Título: Punto de fuga Autor: Jeremías Gamboa Editorial: Alfaguara, 2007
Jeremías Gamboa asimiló provechosamente las lecciones de dos grandes narradores: Ribeyro y Vargas Llosa. Del primero, la temática centrada en personajes marginales que no se hallan a gusto con su entorno; del segundo, la idea de un universo propio que se va expandiendo conforme avanza la pericia técnica del autor.
Por: César Arenas Ulloa
Parece ser que Jeremías Gamboa (Lima, 1975) asimiló provechosamente en su primer libro de cuentos, Punto de fuga (Alfaguara, 2007), las lecciones de los dos narradores más importantes del 50: Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa. Del primero, la temática centrada en las peripecias de personajes marginales que no se hallan a gusto con su entorno inmediato, y la sencillez estilística; del segundo, la idea de una carrera narrativa y la construcción de un universo propio que se va expandiendo conforme avanza la pericia técnica del autor. No en vano acaba de publicar su esperada novelaContarlo todo (Mondadori, 2013), obra ambiciosa que bien puede iniciar un ciclo de experimentación formal similar al emprendido, allá en los sesenta, por el Nobel.
Tomada de: Elcomercio.pe
Como indica el epígrafe de Naipaul que abre Punto de fuga: «los hombres que no son nada, que no se permiten ser nada», no tienen lugar en el mundo. Está claro que esos son los seres que pueblan las ficciones de Gamboa y que parecen vivir solo para mostrarnos el continuo fracaso de la comunicación y el convivio social. Son ausencias que se desplazan por una ciudad hostil, entre el tedio y la frustración; y que intentan llenar esos vacíos con pequeños momentos de resurrección, ilusorios espacios de encuentro con el otro, al que odia o temen; pero que, sin embargo, nunca llegan a ser epifánicos porque ese “viaje a la semilla” está condenado a naufragar.
Con la misma agilidad propia del periodista, Gamboa construye episodios en los que los protagonistas se enfrentan a situaciones angustiantes que dejan su resolución a la imaginación del lector. Cómodo en el registro realista, aunque con alguna concesión a lo fantástico (cabe recordar aquí ese cuento sobre desdoblamientos pictóricos titulado «Evening interior»), su prosa es directa, coloquial, y refleja en su mayoría la idiosincrasia de la clase media limeña de los noventa.
Los siete cuentos siguen una estructura particular que resulta conveniente detallar. «El edificio de la calle Los Pinos», nos habla de las familias sustitutas y de las vidas solitarias; es una especie de poética de la voz autorial. El segundo relato, «Nuestro nombre», revela los traumas de las filiaciones paternas y la imposibilidad de validar el significante que nos representa con una presencia que justifique su enunciación. «Evening interior» es un estudio sobre la (falta de) perspectiva y las acciones no ejecutadas, aquellas que nos detienen en el tiempo de las naturalezas muertas. «María José» es un cuento nostálgico, una concesión al pasado de un tipo acomplejado que no puede cambiar.
«Un responso por el cine Colón» (Leer) es una historia hilarante sobre esas tribus urbanas, subterráneas, que experimentan un secreto y sórdido triunfo colectivo en medio de sus anodinas existencias individuales. «La conquista del mundo», con un abrupto trueque de puntos de vista entre el niño y su hermana, nos muestra el viaje de los dos desde los bordes de la ciudad al corazón de Miraflores para descubrir “la verdad”. «Tierra prometida», en cambio, describe el proceso contrario con una segunda persona impecable: la peripecia de dos jóvenes representativos de la Lima tradicional -y pituca- a la periferia del Cono Norte, movidos por la promesa de un goce insaciable. «La visita», texto que cierra la colección, es un juego de planos espaciales y temporales que delatan lo que vendrá en la obra del autor.
Por último, cabe agregar que esa inclinación hacia la autoficcionalidad, que salpica todos los cuentos de Gamboa, debe más a la narrativa peruana de mediados del siglo XX, que a la moda narrativa consolidada en las últimas décadas en América Latina. Vida reelaborada para ser contada y cuya justificación depende más de un juicio de valor estético que de las simpatías colectivas o la identificación personal.
Otras impresiones: El conjunto de cuentos de Punto de fuga puede catalogarse como el botón de muestra de una Lima urbana, un texto que pretende, más que un análisis, hacer un cuadro de la ciudad, un cuadro incluso en el sentido artístico del término (el propio título del libro alude a un concepto artístico). (Cynthia Campos- El hablador) Se trata de un conjunto de ocho cuentos que se pueden leer independientemente y que tienen en común una serie de personajes –todos jóvenes y limeños– que están siempre desplazándose por las más conocidas calles y lugares de la capital. Así, los relatos constituyen un interesante y original retrato de la Lima de hoy y de la forma en que sus habitantes comparten los espacios urbanos, además de ciertos problemas y obsesiones. (Javier Agreda- La República)