Título: Orlando
Autora: Virginia Woolf

Existen autores cuya literatura puede ser sólo un clásico o un movimiento literario. Creo que Virginia Woolf destaca como lo segundo. Si bien perteneció al famoso grupo de Bloomsburry, su interés por la literatura se enfocó en renovar la forma cómo se escribía en su época y dio énfasis en la conciencia de sus personajes en la narrativa – sí, todos sabemos que Shakespeare también profundizó en los temas sicológicos de sus protagonistas, pero Virginia le dio vida a ese subconsciente tan poco explorado.

Las obras más famosas de Virginia son Al faro, Las olas o Mrs. Dalloway; sin embargo, una de las más estudiadas es Orlando. Este libro pequeño de tan sólo 214 páginas en la edición Penguin Books en inglés fue traducido por Jorge Luis Borges y se puede encontrar en las librerías gracias Alianza Editorial con 11 páginas más.

Orlando es una biografía inventada al protagonista del mismo nombre de la comedia de Shakespeare, As you like it. Sin embargo, es modificada y cuenta la historia de un poeta que nace hombre, pero que a los 30 años se convierte en mujer. De este modo, se torna un ser irreal y queda estancado en el tiempo, volviéndose una especie de inmortal que envejece a un ritmo muy lento y vive siglos.

«Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo sólo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista»

Orlando se enamora de una princesa rusa que lo abandona cuando el barco en el que había llegado deja de estar atrapado en las aguas congeladas del Támesis, en lo que se conoció como «La gran helada» inglesa a mediados del Siglo XIX. Además de la sátira a la biografía y el gran discurso feminista detrás, esta novela es, ante todo, una carta de amor de Woolf a Vita, que además de ser su mejor amiga es a quien le dedica la obra. Virginia es la encargada de asumir el rol de biógrafo y aunque no busca “quedar estancada en detalles innecesarios”, describe los ambientes y habitaciones que habitó Orlando, con un particular interés en los árboles. Esto lo hace por dos motivos: Primero, porque el ser humano cambia, pero la naturaleza perdura, inmutada al paso del tiempo, siempre repitiéndose y en segundo lugar, por poseer una belleza natural. Además, Virginia usa la naturaleza porque al indagar en la consciencia del personaje teme perder al lector en cuanto a en qué época o escenario se encuentran.

Las habitaciones son para Virginia un ambiente especial, ya que es allí donde se produce la creación literaria por ser un espacio íntimo y solitario. Asimismo, Orlando siempre carga consigo un escrito suyo, un poema llamado La Encina que construye a lo largo de su vida en distintas habitaciones. Cabe resaltar que la encina es también una especie de árbol que produce bellotas y luce así:

¿Acaso este no es el tipo de árbol que siempre imaginamos?

 

 

Finalmente, el amor. Orlando era poseedor de una belleza inigualable, de modo que la reina quedó encantada con sólo verle la parte superior de su cabeza, pues imaginó que los rasgos que acompañarían esa cabellera serían increíblemente hermosos y de los más delicados. Esto llevó a que fuese tomado bajo el cuidado de la reina y nuestro protagonista se abriese paso en la aristocracia.

Rico, hermoso y talentoso era la combinación perfecta para cualquier mujer. Cuando cambia de sexo, se vuelve una mujer “rebelde” para la época, ya que se niega a aceptar todas las reglas que se tenían para el sexo femenino. A este paso, al igual que Jane Austen, se convirtió en el punto de atracción de muchos hombres.

Lo más importante sobre los temas principales, en especial del amor, es que Virginia reflexiona sobre los temas de manera prolongada. Así es como la obra va ganando estructura y forma, confiándonos una de las más extrañas historias.

“Memory is the seamstress, and a capricious one at that. Memory runs her needle in and out, up and down, hither and thither. We know not what comes next, or what follows after. Thus, the most ordinary movement in the world, such as sitting down at a table and pulling the inkstand towards one, may agitate a thousand odd, disconnected fragments, now bright, now dim, hanging and bobbing and dipping and flaunting, like the underlinen of a family of fourteen on a line in a gale of wind.”

 

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