Por Antonio Tabucchi
Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa resplandecía. Parece que Pereira se hallaba en la redacción, sin saber qué hacer, el director estaba de vacaciones, él se encontraba en el aprieto de organizar la página cultural, porque el Lisboa contaba ya con una página cultural, y se la habían encomendado a él. Y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte. En aquel hermoso día de verano, con aquella brisa atlántica que acariciaba las copas de los árboles y un sol res plandeciente, y con una ciudad que refulgía, que lite ralmente refulgía bajo su ventana, y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez casi hería los ojos, él se puso a pensar en la muerte. ¿Por que qué? Eso, a Pereira, le resulta imposible decirlo. Sería porque su padre, cuando él era pequeño, tenía una agencia de pompas fúnebres que se llamaba Pereira La Dolorosa, sería porque su mujer había muerto de tisis unos años antes, sería porque él estaba gordo, porque tenía la presión alta, y el médico le había dicho que de seguir así no duraría mucho, pero el hecho es que Pereira se puso a pensar en la muerte. sostiene. Y por casualidad. por pura casualidad, se puso a hojear una revista. Era una revista literaria pero que tenía una sección de filosofia. Una revista de vanguardia quizá, de eso Pereira no está segur, pero que contaba con muchos colaboradores catól cos. Y Pereira era católico, o al menos en aquel mo mento se sentía católico, un buen católico, pero en una cosa no conseguía creer, en la resurrección de la carne. En el alma, sí, claro, porque estaba de seguro poseer un alma, pero toda su carne, aquella chicha que circundaba su alma, pues bien, eso no, eso no volvería a renacer, y además ¿para qué?, se preguntaba Pereira. Todo aquel sebo que le acompañaba cotidia namente, el sudor, el jadeo al subir las escaleras, ¿para que iban a renacer? No, no quería nada de aquello en la otra vida, para toda la eternidad, Pereira, y no que ría creer en la resurrección de la carne. Así que se puso a hojcar aquella revista, con indolencia, porque se estaba aburriendo, sostiene, y encontró un articulo que decía: «La siguiente reflexión acerca de la muerte procede de una tesina leida el mes pasado en la Uni versidad de Lisboa. Su autor es Francesco Monteiro Rossi, que se ha licenciado en filosofia con las más al tas calificaciones; se trata únicamente de un fragmen to de su ensayo, aunque quizá colabore nuevamente en el futuro con nosotros.