Charles Bukowski siempre será recordado por sus relatos de la realidad más desarraigada de los Estados Unidos, por sus narraciones autobiográficas camino de la caída y la desesperación a través de sus adicciones. Pero hay una faceta del autor americano poco conocida: era un verdadero amante de los gatos.

Tal como lo oyes, hay una antología de textos sobre gatos escrita por Bukowski, una colección que permanecía inédita hasta el momento y fue publicada en inglés por la editorial Canongate, con el título de On Cats (Sobre gatos), como aperitivo a otro libro en el que ha recopilado varias cartas del autor americano en las que ofrece sus reflexiones sobre cómo escribir y la creatividad.

Según Bukowski:

Tener un montón de gatos es bueno. Si te encuentras mal, sólo tienes que mirar a los gatos, te sentirás mejor, porque ellos saben que todo es, justamente, como es. No hay nada por lo que preocuparse. Simplemente lo saben. Son salvadores. Cuantos más gatos tengas, más tiempo vivirás. Si tienes cien gatos, vivirás diez veces más que si tienes diez. Algún día esto será descubierto, y la gente tendrá miles de gatos y vivirá para siempre. Es verdaderamente ridículo.

En esta antología no sólo hay cartas o pensamientos sobre gatos, también se incluyen algunos poemas, como May Cats, y relatos, destacando el título de La historia de un duro hijodeputa, donde cuenta la historia de un gato abandonado que acogió en su casa. Otro de los aspectos que destaca Bukowski es que al igual que las personas, los gatos tienen dos cosas en mente: sexo y comida. Según Bukowski, los sueños de los gatos no están muy lejos de los nuestros. «Mientras nos sentamos a trabajar en el tren soñando con Chipotle y besándonos con ese chico guapo del ascensor, los gatos imaginan pájaros sinsontes entre los dientes y grupos enteros de compañeros felinos en celo. Ugh, los gatos me atrapan totalmente», señala en uno de los textos.

Así que ya lo sabes, hasta el más duro de los autores tiene un rincón en su corazón para esa raza de conquistadores galácticos que dominan a gran parte de la humanidad a base de ronroneos y siestas.

Vía: The Guardian, Lecturalia. 

5 comentarios para “Bukowski y sus gatos

  1. Charles Bukowski fue gato. Una bruja cuyo nombre era Amadea Encisowski lo convirtió en minino por venganza más sexual que amorosa. Bukowski, cuyo nombre en una vida anterior suya era Chinaski Engels, enamoró a la chica, quien para entonces, hacía ya praxis de embrujos y sortilegios coloquiales. El joven Chinaski, era de bellas facciones, ademanes y charla cálida daba además señales de ser, más que culto, sabio. Amanda se dijo: «¡Ese es el mio!». Tres días después de conocerse se encontraron en un pastizal de hierba seca, fue tanto el embeleso que las hormonas se salieron de su cauce, ella quedo embarazada de trillizos, el fue enrolado en el cuerpo militar y enviado al frente de batalla, la guerra duró 47 meses, regresó a su casa y con medallas, la hija del gobernador le dijo a su padre que lo quería como esposo en tres días sino se suicidara. El gobernador, tembloroso, se dio a la tarea de preparar la boda, pero Chinaski no se quiso casar, la chica, que se llamaba Hidroxicloroquina, era bizca, fea y sufría de halitosis. El gobernador puso precio a su cabeza, pero Chinaski era un lince escurridizo; Clory, como la llamaban cariñosamente, prometió cazarlo y utilizó los buenos oficios de Amadea, su amiga en el internado y ahora bruja profesional con una excelente cartera de clientes. Al identificar al personaje pensó en la venganza e inició el ataque: lo hizo pasar tres días de diarrea dolorosa y continua. Finalmente lo convirtió en gato siamés y se lo obsequió a la hija del gobernador. To be continued…

    1. Los trillizos de Amaranta no pudieron perdonar a su madre, era tan bello el gato, a quien la hija del gobernador había puesto por nombre Charles, que la cocieron viva en la marmita de los encantos. Allí fue el mañoso gato Charles y le pareció muy apetitosa esta sopa. La bebió tod. Quedó de veinte veces su tamaño original. Cuando pensó eso había sido un desatino los chicos lo pusieron a rodar como una bola que terminó por absorberlos y explotar. Allí nació un viejo, feo y mañoso como llegó a conocerlo el mundo.
      Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

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