El fútbol y la literatura: dos pasiones del mismo tintero
Por: Gianfranco Hereña

Contrario a lo que muchos puedan pensar, el fútbol y la literatura están estrechamente relacionados. En un artículo publicado por El Universal, destacan el testimonio de Albert Camus, quien en su momento djo que nunca hubiese logrado ser lo que fue gracias al fútbol. El texto al que se refieren se llama ‘Lo que le debo al fútbol‘ y menciona:

Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol. Preservémoslo.
Otro caso que citan es el de Pablo Neruda, quien elabora un poema llamado ‘Los jugadores’ en su libro Crepusculario.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.
Y la lista de autores célebres y anónimos que han escrito sobre este deporte es interminable, casi infinita.

Sin embargo, lo que a muchos aficionados nos ha sorprendido es no poder hallar una novela de fútbol realmente buena. Pero ( he ahí el detalle) hay ciertos libros a los cuales vale la pena ‘echar un ojo’. Aquí una breve lista:
Una muy buena compilación de cuentos. Jorge Eslava, poeta y narrador peruano, logra reunir textos que bien podrían ser una oncena de lujo. «Las patadas de una ilusión», nombre que lleva impreso debajo del título, grafican perfectamente lo que han sido más de veinte años de descalabros futbolísticos en el Perú.
Anécdotas de primera división, crónicas con aroma de gol y narraciones tan emocionantes como un partido mismo. Sin duda alguna, para tener en cuenta.


     Ese gol existe

      El lastre futbolístico nacional en su máxima expresión. Aldo Panfichi  publica ‘Ese gol existe’  en combinación con otros sociólogos, periodistas e historiadores. 
Desde el primer clásico jugado en nuestro país hasta el fenómeno de las barras bravas. Todos son esculpidos bajo una prosa bastante amigable.
El lector podrá sentir al  fútbol cerca de si mismo y podrá ver reflejado el impacto que éste tiene en su comportamiento diario. 
Desde una perspectiva muy personal, Villoro analiza al fútbol como si fuese una sociedad propia.

En ella, jugadores, aficionados y expertos se mezclan en un partido de nunca acabar. Desde que uno empieza a leer, puede toparse con múltiples analogías entre lo que sucede en un partido y la vida misma. 

Definitivamente, un libro de lujo que todo aficionado debería tener en sus estantes. 100% recomendable.



La yapa:

10.6 segundos- Hernán Casciari
Hace poco,un texto me dejó una muy grata impresión. Se trata del argentino Hernán Casciari y su crónica dedicada al llamado «gol del siglo» anotado por Diego Armando Maradona. Aquí dejo el link .
pd: Tal cual dijo hace pocos días Jeremías Gamboa en su cuenta de facebook (como para leerlo viendo el video del gol).
10.6 segundos
Por: Hernán Casciari

Menos de once segundos antes, cuando el jugador argentino recibe el pase de un compañero, el reloj en México marca las trece horas, doce minutos y veinte segundos. En la escena central hay también dos británicos y un hombre algo mayor, de origen tunecino. El deporte al que juegan, el fútbol, no es muy popular en Túnez. Por eso el africano parece el único que no está en actitud de alarma atlética.
Se llama Alí Bin Nasser y, mientras los otros corren, él camina despacio. Tiene cuarenta y dos años y está avergonzado: sabe que nunca más será llamado a arbitrar un partido oficial entre naciones.
También sabe que si, doce años antes, cuando se lesionó en la liga tunecina, le hubieran dicho que estaría en un Mundial, no lo habría creído. Tampoco la tarde en que se convirtió en juez: en Túnez no es necesario, para acceder al puesto, más que tener el mismo número de piernas que de pulmones.
Cuando dirigió su primer partido descubrió que sería un árbitro correcto. Fue más que eso: logró ser el primer juez de fútbol al que reconocían por las calles de la ciudad. Lo convocaron para las eliminatorias africanas de 1984 y su juicio resultó tan eficaz que, un año más tarde, fue llamado a dirigir un Mundial.
En México le pedían autógrafos, se sacaban fotos con él y dormía en el hotel más lujoso. Había arbitrado con éxito el Polonia-Portugal de la primera fase, y vigilado la línea izquierda en un Dinamarca-España en donde los daneses jugaron todo el segundo tiempo al achique; él no se equivocó ni una sola vez al levantar el banderín.
Cuando los organizadores le informaron que dirigiría un choque de cuartos —nunca un juez tunecino había llegado tan lejos—, Alí llamó a su casa desde el hotel, con cobro revertido, se lo contó a su padre y los dos lloraron.
Esa noche durmió con sofocones y soñó dos veces con el ridículo. En el primer sueño se torcía el tobillo y tenía que ser sustituido por el cuarto árbitro; en el sueño, el cuarto árbitro era su madre. En el segundo sueño saltaba al campo un espontáneo, le bajaba los pantalones y él quedaba con los genitales al aire frente a las televisiones del mundo.
De cada sueño se despertó con palpitaciones. Pero no soñó nunca, durante la víspera, en dar por válido un gol hecho con la mano. No soñó con que, en la jerga callejera de Túnez, su apellido se convertiría en metáfora jocosa de la ceguera. Por eso ahora dirige el segundo tiempo de ese partido con ganas de que todo acabe pronto. (Aquí el texto completo)


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