Por:

Gianfranco Hereña

Si de pronto les dijera «residencia universitaria» es probable que se remonten a American Pie, aquella saga gringa donde un grupo de estudiantes la pasaba genial en las llamadas «fraternidades». Sin embargo, las residencias universitarias también existen en el Perú, y distan mucho de ser aquel colorido festín.

Estamos a finales de los años ochenta y principios de los años noventa. Un joven (Elmer) llega a la residencia universitaria de la UNI, donde no solo se encuentra con jóvenes de diferentes partes del Perú que intentan sobrevivir en una Lima que parece extraída de un apocalipsis zombie, sino también por el terrorismo y los diferentes grupos subversivos que le dan a la novela un halo de tensión permanente.

Así, encontraremos que Elmer halla compinches que lo ayudan a sobrellevar la situación y son ellos quienes van armando la historia en una especie de rompecabezas histórico en el que cada voz parece ser el testimonio de una época que todos queremos olvidar pero que, sin embargo, conviene revisar a través de estos relatos que conforman un cuerpo que todavía tiembla bajo la premisa de no repetir los errores del pasado.

Siempre, se dice, hay una luz al final del túnel. La luz de ese túnel para Elmer fue la del conocimiento. Y es que en este camino de piedras, sembrado por tantas dificultades, aparecen los libros que Elmer lee con una dedicación tan absoluta que lo salvan, quizás de él mismo o del entorno que lo rodea. Aquí paro, no quiero hacer más spoilers.

El libro, fue publicado por Editorial Planeta en la segunda parte del año pasado y fue nominado recientemente al Premio Luces de El Comercio.

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