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Título: Bajo la sombra
 Autor: Jack Martínez
 Editorial: Animal de invierno, 2014

Bajo la sombra es un libro que se puede leer como una crítica a la pose artística encapsulada en la personalidad de Sebastián. Además, por su estructura, hay una propuesta metaliteraria en dos niveles: por el diario que se puede concebir como un texto independiente y por la idea de construir una novela mientras vamos leyéndola.

Por:

Lenin Pantoja Torres (@leninpt18)

“Solo se pueden olvidar a los vivos que uno quiso, a los muertos jamás” (p. 60), dice uno de los personajes de Bajo la sombra (Animal de Invierno, 2014), la primera novela de Jack Martínez. De alguna forma, solo el olvido despeja todo signo de pesar, remordimiento y culpa cuando sabemos que hay una posibilidad de existencia para esa persona que quisimos y que ahora no está con nosotros. La muerte, por su parte, fija, estable y perenniza el dolor que provoca la ausencia de ese alguien que lastimamos o que no supimos querer. Posibilidades distintas, caminos abiertos pero en constante tensión en un libro que, desde el título, propone no esclarecer, sino ocultar y ensombrecer las vidas de sus personajes. En ese sentido, la frase citada sintetiza, por la contundencia de sus palabras, la atmósfera que acompañará el desarrollo de esta novela, una historia donde apreciaremos la confrontación de dos mundos disímiles, la conflictiva relación padre-hijo a pesar de la inexistencia de algún contacto físico, una estructura inteligentemente fragmentada, las múltiples vidas que giran en torno al protagonista de este libro y el manejo del tema de la violencia desde una perspectiva de resistencia discursiva dentro de nuestra tradición que paulatinamente se ha tornado monotemática en este aspecto. Sin duda, una apuesta narrativa ambiciosa que ha sabido concentrar muchos elementos complejos en una novela concisa, compacta y contundente.

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Bajo la sombra se construye a partir de la historia que cuenta Joaquín, unos acontecimientos que pasan por cinco momentos fragmentariamente planteados, pero con un claro hilo conductor en cada uno de ellos. En estas partes, Joaquín se relacionará con Carola, Sebastián, Waldo y Rocío, personajes con sus propios miedos, traumas y necesidades, las que apreciaremos como telón de fondo sobre el que se desarrollará la vida del protagonista a partir de las relaciones que establece con su madre y con la ausencia de su padre. El planteamiento caótico del tiempo beneficia el desarrollo de los sucesos, pues cada acción presente asume ciertos matices producto de algunas ideas del futuro que no adelantan, a modo de un spoiler, lo que va a pasar, sino elevan la expectativa de lo que ocurrirá. “Si alguna vez tuve un referente, ese fue Sebastián. Antes de conocer sus debilidades y sus mentiras, quería parecerme a él” (p. 42). Sebastián, de quien solo sabemos que ocultará una parte de su vida al inicio, será el que instruya a Joaquín en el arte de pintar-intervenir paredes, lo que luego terminará por moldear el oficio final de Joaquín: pintor de ataúdes, “artista de la muerte”, como lo bautizara un personaje.

(Tomada de: Leeporgusto.com)

