Harwicz

(ENTREVISTA) A Harwicz la había leído hace poco en «La débil mental», publicada por Mardulce el año pasado. El título llamó poderosamente mi atención, así como la prosa y la estructura de la novela, motivo por el cual hice una reseña. Por eso fue una grata sorpresa ver que hacía su ingreso de lleno al panorama literario peruano a través de Animal de Invierno, editorial que continúa expandiendo sus fronteras hacia el sur (ya lo había hecho con los consagrados Sergio Chejfec y Alberto Fuguet).  A propósito de «La débil mental» y el método que tiene para escribir, decidí entrevistarla. Suelta de huesos, con un aire permanentemente colaborativo, ella aceptó.

Por:

Gianfranco Hereña

Tu prosa (En el caso de «La débil mental») encierra una estructura muy particular, casi poética ¿Alguna vez te animaste a hacer poesía?

No, nunca escribí poesía. Poemas. Algún fragmento, algún pasaje lírico, pero no versos. Sí, he leído mucha poesía y sigo leyendo. Pero es cierto que mi primer impulso para escribir es un impulso –un aliento, una respiración o un frenesí– muy propio de la poesía.

¿Cuál fue la piedra de apoyo para ir moldeando a tus personajes e ir construyendo una novela familiar?

Nunca la pensé como una novela “familiar”. Son relaciones. Lazos. Escenas que se arman a partir de imágenes. Como relámpagos. Una imagen me permite construir una escena y a partir de esa escena la escritura, el fluir que me lleva a otra imagen, a otra escena, y de ese modo empiezo a modelar o hilvanar la trama. Es cierto que después, en la lectura, es indudable, tan visible la representación familiar. Pero siempre distorsiva, o mejor, subversiva. Lo familiar –también en el otro sentido de lo familiar, lo familiar como lo convencional, lo esperable, lo cercano– quisiera que aparezca subvertido o incluso pervertido en mis novelas.

Muchos dirían que ésta es una historia atípica ¿Consideras que es así? o es, tal como reza aquella frase cliché «que la realidad a veces supera a la ficción».

Yo pienso lo contrario, yo pienso que la ficción siempre superará a la realidad. La realidad es débil, la ficción perdura. Y respecto de la realidad, en verdad, la realidad siempre es mucho más caótica y vulgar, la ficción en cambio tiene sus leyes porque siempre persigue una forma; aspira a la belleza.

Por momentos la novela es bastante reflexiva y por otros cambia de ritmo, sobre todo en las partes en las cuales hay una bastante carga sexual ¿Cómo lograste regular y dosificar estas variaciones?

Eso lo regula mi propia escritura. Y también la lectura, la corrección posterior. Escribir es corregir, decía Borges. Siempre trato de que haya contrapuntos, o en verdad, diferentes planos, diferente luz entre un plano y otro. Supongo que eso me viene del cine. El montaje. Soy consciente, voy siendo consciente a medida que escribo, a medida que voy viendo los retazos de la novela, del montaje, de cómo ese collage va tomando forma. La carga sexual suele funcionar como una representación de la intensidad. Y al menos en mi escritura, en las escenas sexuales, en la irrupción del deseo y del goce hay también siempre otra cosa; porque así también funciona la representación de la sexualidad en la vida. Hablando de otra cosa, se habla sin querer de sexualidad, y hablando –en este caso escribiendo– la sexualidad, se escribe, se dice otra cosa. La sexualidad que sólo es sexualidad sería pornografía y eso no me interesa.

Latinoamérica en términos de sexo suele ser todavía bastante conservadora, algo que cambia de a pocos (para bien) ¿Tuviste algún problema con eso?

Un poco como decía en la pregunta anterior, la sexualidad que me interesa, literariamente hablando, es aquella donde se muestra, se representa la particularidad de un goce o del deseo. Ese tipo de tensión salvaje o erótica. “El erotismo es lo propio del hombre. Al mismo tiempo es aquello que lo abochorna”, decía Bataille. Una vez más, me interesa escribir esa tensión, ese contrapunto.

¿Podría decirse que esta es una novela de disputas?

Sí, por qué no. La disputa supone un conflicto, partes enfrentadas. Un combate, una pequeña guerra.

Hay quienes dicen que solo en la literatura la derrota puede ser bella, al igual que ciertas imágenes que parten de escenas con cierta dosis de maldad. Tu novela creo que lo resumen bien ¿Coincides en eso?

Sí. Porque el mal es siempre como el otro lado, la otra cara. No existiría el mal sin el bien y viceversa. La literatura es una forma de conjurar, de escribir el misterio. Y el misterio siempre tiene algo maligno.

Algo que me agradó de «La débil mental» fue justamente la cantidad de golpes que producía cada episodio. Oraciones cortas con mucha carga simbólica ¿Piensas que finalmente has encontrado un estilo?

El estilo para mí no es solamente el fraseo, lo verbal. Incluye todo. Es todo para un escritor, si es que hay estilo. Pero es cierto que en estos tres libros, la velocidad, casi la precipitación de un lirismo breve, hasta epigramático ha sido el tono para los narradores o las narradoras de estas ficciones. El estilo siempre está vivo, nunca se lo conquista, sino es una marca, un a priori, una cristalización. De hecho, lo que estoy escribiendo ahora es muy distinto a estos libros que escribí.

Hago hincapié en esto de las oraciones porque están bien trabajadas. Eso implica reescribir mucho ¿En qué momento paras de corregir?

Cuando publico el libro. Entonces es como si el libro estuviera sellado.

¿Armas un plan previo antes de cada novela o dejas que todo fluya?

Ni una cosa ni la otra. La intuición, las epifanías son muy importantes, pero también el esquema, cierto método, y lo que voy pensando y leyendo de lo escrito, a medida que escribo. También la forma está hecha de paciencia y de trabajo. En definitiva, de tiempo.

Para terminar, vienes a Lima para presentar esta reedición de «La débil mental» ¿Tienes planeado publicar otras reediciones con casas editoriales de aquí o más bien presentar algún proyecto nuevo?

Eso sería todo. Estoy contenta de ir al encuentro de los lectores en Perú, según me dicen será intenso. Luego quizás habrá otro viaje u otro libro, pero primero como única premisa, escribir.

Foto tomada de: Gonzoo.com 

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