llegado el momento de entregarme completamente. (pg 27)

La novela está compuesta por retazos testimoniales que poco a poco le van dando cuerpo. Hay, incluso, una poética del dolor bien trabajada que nos permite apreciar, incluso en lo desgarrador, lo bien trabajadas que están las imágenes de la narrativa de su autora .

(…)Los ojos de Abel. Un brillo ves. Volteas la cara. Sudor de soldado. Está ahí tu hijo mirándote. Te mira ¿Te ve? ¿Qué ve? Sonríes. Tu cuerpo partido. Sonríes para los ojos de Abel. Te limpias, Modesta. Los ojos de tu hijo. ¿Sientes algo?. Los soldados sacan a Abel debajo de la cama. No quisiste ver, pero miraste cuando tu hjijo estaba dejando de mirar, cuando le apagaban la luz para siempre. Abel sin luz. Nunca más. Saltaron como globos sus ojos. Se suben el cierre y llevan a Abel a la posta médica de la base. Un niño no debe ver estas cosas, dice el soldado que sigue en ti. Se puede volver un pervertido, asegura (…)

No hablamos de una historia sino de varias que han sido compuestas por voces que destacan gracias a la violencia. Por momentos, pareciera que la autora está dispuesta a sembrar la duda ¿Hasta qué límite puede llegar la crueldad? y cuando pensamos que ésta ya ha tocado su límite, saca la vuelta con algo más.

En «La Sangre de la aurora», todo cierra como en un círculo de fuego que nos acorrala en apenas cien páginas. Aquí  las protagonistas parecen condenadas a perder en cualquiera que fuesen los caminos a seguir. Y sin embargo, queda la la impronta del dolor tatuado en ellas como en su memoria, que se niega a tanto a olvidar como a seguir navegando en ese extenso mar de recuerdos dolorosos.

 

 

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