«¿Qué se puede hacer en la feria del libro durante solo tres días? En definitiva, no mucho; escúchame a mí que vengo visitándola los últimos cuatro años y jamás he salido de ella sin esa sensación de nostalgia por todo lo que me voy a perder».
Por:
Eduardo Gamarra Zavaleta
Soy cusqueño pero llevo viviendo casi cuatro años en Lima y no puedo evitar tener la sensación de que, si algo verdaderamente bueno pasa en esta ciudad, sucede cuando por alguna razón no me encuentro en ella o cuando estoy a punto de dejarla (otra vez). Ese es el caso de la Feria del Libro, con escritores [buenos y malos; respetables y no tanto], de libreros, de editoriales y un largo programa con actividades especiales que se extiende por varios días reunidos en un solo parquecito adecuado a nuestras necesidades y al que, estando en la misma ciudad en la que se realiza, definitivamente es un lugar al que no puedo faltar. Pero como siempre, la mala suerte me juega una mala pasada. Sucede que este genial evento no me estima tanto como yo a él y se le da por abrir sus puertas justo en el momento en el que debo salir de Lima, regresar a mi casa a visitar a mi familia luego de varios meses, dejándome con tan solo tres únicos y perfectos días de feria cada año y con los que debo luchar por alargar un poco más, quizás para disfrutar de lo que me sea posible y comprar toda la cantidad considerable de libros con descuentos que mi billetera alcance a afrontar
Pero ¿Qué se puede hacer en la feria del libro durante solo tres días? En definitiva, no mucho; escúchame a mí que vengo visitándola los últimos cuatro años y jamás he salido de ella sin esa sensación de nostalgia por todo lo que me voy a perder. Sea lo que sea, no hay peor forma de afrontarlo que deprimirse por saber que no podrás ir a que Diego Trelles Paz te firme “Adormecer a los felices” o a la presentación del libro de Laurent Binet [, ni mucho menos para luego darte un salto y ver a la “Selección Perúana 2000-2015” con la presencia de todas sus figuras en el auditorio César Vallejo, porque lamento decirte que ambas son el mismo día; o porque tampoco escucharás a José Carlos Yrigoyen conversando con Francisco Ángeles sobre la figura del padre en la literatura, tomándote un cafecito en la Sala Jorge Eduardo Eielson y así de un montón de otras actividades interesantes día tras día que no mencionaré para evitar que siga tu sufrimiento, mientras te imaginas a Alfredo Bryce Echenique dando vueltas por los pasillos intentando evitar a cualquier clase de impertinente que pueda pedirle un selfie o firmarle la nueva edición de “Huerto cerrado” sacada por PEISA.
De cualquier manera, si llegas alguna vez a pasar por esta misma situación, lo único que puedes hacer es relajarte e intentar hacer de ese corto tiempo el más genial de todos. Creo que lo importante de esto es aprovechar cada actividad que te sea posible, lo que implica hacer como yo y levantarte temprano para tomar una coaster que te lleve por toda la Javier Prado para bajarte en la Arequipa y subir a cualquier bus azul que te deje más o menos a la altura del hospital Rebagliatti desde donde deberás caminar unas cuadras para al fin poder llegar a tu destino en la avenida Salaverry [Si conoces una ruta más sencilla házmela saber y ayuda a un cusqueño que aún no se acostumbra completamente al transporte público de Lima].
Cuando al fin hayas llegado a la feria, de lo que menos deberás preocuparte será por el precio de la entrada, [te quedas tres días, creo que no es relevante] y pagarás los cinco soles que se te hayan sido establecidos. Ya adentro, deberás haber hecho previamente dos cosas: Primero, haber estudiado la noche antes a profundidad el mapa de la feria habiendo memorizado la localización de tus librerías favoritas así como de los principales auditorios y el baño, ya que adentro es fácil perderse; y segundo, haber anotado en una hojita aparte que guardas celosamente en el bolsillo de tu casaca todas las actividades a las que desees asistir incluyendo la hora y el lugar.
Lo siguiente, como ya te dije, es no deprimirse porque simplemente no tienes tiempo y porque sabes que este año la feria ha crecido y podrás tomarte todo el tiempo para pasar por los stands de todas la librerías y gastarte entera la Grati de fiestas patrias en los libros que te harán feliz el resto del año; porque podrás ir a aplaudirle al nuevo ganador del Premio Novela Breve de la Cámara Peruana mientras recuerdas que la ley del libro vence en Octubre y hay que apoyar su renovación; porque obtendrás gratis el “BuenSalvaje 16” que estrena nuevo editor y te distraerás con su contenido; porque podrás escuchar a Jorge Eduardo Benavides y Abelardo Sánchez León hablando de sus recuerdos de Lima en distintas generaciones; porque podrás hacer cola para esperar entrar al auditorio César Vallejo donde Renato Cisneros presentará “La distancia que nos separa” su nueva joyita que todo el mundo querrá comprar solo para que se la firme el nuevo Rockstar de la tele y no porque en verdad tiene una calidad indudable; y porque podrás escuchar a Alonso Cueto y a Francisco Lombardi hablando de los 30 años del estreno de La ciudad y los perros como película y todo lo que ha implicado ese proceso, entre otros.
De esta manera habrás ahorrado valioso tiempo que no desperdiciarás observando los libros más pequeños e inútiles del mundo, entrando a la sala errónea, llegando al evento que te interesaba justo cuando acaba de terminar o preguntándole al primer VIP que te cruces cómo demonios es que le haces para encontrar el Stand 56 de la Estación La Cultura para poder comprarte la nueva edición de “Ave Soul” de Jorge Pimentel a solo 33 soles con opción a rebaja.
Y finalmente, cuando sea domingo a las 9 de la noche, estés cargado de varias bolsas repletas de nuevos ejemplares adquiridos y empieces a ver que los libreros empiezan a cerrar sus puertas despidiendo así tu último día; párate junto al espacio del país invitado de turno, da varias vueltas mirando a todos los rincones, y promete que regresarás el próximo año, así esa vez tuvieras un solo día para poder hacerlo todo.
Gran artículo hermano!!!