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(ENTREVISTA) A Díaz Oliva lo conocí el año pasado, justamente en tiempos de Feria del libro. Presentábamos «Casa de locos», antología hecha por Santiago Vaquera Vásquez sobre autores latinoamericanos que cursaban un doctorado y pese a ello publicaban en sus respectivos países. Por aquel entonces, Antonio me regaló un ejemplar de «La soga de los muertos», una novela corta pero en cuyas páginas quedaba impregnado el aroma revolucionario de sus protagonistas y el fanatismo que algunos chilenos tienen por Nicanor Parra. Un año después, trae a la vida un nuevo proyecto, esta vez de cuentos, bautizados como «La experiencia formativa». Inicialmente, le planteé someterse a #Las5cortas, pero dadas las preguntas y las respuestas del autor, acabó siendo la prolongación de aquella mesa en Lima y se las presento a continuación. 

Por:

Gianfranco Hereña 

lasoga

En «La soga de los muertos» hay un personaje entrañable, P, que demuestra abiertamente su fanatismo por Nicanor Parra. Me es inevitable hacerte la pregunta, porque entiendo que la ficción siempre toma de la realidad algunos elementos y te imagino teniendo como referente a un autor en particular ¿Lo tuviste? ¿Qué tanto te identificas con P?

Más que en un autor, P está basado en un familiar. En La soga de los muertos hay una capa familiar que construí en base a mi historia biográfica, aunque por supuesto la distorsioné. La novela ya tiene cinco años y hace poco me tocó revisarla para una nueva edición (esta vez en USA) y le agregué cosas, le saqué otras, y, por eso mismo, tuve que pensar una vez más sobre ésta. Es curioso: hace cinco años me sentía más cercano al niño de la bitácora. Ahora, cada vez, me siento más cercano a P. En parte porque P lidera una campaña más bien destinada al fracaso; y con los años uno se da cuenta que escribir tiene que ver con cómo se controla el fracaso.

Después de «La soga» terminé una novela, Papeles Panamericanos (…) La novela me pareció, para mal, muy parecida a cierta literatura chilena: personajes tímidos, dictadura de fondo, imágenes en sepia, poco humor. Un día la imprimí y la leí de un tirón en un parque. Me pareció pésima y el manuscrito quedó ahí, en la basura, al lado de un pedazo de pizza podrido y de un condón de esos que dan gratis en los bares de Manhattan.


Percibo que en los personajes de esta, tu nueva publicación, hay un temor evidente al vacío de poder, la pérdida de un «alguien» que en cierto modo pueda regir el destino de sus vidas y también el miedo a afrontar nuevas etapas ¿Lo planteaste así? Háblame un poco del proceso.

Nunca me planteo cosas. Más bien tomo notas (cuando camino, cuando leo el diario, cuando leo, cuando veo tv, cundo hablo con gente), y a partir de esa anotaciones hago un pastiche al cual, luego de darle vueltas y vueltas, le voy dando cierta coherencia. Y luego, mucho tiempo después, pienso en si hay temas, y si esos temas valen la pena, y si el tratamiento qué le doy al tema también vale la pena, y así.

Y sobre el proceso de escritura de este libro, nada, bueno, es una larga historia. Pero tiene que ver con una de las historias, “Prefiero a mi mami”, la que hasta el momento ha funcionado mejor de este ep literario que acabo de publicar. Esta historia nació luego de sentirme un casi-casi: luego de La soga terminé una novela, Papeles Panamericanos; la historia de un abuelo que trabajó en la construcción de la carretera panamericana, financiado por los gringos; una madre media guerrillera; y un hijo y una hija que un día encuentran un cajón papeles familiares en los que se cuenta el porqué su abuelo y madre están eternamente enemistados. La novela me pareció, para mal, muy parecida a cierta literatura chilena: personajes tímidos, dictadura de fondo, imágenes en sepia, poco humor. Un día la imprimí y la leí de un tirón en un parque. Me pareció pésima y el manuscrito quedó ahí, en la basura, al lado de un pedazo de pizza podrido y de un condón de esos que dan gratis en los bares de Manhattan.

Luego de eso, en una cena en Nueva York, una escritora chilena medio en broma (o no), dijo que a la literatura chilena estaba muy gorda y le faltaba ir al gimnasio. Yo le respondí y le dije que en verdad le faltaba gimnasio; que nadie escribía sobre músculos y ese mundo de gimnasios y proteínas. Y luego de eso el cuento simplemente salió; uní esa estética musculosa y chillona con la gente segundona, “casi-casi”, los que no la hacen en la vida y la idea de un programa de escritura curativa que ayude a superar ese trauma.

Y nada, es verdad: también quería parodiar el concepto de escritura creativa. Creo que hacen más falta escuelas de lectura creativa.

Los otros cuentos nacieron de impulsos similares: escapar ese primer fracaso de una novela a la cual le dediqué varios años, huir de ciertos tics actuales de la literatura como “escribir desde los márgenes”, sobre gente que desaparece con un tono fúnebre, o usando la victimización y el relato generacional en sepia.

a098206d-dd34-4534-ac35-b653db65a6aaLlevas una vida académica bastante activa. Entre tanto trajín ¿Cómo darse maña para lograr pulir un texto como el que acabas de publicar?

