Empezamos el ciclo argentino por todo lo alto. Jorge Luis Borges es el elegido. Vale decir que pertenece a una raza distinta de escritores. Y es que además de ser un ícono representativo de la lengua castellana, es un autor tocado por la mano divina: además de narrador, es también un excelente poeta y pensador. Sin embargo, vamos a centrar esfuerzos en su prosa y con ello hablar un poco acerca de «El aleph».
Título: El aleph
Editorial: Emecé, 1976- Buenos Aires, Argentina
Bien dije al inicio que Borges era un escritor «distinto». Pues bien, he de ratificar esa premisa en las primeras líneas de esta reseña. Lo que el lector puede hallar a través de las páginas del «Aleph», es un sinfín de anotaciones en torno al vasto conocimiento cultural del autor. Así, por ejemplo, nos topamos con la historia de Marco Flaminio Rufo, una especie de centurión romano cuyo afán es encontrar un río en el que yace el secreto de la inmortalidad. Tras emprender un viaje que conlleva un gran número de dificultades, llega al río y se topa con una realidad bastante macabra: los que resguardan el río son hombres salvajes, violentos.
«El inmortal», título de este gran relato, es una paradoja acerca del poder y de quiénes están detrás de él. Los trogloditas conforman esa imagen oscura sobre la ignorancia del ser y su influencia, de cómo defienden algo que ni siquiera ellos mismos conocen a plenitud. El centurión, por su parte, encarna al gran aventurero capaz de soportarlo todo (incluso la pérdida de sus hombres) por llegar a su objetivo.
Borges no es fácil de leer. Su prosa está plagada de referencias a otros textos. Sin embargo, el plato fuerte de este compendio de cuentos variados es aquel que lleva como título «El aleph». Este cuento, particularmente, fue el encargado de introducir el término «borgiano» a aquello calificado como sublime literariamente hablando.
La historia se devanea entre un meticuloso orden por encajar las palabras y el drama que vive un ficticio Jorge Luis Borges. Escrito en primera persona, el autor-personaje cuenta su admiración por Beatriz, una mujer de la que está profundamente enamorado y que ha muerto en 1929. El antagonista aparece bajo el nombre de Daneri y aquí vale la pena detenerse porque es interesante la relación que se plantea entre ambos.
Daneri es el primo de Beatriz y en una de las visitas de Borges a la casa de ella (lo hace casi de manera fetichista), le muestra versos de un poema suyo que pretende representar el mundo entero. Por su puesto, esta idea es jalada de los pelos y Borges lo ironiza constantemente. Daneri, en su afán por mostrar su lado más «artístico» decide contarle aquello que tanto lo aterroriza. Ahí, escondido entre los escalones, había un Aleph, un punto en el espacio que encierra todos los puntos, o, si se quiere, el lugar que permite ver todos los lugares simultáneamente. Pero después de contemplar el universo, decidió vengarse de él actuando condescendientemente, como si no hubiese Aleph alguno y le estuviera siguiendo la cuerda a los desvaríos de su «amigo».
El autor narra el cuento de manera muy realista, otorgando datos concretos sobre direcciones, nombres, número de escalones en una escalera, para darle realismo a un hallazgo evidentemente fantástico. Las imágenes que crea son tan contundentes que «El Aleph» logra capturar nuestra atención y leerlo un rato a solas puede resultar una experiencia casi religiosa.
Recomiendo tomarse un tiempo para atravesar sus páginas. Les aseguro que no se arrepentirán.