Estados Unidos ha invadido todos nuestros sentidos, algunos tratan de negarlo y otros ya se acostumbraron, el caso es que está everywhere: en las marquesinas de los cines, en las librerías, ¿acaso no nos encanta la prosa de Salinger?, ¿y cuando nos comenzó a gustar la música, no tarareábamos en un lenguaje incomprensible a Nirvana o R.E.M.?
Por:
Erick Benites
Estados Unidos ha invadido todos nuestros sentidos, algunos tratan de negarlo y otros ya se acostumbraron, el caso es que está everywhere: en las marquesinas de los cines, en las librerías, ¿acaso no nos encanta la prosa de Salinger?, ¿y cuando nos comenzó a gustar la música, no tarareábamos en un lenguaje incomprensible a Nirvana o R.E.M.?
Pero hablemos de la invasión latinoamericana allá. Porque aquellos que han logrado pasar nuestra Muralla China han dejado sus costumbres bien plantadas. ¿No digas que en Miami ahora las tiendas no tienen un letrerito: ENGLISH SPOKEN HERE? ¿O cuándo estás en Los Ángeles el aroma de una McCheese y unos nachos con salsa no coexisten armoniosamente? Esta antología nos entrega la mirada latina de lo gringo, de su alienación y nuestra adaptación. La experiencia comienza en un ideal: tres cubanos intentando navegar con unas cámaras las costas del Atlántico, plagadas de tiburones y oleaje caprichoso; esto se ve en el primer cuento “Las palmeras detrás” de Ronaldo Menéndez, donde este trío es una asíntota que nunca toca Estados Unidos. Luego están los relatos de road trip como el de Paz Soldán y el mochilero misio en “Todas las mujeres son galgos” de Sergio Galarza.
Este libro está delineado por cuentos que se transforman en rutas de un mapa. Un mapa para peruanos, argentinos, guatemaltecos, bolivianos, mexicanos… all of the above. Se parte desde Miami y el viaje literario sigue de este a oeste, pasando por desiertos con ilegales y gasolineras selfservice. Luego nos dirigimos hacia California y se descansa en Denny´s con unos chilenos obsesionados por el Oscar, caricaturizados con un estilismo extremo por Fuguet. El viaje termina en Nueva York, la nueva capital de la nostalgia latina, el París de Bryce y Cortazar. Esta ciudad da pie para terminar mezclándolo todo (raza, costumbres, estupidez… y por supuesto idioma) como se hizo en Blow up de Giannina Lozada.
Al leer las últimas páginas de esta antología y reponerme del lenguaje de catálogo y tanto inglés/español entrecortado, me dejó la idea de un monstruo gestándose en la literatura. Un monstruo que no es ni de ellos ni de nosotros, simplemente al llegar será víctima del spanglish y de otras mixturas. Su aliento olerá a french fries y tamales, también balbuceará a Brittney Spears y Los Tigres del Norte como si fueran uno.