Por Fiodor Dostoyevski

Observen un hecho cualquiera de la vida real, que no tiene por qué ser brillante al primer golpe de vista, y solo si se dispone de suficiente capacidad, y se es un buen observador, se descubrirá una profundidad digna de Shakespeare. La cuestión estriba exactamente en el ojo del que observa y el que tiene el talento de hacerlo. Pues se ha de ser también un artista específico no solo para crear y escribir obras literarias, sino para reparar en un hecho concreto. Para un observador todos los fenómenos de la vida transcurren con la sencillez más conmovedora y resultan tan comprensibles que no plantean nada y nada es necesario pensar ni observar.

A propósito de ello, uno de los periodistas que más me merecen respeto me puso al corriente de un extraño suicidio que quedó sin aclarar. Se trataba de un suicidio que visto tanto desde dentro como desde fuera, era un enigma. Y teniendo en cuenta la naturaleza humana, intenté resolver  para quedarme «tranquilo y en paz».

La suicida era una joven de no más de veintitrés o veinticuatro años; hija de un emigrante ruso muy conocido, nacida fuera del país. Aunque de sangre rusa, no lo parecía en absoluto debido a la educación recibida. Quiero recordar que en su momento, en los periódicos, se habló poco de ella; pero los detalles eran un tanto curiosos:

Empapó su bata de cloroformo, después se envolvió con ella la cabeza y se tumbó en la cama… Y así falleció. Pero antes de morir dejó una nota:

Emprendo un largo viaje. Si el suicidio no se logra, que se reúnan todos para celebrar mi resurrección con unas copas de Cliquot.

Y si se logra, solo ruego que me entierren completamente convencidos de que estoy muerta, puesto que resultaría muy desagradable despertarse metida en un ataúd debajo de la tierra.

¡Incluso podría quedar muy vulgar!

En mi opinión, en esta desagradable y tosca ostentación, probablemente se perciban ecos de indignación y rabia. Pero ¿hacia qué? Sencillamente las naturalezas vulgares terminan suicidándose por alguna causa material, visible y externa, pero el tono de la nota indicaba que no había razones. Entonces, ¿qué era lo que la indignaba? ¿la sencillez de lo cotidiano, el sinsentido de la vida?

¿Son jueces aquellos famosos que niegan la vida, y se indignan por la «estupidez» de la aparición del hombre en la tierra, de su absurda casualidad, de la tiranía casual de la rutina, con las que es imposible reconciliarse? En este punto se hace sentir precisamente el alma que se revuelve en contra de los fenómenos «rectilíneos», y no de quien lleva esta dirección única transmitida ya desde la infancia en su casa paterna. Pero lo más escandaloso, claro está, es que muriera sin ningún lugar a dudas. Lo más probable es que su espíritu no albergara conscientemente las así llamadas interrogantes; creía firmemente aquello que había aprendido en la infancia. Lo que significa que murió sencillamente a causa del «frío de las tinieblas y el aburrimiento», es decir, sufriendo de manera instintiva e inconsciente. Simplemente, se le hizo irrespirable la vida, como cuando falta oxígeno. Inconscientemente el alma no soportó la rectitud, e inconscientemente exigió algo más complejo…

Hace cosa de un mes, se publicaron en todos los periódicos petersburgueses unas líneas con letra menuda sobre un suicidio ocurrido en la capital: una joven pobre, que era modista, se había arrojado por la ventana desde un cuarto piso, «por no encontrar trabajo para sobrevivir». Se señalaba que se había arrojado por la ventana y había caído sobre la tierra sosteniendo una imagen religiosa entre sus manos. Esa imagen entre las manos es un caso raro y aún desconocido entre los suicidios. Este es un suicidio sumiso, resignado. Aquí, al parecer, tampoco hubo lamentos ni reproches: sencillamente le fue imposible vivir. «Dios no quiso», y ella murió después de rezar. Hay ciertas cosas que, por sencillas que parezcan, cuesta dejar de pensar en ellas, porque uno parece enteramente culpable de que sucedieran. Esa alma sumisa, que se ha suicidado, le atormenta a uno sin querer. Y fue precisamente esa muerte la que me recordó el suicidio de la hija del emigrante del que me enteré ya en verano. Y, sin embargo, ¡qué dos criaturas tan diferentes!, ¡como si procedieran de dos planetas distintos! Y ¡qué muertes tan diferentes! Pero, si me permiten plantear una cuestión vana: ¿cuál de estas almas sufrió más en la tierra?