Bueno, yo no sé si soy académico-académico. Enseño español y literatura en Georgetown. Y eso. También soy periodista: escribo para medios de América Latina sobre TV, novelas gráficas y literatura. Y ahora estoy bien metido en la traducción, parte de este verano me la he pasado traduciendo.

Creo que soy una suerte de factótum literario. He hecho casi de todo menos publicidad y escribir guiones, pero ya llegará el día. Y la otra mitad del verano (verano gringo), he estado trabajando en 826DC, que es una organización que hace cursos de escritura creativa. También estoy terminando unos relatos que irán como bonus track en algunas ediciones de La experiencia formativa de otros países (el libro saldrá por Animal de Invierno). Tengo un cuento que se llama “Trabajo y vacaciones” y sobre la inmensa cantidad de chilenos (y también latinoamericanos) que se están yendo a Australia. El personaje se llama Ignacio Molina y es un periodista menor de un diario amarillista que en un momento se escapa de Chile, luego de que su nombre aparece vinculado a un caso famoso de pedofilia, y en Australia termina trabajando como temporero recogiendo manzanas, además de mezclarse con la comunidad chilena. Me imagino que es otro cuento sobre sacar la “chilenidad” fuera del país.

Respecto a cómo darse la mañana para lograr pulir, nada: paciencia. Hay que dejar reposar lo que uno escribe, dejarlo reposar, volver, salir a caminar, leer en voz alta, comentarlo a alguien, y puede que repetir todo eso una o dos o hasta tres veces. Puede que en algún momento de esa ecuación uno sienta algo que es difícil se explicar en palabras (¿una corazonada?, ¿algo en la guata?, ¿una risa en la oscuridad?), y hay que estar atento a esas señales porque son señales personales que, probablemente, indican que uno va por buen camino.

La literatura que me importa siempre es difusa en cuanto a lo geográfico, por mucho que me indique una localidad exacta. (…)Se me ocurre un ejemplo: uno puede pensar en casi toda la obra de Kafka en parte a eso: a un personaje que está atrapado en no-lugares.

Algo que llamó mi atención fue el inicio de una historia que si bien podríamos situar geográficamente como chilena, podría tranquilamente llegar a ser un cualquier lugar del mundo. Soy bastante repetitivo con la pregunta a autores que han planteado lo mismo en sus obras, pero tengo que preguntarlo de nuevo, quizá por capricho personal ¿Crees que sea esa una nueva tendencia narrativa?

Creo que el espacio de la literatura siempre ha sido ese no-lugar; uno entra en un libro –un buen libro– y por momentos se olvida que está vivo, ¿no? La literatura que me importa siempre es difusa en cuanto a lo geográfico, por mucho que me indique una localidad exacta. Así que no, no creo que es una nueva tendencia porque siempre ha estado presente. Se me ocurre un ejemplo: uno puede pensar en casi toda la obra de Kafka en parte a eso: a un personaje que está atrapado en no-lugares.

Cuando estuviste en Lima llegamos a una conclusión sobre si existía o no una «Meca»  literaria en el mundo. Se dijo abiertamente que Facebook y la globalización habían terminado por desterrar ese concepto, quizá romántico, quizá todavía real para algunas personas. Un año después ¿Piensas lo mismo?

Sigo pensando en lo mismo. En varias ciudades de América Latina hay librerías, centros culturales, universidades (pero pocas, la verdad), que funcionan como puntos de encuentro (y muchas más veces de des-encuentro). Pero la literatura latinoamericana sucede en Facebook (aunque yo no tengo del todo claro qué significa eso). A mí –que soy pudoroso– me da vergüenza eso de la (auto)promoción porque encuentro que se parece a eso de la (auto)ficción, lo cual tampoco llego a entender del todo (¿no es toda ficción una auto-ficción?).

Pero mis editores y editoras me retan y tengo que ceder en algunas cosas y me pueden ver auto-promocionando alguna entrevista o aparición, etc. Honestamente a mí me divierte mucho leer los post de varios escritores latinoamericanos que salvan el mundo desde sus muros de Facebook. Y las peleas. Me recuerda mucho esa idea de Hannah Arendt de que toda forma que se opone al poder se convierte en otra forma de poder. Mi impresión es que la literatura peruana, de hecho, sucede ahí: en la esfera digital. Y se dicen cosas duras, ¿eh?

Bonus Track

¿Què andas leyendo últimamente?

Este verano (gringo) estoy inmerso en la obra de Vladimir Nabokov. Me leí los dos volúmenes de su biografía. Nabokov (como Saul Bellow y otro escritor que me gusta harto: Aleksandar Hemon) lo leí en Chile, en traducciones ibéricas, pero no terminé de convencerme. No conecté. Y leerlos en inglés ha sido una revelación. Leer Lolita en español como escuchar una opera a través de un teléfono; leerla en su idioma “original” (y pongo original porque hablar de idioma original o nativo en el caso de Nabokov es complejo) es una experiencia fascinante.

También en mi paso por Chile para lanzar y promocionar el libro aproveché de ponerme al día y leí “No te ama” de Camila Gutiérrez, “Manual para robar supermercados” de Daniel Hidalgo, “La pesadilla del mundo” de Simón Soto y me traje libros de Carlos Araya Díaz y Mike Wilson, los cuales tengo a la espera.

 

 

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