Autor: Jorge Edwards
Título: Persona Non Grata
Editorial: Hispanica Nova, Barral Editores
En Persona non grata, Jorge Edwards nos hace testigos de las tensiones provocadas por los funcionarios del régimen cubano: la desconfianza, las sospechas, y todas aquellas situaciones que hacían, cada vez más incómoda su situación.
Por:
Baúl de libros de colección
En Persona non grata, Jorge Edwards nos hace testigos de las tensiones provocadas por los funcionarios del régimen cubano: la desconfianza, las sospechas, y todas aquellas situaciones que hacían, cada vez más incómoda su situación.
«Este libro de Jorge Edwards es uno de los clásicos verdaderamente vibrantes de la literatura latinoamericana moderna… Puede ser leído como testimonio y también como obra de ficción… Su lenguaje es una amalgama de las virtudes más difíciles: la transparencia con la inteligencia, la penetración más incisiva con una sonrisa… »
Octavio Paz
Podemos percibir, también, cómo eran vistos los intelectuales y las sospechas que despertaban en el régimen. Así mismo, nos hace participar de sus encuentros con Fidel Castro y de las reuniones oficiales en que participaron, especialmente la ocurrida durante la visita del Esmeralda, buque de la Armada Chilena. Todo ese relato y descripción que hace Edwards nos pinta un cuadro de la situación política y social que envolvía en ese momento a Cuba. Con su pluma introduce al lector en esa atmósfera de incertidumbre y desconfianza.
Contexto:
(Viejos libros)
Durante su estadía en Cuba, Edwards empezó a tener contacto con sus amigos literarios, lo cual, como relata, empezó a ser mal visto por las autoridades del régimen revolucionario: […] pues cometí la ligereza de abrir la puerta a estos amigos y dejar entrar con ellos el humos, la gracia cubana, el espíritu poético, elementos sospechosos por antonomasia, […] Es por eso que la declaración que Edwards hizo a un periodista, a poco de su llegada a La Habana, no fue bien recibida. Cuando el periodista lo definió como abogado, él respondió: “Abogado, ¡no!”, le dije: “es cierto que me recibí de abogado alguna vez, pero jamás ejercí la profesión. Antes que abogado y diplomático, soy escritor. Mi única vocación verdadera es esa”. Más adelante añade: […] Mi autodefinición había tocado una llaga que todavía ignoraba… […].
A lo largo del texto Edwards hace desfilar una serie de nombres, no sólo de personas que trabajaban para el régimen sino, también, de intelectuales de esos años en La Habana. Uno de ellos es Heberto Padilla, célebre por las protestas que originó a raíz de lo que se considera una autoinculpación obligada por las autoridades del régimen cubano. El “caso Padilla” originó protestas a nivel internacional por parte de los intelectuales. Precisamente, Edwards menciona lo siguiente: Padilla me había dicho, a los pocos días de mi llegada: “No hables nada. No confíes en nadie. Ni siquiera en mí. Pueden sacarme la información en cualquier momento”.
El escritor chileno también hace mención de ese desengaño de los intelectuales de izquierda con la Revolución cubana. Edwards escribe: […] Los intelectuales independientes de izquierda, que antes eran los mejores defensores de Cuba, habían empezado a publicar sus reparos a la Revolución. […] La crisis definitiva en la relación con los intelectuales de izquierda, sobre todo con los europeos, se manifestó cuando Fidel aprobó la invasión de Checoslovaquia. Cuba había representado para los europeos la posibilidad de un socialismo libertario, con libertad de pensamiento y de creación. […]