(CINE) ¿Qué ocurre cuando nuestra rutina se ve amenazada? ¿Qué entes malignos son capaces de gobernarnos cuando decidimos enfrentar nuevos retos? El director Sebastián Silva ha logrado responder a estas preguntas mediante una película que muestra los peligros del cambio, cómo los afrontamos y cómo es que no se necesitan grandes locaciones para tramas tan complejas. «La nana», sin lugar a dudas, es para tomar en cuenta.
Por:
Gianfranco Hereña
Un grito, después el temor que se instala y no se va. La patrona raras veces la ha gritado. Por eso el miedo a perder su empleo, el mismo que ha conservado por más de veinte años. Le han dicho que le conseguirán una ayudante. Ha aceptado a regañadientes. No tiene idea de cuándo ni cómo llegará la nueva nana. Hasta ese momento solo le quedará vagar por las calles de Santiago, ver tiendas, perseguir sueños a través del ir y venir de los transeúntes. Cuando llegue a casa estará una chica más joven que ella. Es inevitable sentir el fantasma del despido rondándola. Por eso aprieta el mandil, se traza de inmediato el objetivo de eliminar a la intrusa.
En la casa de los Valdés gobierna el orden. Ahí, donde las estructuras de una vieja aristocracia parecen seguir vivos, permanece también una empleada que ha trabajado con ellos por casi veinte años. Su nombre es Raquel. Hay que recordarlo bien porque más allá de hacer su trabajo, ha consagrado su vida entera a una rutina fija, inalterable, la misma que gracias a su edad se ve amenazada por la llegada de nuevas compañeras, a las que irá eliminando selectivamente para no perder su empleo.
Esta película dirigida por Sebastián Silva muestra una verdadera mirada de autor, donde queda bastante claro que para percibir los problemas contemporáneos hay que primero mirarnos a nosotros mismos. Prueba de ello es que no usan grandes locaciones, la mayoría de escenas se desarrollan dentro de una casa. Raquel es un personaje complejo, mérito aparte para la actriz que la interpreta (Catalina Saavedra). No solo se trata de una sumisa e introvertida nana, sino de alguien cuyo temor al cambio puede fácilmente conducirla hacia actos de los cuales ella misma no se siente capaz de tolerar.
Aquí es donde Raquel como personaje construye metáforas interesantes. Por ejemplo, cada vez que llega una nueva empleada, ella trata de ejercer su autoridad enviándolas a que recojan mandados, revisen el correo o cualquier otra tarea que implique salir de la casa. Esto con el fin de cerrarles la puerta e impedirles el ingreso. Lo hace a propósito, evidentemente, y no le importa que griten o arriesguen su vida trepándose al tejado para entrar otra vez. Enciende la aspiradora y se disculpa diciendo que no las escuchaba, generando así más de un desastre. Descubrimos que una niña diabólica nace dentro suyo cada vez que improvisa alguna travesura para la nueva nana. En ningún momento se arrepiente y por el contrario, muestra alivio cada vez que una de sus “rivales” es eliminada. Pero es a partir del ingreso de Lucy (una nueva nana) que Raquel evoluciona como personaje y descubrimos más cosas de ella. Si Raquel evocaba directamente a la introversión, Lucy representa exactamente lo contrario y es en ese choque de contradicciones que la trama finalmente da un giro y nos metemos verdaderamente dentro de piel de la protagonista ; la relación que lleva con su familia, el porqué se aferra tanto al trabajo y algo aún más siniestro como el poder destructivo de la soledad.
Llegamos entonces a una conclusión y es que la rutina ha trastocado profundamente el modo de actuar y pensar de Raquel, quien raras veces ha conocido el amor propio y si es que lo ha experimentado, ha sido a través de los ojos de otros (como creer, por ejemplo, que los hijos de la patrona son suyos y asimilarse como parte de la familia para la que trabaja).
Gracias a Lucy, Raquel finalmente se encuentra a ella misma sin que eso implique una transformación radical. Por el contrario, mantiene ese mismo aire ensimismado y arisco pero le añade ciertos brillos a su personalidad, que se ve trastocada por la influencia de alguien ajeno a su círculo habitual (en este caso Lucy). Silva tiene un mérito aquí y es que ha logrado calcar parte de la metamorfosis real, casi como es en la vida cotidiana y sin añadiduras de cursilerismo. Deja abiertas las posibilidaddes a lo que le ocurra después.
Una película que tiene las credenciales bien ganadas y aunque queden unos cuantos cabos sueltos (no voy a spoilear cuáles), se trata de una estrella más para el cine chileno y para su director, quien deja abierta las posibilidades a la especulación sobre el cambio, el temor que ronda en torno a él y los límites que se pueden traspasar con tal de no llegar a perder aquello que tanto queremos ¿Se trata de un film de terror disfrazado de comedia? La respuesta queda en ustedes.