¿Cuál es el criterio que siguen para asignar los colores?

Seguro que muchos se lo han preguntado alguna vez. “Anda mira, este es nuevo, mira qué color más exótico le han puesto. Mira que son eh». Y es que durante un tiempo creí que la cosa iba en función de las ventas o del prestigio del autor. El color, entonces, era un estatus, siendo el rojo la medalla de oro. Ahí estaban Auster, Bolaño o Enrique Vila-Matas con sus colecciones dominadas por el bermellón. Un día, descubrías algún libro verde o azul escrito por un autor rojo, y estupor, todo se te desmontaba. Había que montar otra teoría. Me venía muy bien para los viajes en transporte público.

Escribo a Anagrama (Coyle) y el misterio se esfuma: “Realmente no tienen ningún significado. La decisión es de Herralde.”

Consternación.

Esto no va a quedarse así, pensamos (Anthony Coyle). ¿Qué pasa con tanto rojo? ¿Acaso es una indirecta de Don Anagrama? Jorge Herralde nos atiende por correo: “Lo que prima es la ilustración y a partir de ella escogemos un fondo, con criterios elásticos. Entre las diversas opciones propuestas por el grafista en cada título, yo escojo la que me parece más pertinente. Si acaso, hay una regla recurrente: cuando las ilustraciones son en blanco y negro el color de fondo es casi siempre rojo “Ferrari”.

Hago memoria y sí, los 86 cuentos de Quim Monzó, El Imperio de Ryszard Kapuscinski o Deseo de ser punk, de Belén Gopegui, todos tienen ilustración monocroma y lomos rojos. El bueno de Herralde no sólo se lee todos los libros de su editorial sino que también tiene la decisión final sobre las ilustraciones de la cubierta. Si nos fijamos, las ilustraciones suelen tener un color dominante que es el que finalmente adorna las tapas.

Velocidad de los jardines es un claro ejemplo: velocidad de los jardines

Pues la cosa era simple. Tanto para esto.

Por preguntar: —¿Y hay algún motivo por el cual libros como Wilt o Ada o el ardor sean rosas?

—Lo disímiles que son Wilt y Ada o el ardor indican que se trata de un puro azar. A rose is a rose is a rose, como diagnosticó Gertrude Stein.

Poniendo orden desde 1989

Es una colección pop, joven o atrevida. Poco importa la etiqueta porque la única realmente válida es la de Compactos: sólo el que ha leído unos cuantos alcanza a comprender la intención y la coherencia con la que la editorial lleva décadas armando la colección. El catálogo “se nutre básicamente de los mejores títulos del fondo editorial”, según se lee en el libro que la Anagrama publicó con motivo de su 40 aniversario, donde también se afirma que Compactos es “seguramente la primera colección en España dedicada sistemáticamente a la mejor literatura contemporánea.” No están todos los que son, pero sí son, etc.

Compactos Anagrama

La colección de Compactos se estrenó en 1989 con Factotum, de Charles Bukowski; El almuerzo desnudo, de William S. Burroughs; A pleno sol y la máscara de Ripley, de Patricia Highsmith; y Reunión tumultuosa, de Tom Sharpe. Entonces, cada libro costaba entre 600 y 800 pesetas. Hoy, los precios siguen siendo ridículamente razonables, bailando entre los siete y los catorce euros en función del número de páginas. Superados los compases de los primeros años de la década de los Noventa, en la actualidad se editan al año en torno a 30 nuevos Compactos.

Larga vida a esta peste multicolor.

Adaptado del texto de Anthony Coyle: 

Link: http://pollitolibros.com/2014/06/24/que-significan-los-colores-de-los-compactos-anagrama/

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