Nota XXII
huesos que fuego a tanto amor han dado
exilados del sur sin casa o número
ahora desueñan tanto sueño roto
una ftiga les distrae el alma
por el dolor pasean como niños
bajo la lluvia ajena/ una mujer
habla en voz baja con sus pedacitos
como acunándoles no ser/ o nunca
se fueron del país o patria o punta
que recorría la cabeza como
dicha infeliz/ país de la memoria
donde nací/ morí/ tuve sustancia/
huesitos que junté para encender/
tierra que me enterraba para siempre
Mis Buenos Aires querido
Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.
Velorio del solo
En la fecha
Solo de ti, lleno de ti,
esta tarde a las 7,
el ciudadano de tu ausencia
se palpaba la cara, la voz, los papelitos,
deveras comprobando
que tus ruidos andaban por sus huesos
y en general te habías ido.
Golpeó puertas, teléfonos.
La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo, señora,
y él sentía tirones detrás del corazón.
A lo mejor era el tabaco,
de todos modos yo soy otro:
un pedazo de ti,
alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos,
y, andá a saber por qué,
toda la parentela de la muerte.