‘‘He dedicado mi vida a la novela: he estudiado,

he enseñado, he escrito y he leído.

He dejado fuera casi todo lo demás. Ya basta. ’’

Philip Roth

 

Por:

Diego Triveño

Harold Bloom lo escribió en Dumbing down American readers (artículo para The Boston Globe) y, en efecto, con la publicación de Némesis (2010), Philip Roth mantuvo su lugar en el podio de los narradores norteamericanos contemporáneos de más alta calidad, con un lugar al lado de Thomas PynchonDon DeLillo y Cormac McCarthy.

Acercarse a Roth, su variedad temática, la historia social como hilo conductor de sus novelas, es un placer que viene deleitando tanto al público como a la crítica americana más punzante. Es difícil, en lo personal, pronunciarse ante la pregunta de sobre qué tratan los libros de Roth, en una opinión algo aventurada y escueta diría que condensan la búsqueda de la identidad, la lucha contra la vida y, sobre todo, la muerte como estación ineludible.

Sin embargo, es en las páginas de Némesis donde, predominantemente, su protagonista, Bucky Cantor, mantiene extensas cavilaciones sobre la azarosa, a veces incomprensible, mano de Dios y los destinos que de esta dependen. No se trata, como sí ocurre en algunas de sus predecesoras, de la novela de un héroe en particular, como la saga de Nathan Zuckerman o las peripecias del profesor David Kepesh, sino de la cobardía, la culpa en los hombros de cualquiera y de ninguno y la impotencia, todas estas como rasgos tan encarnados pero ocultos en el fantasma de nuestra condición humana.

Sobre «Las némesis»

Habitualmente, la sede de esta novela vuelve a ser Newark y sus alrededores, en específico, el barrio de Weequahic de 1941; ahora azotados por un brote violento de poliomielitis (lo cual no hace sino remitirnos de alguna forma a la metáfora teológica esbozada en La Peste de Camus) que cierra sus fauces sobre todos los ciudadanos, con mucha mayor frialdad sobre la población infantil. En ese escenario es donde encontramos a Bucky, un supervisor de actividades escolares al aire libre, el modelo de un hombre de bien que es rechazado por el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, pero que halla, por irónico que suene, el papel de héroe y figura a seguir en cada uno de los niños de los que se encarga. La constante presencia de la muerte, obvia antagonista, en los hogares de Newark hace entonces que la vida de Bucky se vea sumida en una frustración, primero tolerable, pero después intensa y desgarradora. Nada ni nadie consigue liberar el corazón de este hombre del peso de cada uno de sus actos. Y son quizás durante esos instantes, en los que, al igual que muchos otros hombres, Cantor cuestiona la pasividad que envuelve a las fuerzas divinas y su rol sobre el destino que nos aguarda, silencioso, al fondo del pasillo.

En el aspecto técnico, Némesis cuenta con un narrador que dista demasiado del de La humillación, su predecesora bibliográfica (todo sea dicho: una novela muy por debajo del estándar esperado por muchos y de la que poco podría decirse), su prosa no termina por exasperar a causa de su deliberada lentitud, sino, más bien, surca con destreza el desarrollo de la trama página a página. La historia se fragmenta en tres partes, cada una siguiendo la tradicional estructura de inicio, nudo y desenlace o catarsis. Roth se sirve de un puñado de recursos bastante sencillos que hacen de la novela (y sus poco más de cien páginas) un libro indispensable para cualquiera que se precie de valorar la mejor Literatura.

Debo decir que Cantor, inevitablemente, es a veces todos los hombres, no resultó siendo un pesimista por completo, él luchó, pero su derrota haya sido quizás un final ya escrito e irremediable que jamás se hubiese imaginado, una estación más allá del dolor de la muerte: la permanente culpa.

Philip Roth, indiscutible miembro de esa cada vez más reducida estirpe de escritores que han sabido dosificar su relación con la vida y mudarla a la ficción, llevado de la mano de un estilo ágil y certero (evocador quizás del ritmo del mejor Fitzgerald o Capote), ha labrado un universo que muy probablemente no haya podido tener un mejor final que con Némesis, su último saludo en el escenario antes del cese de sus intervenciones públicas, del ruido y las luces de los medios, con esta definitiva y última novela.

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