Paralelamente, al final de cada parte, conocemos la historia del padre de Joaquín, un académico obnubilado y confundido, en muchos momentos de su vida, sobre todo los anteriores a la noticia de su inminente muerte, por sus estudios teóricos que lo han llevado, incluso, a distorsionar la realidad. Inteligentemente, Jack Martínez problematiza sobre dos ámbitos completamente distintos: el mundo real y el mundo académico. La idea es proyectar el impacto de ambas y ver cuáles son sus alcances, sobre todo frente al ámbito contrario. A partir de la novela, podemos inferir que el mundo real te permite conocer su lógica existencial, pero con la única posibilidad de sobrevivir en él, no conquistarlo ni dominarlo. El mundo académico, por su parte, a partir de abstracciones teóricas, puede entender y aprehender el funcionamiento de la realidad, pero solo a través de ideas, ya que no logra concretar nada. Sin embargo, a pesar de la inexistencia del contacto directo, hay una alimentación cognitiva del mundo académico donde el mundo real es objetivado y cuya participación siempre es pasiva. En la novela, Joaquín hijo (mundo real) trata de emanciparse o defenderse del espacio de su padre (mundo académico) argumentando que, en la realidad, la teoría no sirve, pues la calle es dura y solo sobreviven los más fuertes. No obstante, más adelante, cuando construye una simulación de la biblioteca de su padre (una forma de concretizar a su progenitor), vemos que la lectura de ficción invade y tergiversa su percepción del mundo. Quizá la ficción literaria no sea exactamente teoría, pero, en la novela, es lo más cercano a la academia, a la constante lectura de lo escrito, a ver la realidad a partir del contenido de los libros:

“Y yo pienso que ese insecto [alude a La metamorfosis de Kafka], a diferencia de mí, fue hombre alguna vez. En cambio yo nací insecto y solo después, traté de transformarme en hombre. Y ni siquiera sé si lo he conseguido. Entonces sería mejor comenzar este párrafo escribiendo: “He sido un insecto y tal vez lo siga siendo”. Digo esto porque en mis primeros recuerdos mi madre ya me trataba como a un ser inferior y despreciable. Yo hablaba, preguntaba, trataba de entender por qué tanto odio, pero ella nunca contestó” (p. 55).

Conocemos la vida del padre de Joaquín por las notas de un diario personal que dejó antes de morir. Quería apuntar las ideas que darían forma a una novela, la que marcaría su despedida de la literatura y su ingreso a los estudios filosóficos, pero terminó por mostrar el duro proceso de destrucción corporal que lo llevaría a la muerte a causa de una extraña enfermedad que canceló todos sus proyectos profesionales y familiares. Las notas del diario están planteadas en orden inverso a como fueron escritas, es decir, leemos la última nota hacia la inicial. Quizá se pudo justificar ese orden dentro de la novela, por ejemplo, a partir de la forma como las leyó algún personaje, lo cual le hubiera dado mayor verosimilitud a la disposición de los fragmentos. De todas formas, la decisión de colocarlas en ese sentido es bastante positiva para la novela, pues aporta a la tensión narrativa. Se suele pensar que los hechos finales pueden darle mayor contundencia al cierre de una historia, sin embargo, esto no es un presupuesto narrativo establecido. Jack Martínez, contrario a lo que cualquier lector esperaba, decide transitar, con éxito, por el camino más difícil: hacer que el punto inicial de la historia del padre de Joaquín sea el momento más álgido de la novela.

 

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El tema de la violencia política ha sido desarrollado con mucha intensidad no solo a nivel creativo, sino también en cuanto a estudios teóricos y críticos, lo cual hace justicia a la importancia que poseen los acontecimientos históricos que muchos países, incluido el nuestro, han afrontado. Todo está muy bien, pero quizá no sea muy saludable olvidar que existen muchos tipos de violencia, que su presencia a veces queda minimizada cuando hablamos de “lo más importante”. En el contexto literario, no digo que ya no deba escribirse o estudiarse la violencia política. Quizá sea necesario repensar algunos presupuestos teóricos sobre los cuales estamos reflexionando, pero ese es otro tema que escapa el horizonte reflexivo que apertura Bajo la sombra. Parto de estos parámetros, porque me parece positivo que un escritor construya una historia donde la violencia cotidiana tiene mucha importancia, a pesar de no copar o saturar por completo al libro, lo cual hubiera sido demasiado antojadizo y predecible. Contrariamente a lo que se podría pensar en primera instancia, la muerte no es el principal tema del libro, no es un elemento que traspase toda la estructura al grado de involucrarse por completo en las vidas de todos los personajes. Como dije al inicio, la muerte como construcción ilógica y abstracta, difícil de comprender y aprehender, constituye la atmósfera sobre la que se desenvuelven las historias.