22 comentarios para “Dos suicidios

  1. F.Dostoyevski plantea al final del cuento una pregunta inquietante que lo revela como quien es: el padre de la literatura pasicologica. Todo suicida es un alma que sufre, las razones pueden ser absurdas para unos y justificadas para otros; pero que demuestran una gran incompatibilidad con la vida…un toque de locura.

  2. Una leccion mas de lo oscuro y misterioso que son las decisiones de un cerebro psicologicamente enfermo. Que piensa un suicida en el ultimo segundo…….habra chispasos de arrepentimiento?

    1. Dos distintas formas de morir según las posibilidades que el rango social permite en una sociedad sitiada por enormes diferencias económicas. Pero al amigo Fedia lo que le preocupa es el alma, criterio excelso de la cultura católica ortodoxa de la cual era participe.
      Quién sufrió más? En mi opinión ambas.
      Este relato lo he leído en Diario de un Escritor, recopilación de relatos periodísticos de nuestro gran amigo.

  3. Dostoievski sólo intento desentrañar la complejidad de la psique humana, la cual mientras más se conoce menos se logra abarcar en su totalidad. El caso de Raskolnikov es el más representativo de su capacidad para meterse en el alma de sus personajes. En esto estriba su incomparable genialidad.

  4. Una pregunta muy interesante. Sobre todo si el suicida se tira de un edificio y no tiene manera de evitarlo, a pesar de su arrepentimiento. En ese caso, habrá tiempo para sentir miedo?

  5. El gran Fiodor se adentra en nuestras almas; en este fabuloso cuento vuelve de nuevo a manejar el complejo mundo del ser humano, nos lleva a través de sus letras a los espacios que ocupamos nosotros los que leemos sus obras. Prácticamente Fiador nos lleva al diván.

  6. Hay en el ser humano un inquietud intrisica a todos. Creo que es el deseo de trascender, cuando ese anhelo es más grande e intenso que la misma vida., Trascender es no aceptar el mero cotidiano acto vivir, la inconformidad Con una vida común hace del suicida un ser con un alma atormentada…

  7. Sin duda, el autor nos plantea la pregunta de quién sufrió más en la vida de las dos suicidas. El lctor puede argumentar su respuesta con los elementos que nos ofrece esta narración clara, precisa y contundente. Es una breve crónica con imágenes verdaderas que repercuten en la .cociencia del lector.

  8. Maravilla de historia-cuento-crónica, porque las tres definiciones le vienen como anillo al dedo, concienzudo, elocuente, ameno y cohesionado. Una amalgama excelente, retrato de dos almas en sufrimiento, ambas duelen porque el maestro siempre fue receptivo al dolor humano.

  9. La pregunta de quien sufrió más es irrelevante a mi entender porque ambas sufrieron tanto como para renunciar ha seguir haciéndolo. Se entiende ,entonces ,que el sufrimiento fue emocional y no físico , una da razones económicas y la otra ninguna más allá del posible ridiculo si falla su plan. Una renuncia a la posibilidad del arrepentimiento por lo irreversible del método, la otra la posibilidad del arrepentimiento está implícito.. Planeó con anterioridad y tenía la capacidad de la adquisición de los elementos necesarios y la consumación en solitario. Ambas sufrían pero no era locura , ningún loco sufre, los que sufren son los que ellos tocan.

  10. Creo que ambas sufren lo mismo, una la desesperación de no poder salir adelante, es decir empujada a esta decisión. La otra completamente suicida y por ende dueña de ese enorme vacio y sinsentido, en el cual el unico consuelo es dejar de sentir.

  11. Las suicidas dejan una gran lección, similar como la pregunta final del cuento de Fiodor, es decir ¿el ser humano es digno o no de decidir vivo o morir? El destino es azaroso decidir morir es romper ese paradigma

  12. Por supuesto que ambas jóvenes debieron de sufrir como para llegar a esa triste decisión, pero hay una enorme diferencia entre morir bañado en clorofomo y morir aplastándose sobre el suelo duro desde cierta altura. Por otro lado el terminar con la propia vida por no ser aceptada en la sociedad humana por la imposibilidad de encontrar trabajo, es algo muy distinto a no encontrar la fuente que vuelve la vida interesante, atractiva, que la haga indispensablemente valiosa. Estos dos extremos son hechos irrefutables. Por un lado hay una verdadera tragedia, y por el otro esa tragedia es más profunda, menos aparente, pero lo suficientemente poderosa como para preferir no vivir más.
    Imposible juzgar, realmente.

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