Vallejo-FablaSalvaje

Título: Fabla Salvaje
Autor: César Vallejo
Editorial: Populibros peruanos, 1977

El autor de cuentos tan memorables como «Paco Yunque» o «El vencedor», nos introduce en el clima vivido en las provincias peruanas a principios del siglo pasado. Aunque el debate sobre si «Fabla Salvaje» es un cuento largo o una novela está todavía presente, hoy la reseñamos para que ustedes como lectores respondan a esa interrogante.

Por:

Gianfranco Hereña

Vallejo trae consigo el aroma de la provincia. Nos sitúa en el ande de principios del siglo XX y narra la historia de Balta, un campesino que comienza a enloquecer después de que un espejo se quiebra ante su reflejo. Siente que un ser fantasmal lo persigue y cree que se trata del amante de su esposa Adelaida, de quien se encuentra esperando un hijo

Para Luis Alberto Sánchez, Fabla Salvaje representa la madurez narrativa del autor. Coincido con él cuando afirma que se trata de una combinación perfecta entre su poesía y los relatos denunciantes a los que ya nos tenía acostumbrados.  Como bien se sabe, del mismo corte resultan novelas como El Tungsteno y cuentos como Paco Yunque o El vencedor que, curiosamente, también tenían como personajes a pobladores de la sierra.


Si hay algo distinto con respecto a los anteriores, es el ritmo de la narración. No es predecible (por ejemplo) que al huir Balta hacia lo alto de un risco y permanecer tranquilo durante un largo período, resurja en él la sensación del espectro. Sobresaltado,  gira de forma brusca con el fin de descubrirlo, pero pierde el equilibrio y cae al precipicio. Ese mismo día, su esposa, ajena a toda esa situación, da a luz .

No me tiembla el pulso para calificar a esta obra como la más compleja del autor (narrativamente hablando), dado que la trama exige una atención minuciosa. Cada mensaje es un latigazo a nuestra conciencia. 

Hay que resaltar la notable capacidad de Vallejo para mostrarnos personajes con matices de carácter. Por un lado, la sometida Adelaida y por otro, al héroe-villano Balta, que poco a poco va enjaulándose en  su propio laberinto.  La figura del protagonista huyendo al borde de un precipicio es algo que llamó mi atención. 

El vacío como una figura tenebrosa y  Balta sentado justo al borde, es decir, coqueteando con la muerte. Su vida queda al límite, al igual que la del autor.  Vallejo quizás buscó esta figura para autorretratarse, pues luego de la publicación de Trilce en 1922, muchos dijeron que se hallaba en el limbo entre la racionalidad y el desquicio. Reconocían que era alguien que escribía crispado, que veía las cosas a través de otra perspectiva y que la vida se le presentaba aterida, agónica. Quizás aquí valga hacer un paréntesis. Es la primera vez que logro sentir a Vallejo conmovido hasta la médula, pues Fabla Salvaje intenta (para mí) representar algo más allá de la combinación poético-narrativa que menciona Sánchez, sino también el afán bastante meritorio de darle un aliento personalizado al relato

El debate sobre esta exigencia lectora,  ha convergido siempre en el mismo punto ¿Es un cuento largo o una novela?  En todo caso, habría decir que se trata de un ‘conato de novela’ y una propuesta bastante arriesgada para la época, pues transgrede los cánones de aquel entonces.  Es una historia que bien podría ser el bosquejo de lo que hoy conocemos como  género ‘real-maravilloso’. Un adelanto a lo que tiempo después sería la piedra angular de los relatos de Cortázar o La increíble y triste historia de la cándida Eréndira, de Gabriel García Márquez. 

Hay, además, un tono inquisidor para referirse a los abusos que sufre Adelaida. Sus críticos limeños más afiebrados le llamaron ‘pesimismo’ y comentaron con malhumor el tono de su prosa. 

Intuyo que debe ser difícil para el ser humano asumir su calidad perversa y admitir que esas historias ‘pesimistas’, son en realidad capaces de denunciar hechos de la vida cotidiana. Alguna vez pude escuchar de un profesor, que ahí radicaba la principal diferencia entre Neruda y Vallejo. Mientras uno se encargaba de escribir «odas a las papas fritas» (si, hay un poema sobre eso), el otro hablaba sobre un pan que se quemaba en la puerta del horno.  Mientras la gordura de Neruda representaba la felicidad y el romanticismo, el cuerpo enjuto de Vallejo era la depresión, la miseria. 

No es de extrañarme que sea Lima a la que le disparó más a Vallejo. Una ciudad que siempre ha criticado todo tipo de denuncias y las ha asociado directamente con la sedición. Nunca aplaude levantamientos, desdeña a la provincia y pontifica a sus héroes, recién, cuando éstos mueren. Vallejo no fue la excepción.  En los cafetines se hablaba de él como un ‘revoltoso’ y al agravio de pesimista, sumaban el de ‘recién bajado’. Antenor Orrego califica la supergloria póstuma de Vallejo como una reacción inevitable. ‘De pronto, los peruanos (limeños) se dieron cuenta  de que habían convivido junto a un gran poeta sin darse cuenta de su vigencia’.
  
A setenta y tres años de su muerte, Lima sigue siendo el centro del país y al igual que en aquel entonces,  hoy también sería un escritor ‘pesimista’, crucificado por la cucufatería y desplazado por tótems mediáticos de discursos más irrelevantes. 

Es penoso que solo se recuerde lo más doliente de Vallejo, pues Fabla Salvaje tiene un legado importantísimo que nadie menciona. Es la voz póstuma que descubrió con antelación a una sociedad hostil, plagada de abusivos y abusados, de sediciosos y apañadores, de Baltas y Adelaidas que viven alrededor de nosotros y nos generan pasmo solamente cuando salen en televisión o en la portada de algún diario.

(Publicado en la edición número ocho de la revista Un Vicio Absurdo, editada por el taller de narrativa de la Universidad de Lima, año 2012).

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