¿Qué es lo que hace que los personajes se muevan, se relacionen, se involucren y se separen? Si bien genera muchos sentimientos cargados e ideas complejas, la muerte solo es el resultado de un conjunto de acontecimientos rutinarios. Es la violencia cotidiana, la normalización del uso y abuso de esta violencia, específicamente la familiar y barrial, el combustible que alimenta el motor de todas las historia de Bajo la sombra. Pensemos en los personajes. Carola enfrenta la muerte de su hijo, víctima de dos balazos en la cabeza por el dinero robado por su marido a unos peligrosos delincuentes liderados por Waldo. Luego, asesinan al marido y a ella misma, pues Waldo debía dar un mensaje a todo aquel que le quiera robar. Rocío es la hermana de Waldo y ha perdido a su marido, porque Waldo, por una desconocida razón, lo ha asesinado. Sin embargo, Rocío profesa un amor incondicional y enfermizo hacia su hermano, lo cual hace sospechar o imaginar una infancia traumática para ambos. Joaquín conoce a Waldo en la prisión desde donde este ejerce su poder, el cual se evidencia en sus beneficios penitenciarios y en su liderazgo sobre el barrio donde vive Joaquín. Todo termina en la muerte, es cierto, pero lo importante es el proceso de violencia generalizada que la provoca y antecede, no solo el resultado final.

Se debe recalcar la violencia familiar que acontece en la casa de Joaquín. Su madre, evidentemente trastornada por la muerte de su marido, ve en su hijo todo lo que su esposo logró superar para convertirse en el “intelectual” (palabra importante dentro de la novela) de la familia. Joaquín prácticamente se siente “un insecto” y no logra comprender la razón de tanta violencia en torno y hacia él. Al final, la única forma de escapar del terror familiar es la independencia que le brinda el trabajo delictivo que consigue con Alex, un amigo de la escuela nocturna, robando a los borrachos que suban al taxi de este. La violencia callejera para salir de la violencia familiar. Luego, Joaquín aprendería el oficio de pintar ataúdes, un trabajo que depende, en la zona donde él vive, de la violencia urbana de todos los días, donde la muerte es tan natural como cualquier otro acontecimiento cotidiano. Los personajes no pueden escapar de la lógica de la violencia de la que han salido, en la que están inmersos y hacia la que llegan al huir. No se puede salir, nadie puede escapar. Finalmente, es cierto que hay muchos referentes notables de violencia urbana y callejera en nuestra tradición literaria, pero el mérito de la novela de Martínez es que la violencia está acompañada de múltiples aspectos que podrían hacernos dudar de su importancia central. Precisamente, estos variados elementos permiten que la novela también se pueda leer desde otras perspectivas, lo cual es positivo, sin embargo, desde mi punto de vista, la violencia cotidiana es el eje articulador a nivel temático.

 

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(Tomada de: Elhablador.com)

Jack Martínez no construye a sus personajes a partir de descripciones pormenorizadas, prefiere contar historias, matizar las existencias a partir de acontecimientos concretos. Sabemos frente a quién estamos por lo que ha vivido. Comprendemos cómo piensan y cuál es la razón de sus comportamientos a partir de sucesos específicos. Esta es una de las razones de la concisión de la novela, pues Martínez se concentra en contarnos las historias, antes que en matizar puntillosamente a sus personajes. A pesar de eso, a pesar de que no existe un perfilamiento deliberado, el lector puede reconocer la verosimilitud de las personas representadas con mucha facilidad. Los diálogos y las acciones dicen más de los personajes que muchas palabras aglomeradas en una descripción fútil e insustancial que no aportaría al ritmo de la narración.

Bajo la sombra plantea una relación conflictiva entre Joaquín hijo y Joaquín padre. Lo interesante es que sentimos esa intensión a pesar de que nunca existe un contacto físico entre ambos. Asimismo, la vida dura que le tocó vivir a Joaquín podría hacernos pensar que él es un tipo con mucho odio hacia la responsable de esa vida, hacia su madre, pero esto no ocurre de esta manera, pues solo implicaría un lugar común o una actitud completamente predecible. Precisamente, este tipo de situaciones son las que hacen complejos a los personajes de Martínez. Por ejemplo, la alegría de ver en la perdición a la persona que le hizo daño se confunde con el amor natural hacia su madre:

“La oración parecía infinita, aunque sonaba cada vez más lejana. Yo seguí caminando y de pronto unas lágrimas se me escaparon. Me sorprendieron y se confundieron con la alegría que sentía al ver a mi madre al borde de la perdición. Las lágrimas seguían saliendo, no comprendía de dónde provenía ese ligero dolor que se iba infiltrando en mí. Mis sentimientos se contradecían” (p. 33).

No es precisamente un personaje, pero el diario del padre de Joaquín es casi su proyección. Por ello, para tratar de concretizar la presencia de su padre, Joaquín reconstruye el lugar que representaba la presencia de su progenitor en su hogar: la biblioteca. El único símbolo que podría aludir a un ser obsesionado con la teoría es un repositorio de libros, y hablo de repositorio, pues ese lugar en casa de Gabriela, la madre de Joaquín, era solo el lugar donde descansaban todos los libros, sin que nadie pueda leerlos, sin que el mismo Joaquín pueda tocarlos y revisarlos. Dentro de todo ese templo bibliográfico, esa especie de cuerpo inerte, descansaba el diario, el cual constituye una especie de alma, espíritu o la esencia más pura de Joaquín padre, el objeto que posee la única verdad de un ser que su hijo solo pudo conocer a través de los comentarios tendenciosos de una madre y esposa trastornada por la pérdida de la persona que amó y de la cual dependió. Por ello, si tomamos en cuenta lo que pensaba Joaquín padre de su hijo, podríamos comprender el comportamiento de Gabriela. Esto construye una lógica para los personajes femeninos de Martínez, pues siempre son unos seres fuertes en sus decisiones, pero completamente vulnerables producto de la dependencia hacia alguien, generalmente un hombre que las marcó.

 

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Bajo la sombra es un libro que se puede leer como una crítica a la pose artística encapsulada en la personalidad de Sebastián. Además, por su estructura, hay una propuesta metaliteraria en dos niveles: por el diario que se puede concebir como un texto independiente y por la idea de construir una novela mientras vamos leyéndola. El universo discursivo de este libro también transita por la novela de personaje, la novela familiar y la novela teórica o de idea. Por estas razones, Bajo la sombra no pudo constituir un mejor debut para Jack Martínez dentro de la literatura peruana. Su novela evidencia la consciencia de un escritor seguro de sus recursos, de lo que busca narrativamente y de lo que puede conseguir en ese camino. Asimismo, leyendo este texto, podemos ser conscientes del enorme vacío creativo que existe en nuestra tradición literaria frente a todas las posibilidades que invita la violencia generalizada que apreciamos  a diario. Quizá sea un lugar común decir que basta ver las noticias o leer los periódicos para darnos cuenta del enorme repertorio temático que existe para escribir, pero resulta paradójica la poca importancia que le confieren nuestros escritores. Siempre estará bien que existan muchas variantes creativas, pero parece que últimamente se asume como poco creativo fijarse en referentes realistas para escribir. La novela de Jack Martínez refresca y actualiza positivamente todas las posibilidades que permiten vincular el tema de la violencia cotidiana con los traumas personales, las relaciones sentimentales frustradas y los vínculos familiares pervertidos. Por esta razón, Bajo la sombra se puede entender como una resistencia discursiva a concebir la violencia desde un solo punto de vista, generalmente el político.

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