En la madrugada del miércoles 29 de abril falleció el escritor peruano Carlos Calderón Fajardo (Juliaca, 1946), autor de una variedad de novelas y libros de cuentos de temática fantástica. En los últimos años, Calderón Fajardo tuvo una producción literaria prolífica que fue acompañada por una creciente valoración de su obra por parte de seguidores del género fantástico, estudiantes universitarios y la crítica especializada.
Sociólogo de profesión, Calderón Fajardo es autor de libros como La colina de los árboles (1980), El que pestañea, muere (1981); La conciencia del límite último (1991), recientemente traducida al francés; Así es la pena en el paraíso (1983); El hombre que mira al mar (1988); Playas (2010) o El fantasma nostálgico (2013), así como la saga sobre la vampira Sarah Ellen. Su libro más reciente es Doctor Sangre (2014).
Entre sus condecoraciones se cuenta el premio Hispamérica de cuento de 1985, que le entregó un jurado conformado por Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Augusto Roa Bastos. En el año 2006 fue finalista del Premio Tusquets con su novela El fantasma nostálgico, que demoraría siete años en ser publicada.
La Casa de la Literatura Peruana extiende su más sentido pésame a su familia, sus amigos, colegas y lectores.
Un escritor de culto
Calderón Fajardo esbozaba una compleja teoría para responder a por qué no logró ocupar un lugar central en la literatura peruana, pese a sus amplios méritos literarios. El autor sostenía que existen una literatura nacional, una comercial y una marginal. Se ubicaba en esta última, pues no pretendía plantear un proyecto ideológico ni satisfacer las necesidades del mercado. No se ceñía a una convención realista, exigencia ineludible de las otras dos esferas.
Javier de Taboada, investigador de la Casa de la Literatura Peruana, señala que la obra de Calderón Fajardo “se caracteriza por explorar sin temores ni apocamientos esos subgéneros de la narrativa que se apartan del realismo y que, por eso mismo, suelen ser a veces menospreciados: el policial, el terror, el fantástico. Este incansable contador de historias extraordinarias merece que volvamos a pensar en qué es y qué incluye la literatura peruana, merece que volvamos a trazar ese mapa excluyente e imperfecto, pero, sobre todo, merece que empecemos a leerlo”.
Por su parte, Leonardo Dolores, editor de Animal de Invierno, recuerda al escritor como “una persona amigable, siempre dispuesta a escuchar”, con quien se podía trabajar de manera muy llevadera. Según Dolores, la imaginación de Calderón Fajardo se mostraba tanto en su creación literaria como en su vida personal, ya que los escenarios inauditos y sorpresivos de sus narraciones también estaban presentes en las anécdotas que solía contar.
Testimonio
En una reciente entrevista para el programa radial online Fahrenheit 051, de Radio Lima Gris, Calderón Fajardo recordó las circunstancias de su nacimiento en Juliaca y la influencia estética y espiritual de los Andes peruanos. La entrevista completa se puede escuchar en este enlace.
«Mi padre estuvo acantonado en el cuartel de Puno como médico militar. Mi madre estaba embarazada y mi padre la llevó a la magnífica clínica que tenían los americanos en Juliaca a dar a luz. Mi padre que era arequipeño no tenía pensado que yo, su primogénito, naciera en Puno. Eso era una especie de tragedia para un arequipeño. Por eso los dos primeros años de mi vida los pasé en la provincia puneña de Huancané. Justo en ese lugar pasó su infancia Carlos Oquendo de Amat, un poeta que todos admiramos mucho. (…) En fin, lo que sí debo reconocer es que siendo hijo de arequipeño con ayacuchana, y habiendo nacido en las maravillosas alturas puneñas, hace que mi acercamiento hacia el mundo andino sea completamente diferente, singular. Más aún, cada vez que yo voy a la sierra, siento una familiaridad espiritual, anímica, de una belleza inexplicable con su gente y su mágico paisaje. Acaso es el apu puneño que llevo dentro y no me doy cuenta que me está hablando”.
FOTO: Handrez García / Casa de la Literatura Peruana.
