donosojardindealladoAutor: José Donoso
Título: El jardín de al lado
Editorial: Seix Barral, 1981
Es posible que si en vez de tener 264 páginas, Donoso la hubiese acabado en 210 hubiese sido una novela más redonda. Pero también es de agradecer el riesgo último que decide tomar, el camino del juego y la máscara, que parecía contrarío a la lógica inicial de la novela.


Por:

David Pérez Vega
(http://desdelaciudadsincines.blogspot.com)

 

El jardín de al lado está escrito en 1980, la misma fecha en la que se sitúa su acción. El narrador es Julio Méndez, un escritor chileno radicado en España, en el pueblo costero de Sitges (donde vivió Donoso). Méndez estuvo encarcelado seis días como consecuencia del golpe militar de Pinochet (el Once, se le llama en la novela); y aunque es un exiliado político, no tiene en su pasaporte impresa la letra que le impediría volver. Pero él no quiere volver; tras haber conseguido críticas positivas de los libros que pudo publicar en Chile, quiere escribir la gran novela chilena sobre el golpe militar, hablando de sus seis días de encarcelamiento. La novela comienza cuando la poderosa agente literaria de Barcelona Núria Monclús (posiblemente un trasunto de Carmen Balcells) ha rechazado la novela de Méndez, y le pide que la reescriba. Por las mismas fechas, Pancho Salvatierra, amigo de la infancia de Méndez, le llama a Sitges desde su residencia de Madrid para ofrecerles a Julio y a su mujer –Gloria-, su casa, ya que él tiene un compromiso laboral en Italia. Salvatierra es un cotizado pintor internacional y su piso de Madrid se encuentra en la mejor zona de la ciudad (por las referencias que da, ha de ser en el barrio de Salamanca, aunque nunca se le nombra).

 

Gral Augusto Pinochet saluda a sus guardias. Durante su gobierno
muchos chilenos fueron deportados por no comulgar con sus ideas
políticas. José Donoso escribe «El jardín de al lado» desde España,
la meca literaria de los escritores del «Boom Latinoamericano».
 
Julio y Gloria son un matrimonio de más de cincuenta años, que supera las dos décadas de convivencia a sus espaldas y que no atraviesa su mejor momento. Ambos son hijos de la burguesía chilena (Julio es hijo de un congresista liberal, por ejemplo; imagen que sirve de contraste con el congreso cerrado del Chile actual) y no llevan del todo bien las estrecheces económicas que están pasando en España, donde sobreviven en los aledaños de la edición: traducciones del inglés, correcciones de libros, la espera del contrato que Julio podría conseguir de Núria Monclús… y además están los préstamos de dinero que el hermano de Julio le envía desde Chile, donde se encuentra correctamente asentado en el nuevo régimen. El matrimonio tiene un hijo, Pato, una de las ausencias significativas de esta novela (vive en Marrakech) plagada de ausencias: la del hijo, la de los padres (es probable que la madre muera en el Chile al que Julio no quiere regresar, aunque puede hacerlo, pero no lo quiere hacer sin haber conseguido publicar en Europa), la del amigo (Salvatierra nunca se hace presente en la novela).
 
El jardín de al lado comienza en Sitges, donde se describe el ambiente de los exiliados hispanoamericanos: los psicoanalistas argentinos o uruguayos que tienen que pasar consulta en un bar, por ejemplo, o los buscavidas que hacen del compromiso político y el exilio una forma de vida, y aprovechan su situación para vender cuadros o falsa quincalla folklórica. Este primer capítulo de Sitges (unas 60 páginas en la novela) está muy bien narrado, con sus saltos en el tiempo para describir unas pocas horas. En cierto modo, el Méndez de Sitges me ha recordado al Roberto Bolaño de Blanes (“una novela que perdurará en la memoria de sus lectores”, escribió Bolaño sobre El jardín de al lado).
Uno de los temas de esta novela (algo ya sugerido desde el mismo título) es el de la envidia. Así empieza el libro: “A veces, compensa tener amigos ricos. No quiero interceder aquí a favor de una adicción histérica y exclusiva, a lo Scott Fitzgerald, por esa forma de convivencia.” (pág. 11). Julio Méndez siente envidia de los ricos, de los que se encuentra excluido al haber dejado Chile, y también de los escritores hispanoamericanos del boom; principalmente de Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, y del inventado Marcelo Chiriboga (inventado porque acabará apareciendo brevemente en la trama).
Escribí antes que la envidia era uno de los temas centrales de El jardín de al lado, pero en realidad la envidia es una consecuencia tangible del fantasma más poderoso que recorre a Julio Méndez y a esta novela: la sensación de haber fracasado. “Me doy cuenta de que para mí el único mundo coherente es el del fracaso”. (pág. 128).
El jardín de al lado de la novela es de la casa de una familia de nobles de España. Méndez espía desde la ventana del piso de lujo de Salvatierra a la joven señora que se baña en la piscina, en vez de corregir su novela sobre el Once. El jardín de al lado es también el jardín de la casa de sus padres en Chile, donde no puede volver; es el jardín donde toman el sol bellezas rubias de una juventud desenfadada, que ya no es la que posee Gloria, su mujer; y el jardín de al lado es el mundo que otorgan los privilegios del éxito y la fama, que Méndez ve cómo le son concedidos a escritores como García Márquez o Chiriboga, pero no a él.
Es curioso además leer sobre la visión que de mi ciudad, Madrid, tiene un chileno en 1980; una ciudad llena de pasotas o de informáticos, se nos cuenta. Me han parecido un tanto extrañas las 50 últimas páginas de El jardín de al lado, con esos giros novelísticos inesperados, aunque también es cierto que las he leído con gran interés. Es posible que si en vez de tener 264 páginas, Donoso la hubiese acabado en 210 hubiese sido una novela más redonda. Pero también es de agradecer el riesgo último que decide tomar, el camino del juego y la máscara, que parecía contrarío a la lógica inicial de la novela.
Para leer la reseña completa visitar el siguiente link.

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