Título: No les reces a los muertos
Autor: Lenin Solano
Editorial: Arteida, 2013
Lima tiene un asesino serial suelto y dos policías debaten acerca de dejarlo libre para tener más pistas sobre quién es o ir a capturar al primer sospechoso. Todos los crímenes tienen algo en común: Las víctimas son mujeres de cabello ondulado, de baja estatura y tienen a su alrededor una bolsa de snacks. Lenin Solano nos plantea una novela policial particular, envolvente y bastante ágil. Queda en el lector darle el visto aprobatorio.
Por:
Gianfranco Hereña
Imaginemos que acaba de ocurrir un asesinato y que ese sea el punto de partida para una novela. Un asesinato, si, uno que ocurre en navidad y tiene la ridícula característica de haber sido ejecutado por alguien que previamente ha decidido embutirse una bolsa de snacks. ¿Qué puede haber detrás de una mente tan siniestra e infantil a la vez? nada bueno, naturalmente. Y es aquí donde Lenin Solano teje una trama de crónica roja, donde poco a poco se nos va revelando el perfil del agresor, sus traumas de infancia y las razones que fueron dibujando una personalidad retorcida, donde priman el odio a su madrastra y un osado rencor hacia su padre.
No entendías por qué te odiaba tanto y por que cada noche tenía que darte una bofetada antes de dormir. Siempre era lo mismo, tenías miedo de dormir porque sabías que ella te iba a dar la bofetada de las buenas noches. Cuando vivías con mamá todo era distinto (…)
Hoy estabas decidido a no dormirte, a mirarla a los ojos y decirle que aún estabas despierto, que esta vez no te golpearía, que esta vez sería ella la primera que se dormiría y que no habría cachetada.
Con saltos de tiempo muy bien trabajados, voces que se intercalan para brindarnos un largavistas hacia el interior de los personajes y diálogos que se distinguen por su coloquialidad, «No le reces a los muertos» es una novela que se caracteriza por su apego al thriller norteamericano y a influencias que se vienen gestando luego del Boom Latinoamericano. El recojo de partes policiales, el humor sutil en el que encaja estereotipos acerca de estudiantes y maestros de algunas universidades peruanas y sobre todo, el bien llevado pulso con el que se escribe la historia, introducen al lector en lo que podría ser una película de escenas bastante bien logradas.
– ¿Me permites hablarte como a un igual?
– ¿Qué es lo que quieres decir con eso?
– Que si me permites hablarte como al heladero de la esquina y no como al jefe de la Dinincri.
– Claro.
– Muy bien, entonces déjate de huevadas y sácate la mierda de la cabeza.
Para resaltar, por ejemplo, son diálogos como los citados líneas más arriba. Se logra volver interesante la relación entre Martínez y Chacaliasa, dos policías a cargo de investigar el caso de mujeres que son repentinamente víctimas de este sujeto. Martínez quiere a toda costa demostrar que el homicida tiene la característica de comer snacks y que los envoltorios de estos son la prueba fehaciente de su hipótesis.
No podríamos hablar de una sola novela, sino de una columna narrativa que vertebra las historias que suceden en torno a los crímenes. Dentro de los defectos (porque los tiene) podría decirse que el uso de estereotipos a veces le gana al autor, lo que permite que sus personajes no fluyan con la naturalidad debida. Esta característica quizás se deba a la ampulosidad del lenguaje que , en su redudancia, ensucia la evolución de personajes que poco a poco necesitan hablar menos para darse a conocer.
Sinceramente odiaba a esa mujer. Me producía cólera su gran egocentrismo absurdo. Y aclaro lo de absurdo porque en realidad creía ser una súper profesora cuando en realidad era una huanuqueña mediocre.
Para mí, el balance final es aprobatorio y creo que dejando de lado estos ripios narrativos, se trata de una buena novela. Recomendable.
Sobre el autor: