A un millar de kilómetros al norte de Lima, una humilde familia sonríe con efusivad. El árbitro ha pitado el final del partido. Ese empate mantiene intacta las posibilidades de su selección para asistir, por segunda vez consecutiva, a un mundial de fútbol.Es el mismo millar de distancia que, años atrás, recorrió un siniestro personaje. Un futbolista que alguna vez, incluso, fue comparado con el mejor jugador del mundo. Un recio mediocampista de extrañas gambetas a quien sus días de toque fino no le duraron mucho. Por eso se marchó lejos, a rodearse de sombras de plátano mientras buscaba la forma de ganarse la vida con alguna actividad relacionada al fútbol. Sin saber que estaba tan cerca de hallarla, aunque de dudosa manera.
Ya le habían contado que ahí, la pasión de patear un balón era casi la misma que en su tierra. Eso sí, el biotipo y la velocidad de esos morenos fornidos no la iba a encontrar en ningún lugar. Al forastero le bastó mirar algunos partidos de ligas inferiores para comprobar que ese dato era cierto
El pueblo norteño donde se presentó como cazatalentos, acreditado de la federación del país, lo acogió sin problemas. Estaban emocionados de que, al fin, alguien intentara rescatar de la pobreza a uno de sus hijos. El desconocido, adorado por una multitud, ya tenía anotado a un zurdo talentoso que se llevaría para hacerlo triunfar en las grandes ligas.
Luego de los trámites de rigor, el forastero propone que es mejor colocar su apellido en los documentos para evitar problemas en los controles migratorios. Además, él es un hombre de una moral intachable y gloria del fútbol nacional. No habría motivos para desconfiar. Pero la verdad es que si los hay. Toman el bus de regreso a la capital y ni bien se están acomodando en los asientos, le indica a su joven protegido que ahora tiene un nuevo nombre y que si cumple al pie de la letra sus estrictas indicaciones, tendrá éxito.
El joven no hace muchas preguntas. Asiente. A simple vista parece tímido, pero en la cancha se transforma. Su juego aéreo es mortal. Y de eso dan cuenta varios técnicos de equipos juveniles, quienes desean tenerlo en sus filas. La sonrisa tintineante de su representante, al ver las ofertas de los clubes, es el alivio de saber que el viaje realizado no fue en vano.
No pasó mucho tiempo para que la joya escalara posiciones. Primero recaló en uno de los principales equipos de la liga local y, así, no se paró hasta llegar a la selección. Su tutor no cabía de felicidad por el veloz progreso de la nueva estrella. Su ascenso, claro, y el porcentaje económico que recibía. Sin embargo, el rostro del pupilo no revelaba la misma felicidad que su patrocinador. Él quería vestir la camiseta de un país, pero el suyo. Un país ubicado sobre la línea ecuatorial. De clima tropical y gente muy alegre. Ahí todas, o la gran mayoría de familias, eran felices. Todas, excepto una. Aquella humilde familia que fue arrebatada de un hijo con engaños y que, últimamente, creía haber visto jugar a su retoño vestido de un exótico blanco y rojo en las eliminatorias premundialistas.
Los primeros indicios de rebeldía asomaron cuando cambió de representante. Su mentor, seguiría cobrando algunos regalías, pero en menor cantidad. La noticia fue terrible para su descubridor, pero no tuvo otra alternativa más que aceptar la nueva situación, pues se podría evidenciar la verdad y él tendría que lidiar con un gran escándalo.
Luego llegaron los despilfarros de dinero; cambios de look radicales, amanecidas, mujeres. Gran parte de la sufrida afición empezó a repudiarlo. Era más fácil verlo convocado a la página de espectáculos que a la selección y cuando la cámara lo enfocaba, jamás cantaba el himno. Estaba claro que tenía sus motivos; para provocar a sus detractores y también, porque valgan verdades, no sabía la letra de ninguna estrofa.
Hasta que un día, como en la vida; una nueva oportunidad llegó. Las lesiones de los principales atacantes del conjunto patrio, favorecieron al delantero de origen norteño, quien fue convocado para enfrentar a un rival histórico y directo. Un adversario que él conocía bien. Es la fecha trece de las clasificatorias mundialistas para el campeonato a realizarse en Alemania. Y nuestra selección tiene la obligación de ganar para seguir en competencia. Otro resultado acorta toda posibilidad de asistir a una contienda mundial.
Sentado en la banca de suplentes, el moreno artillero no inicia las acciones, pero está presto a entrar en cualquier momento. Mientras, observa atento el encuentro y sufre en silencio cuando la selección local iguala el marcador. Es un dos a dos y el técnico ha solicitado su ingreso. Pisa el gramado, da vueltas por el campo y trata de esperar un pase que, cerca del final, le llega por la banda derecha. Elude al arquero y cuando esta con el arco desguarnecido se detiene, un segundo, a pensar en los abusos del usurero que se hizo pasar por su padre, en una nación hostil, la prensa amarilla, en su familia que -a más de mil kilómetros- se merece otra alegría…
…Y entonces sabe, que es el momento perfecto de la revancha.