(CINE) El Lado Oscuro del Corazón es una de esas películas que provoca ver cada cierto tiempo, sobre todo cuando te sientes inspirado o de ánimos melancólicos. Para ver tirado en tu cama, con las sábanas deshechas y una taza de café amargo al costado. Es un filme para el desgarro -a decir verdad-, pero para un desgarro penetrante y bien sentido. Es un filme para sentir poesía.
Por:
Alexiel Vidam
El Lado Oscuro del Corazón, de Eliseo Subiela, es poesía pura por donde se le mire. No sólo los diálogos son un tejido de versos de Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo, sino que toda la puesta en escena fluye tal cual, construyendo un universo de metáforas visuales. Oliverio Fernández (Darío Grandinetti), es un escritor que conversa con la muerte -que tiene cuerpo y rostro de mujer-, que le coquetea y la reta constantemente. Se burla de ella. Ella le saca en cara que él no deje de ser un adolescente, que debería encontrarse un trabajo estable y renunciar a sueños imposibles de mujeres voladoras. Oliverio busca una mujer que sepa volar.
De hecho, la película arranca con un diálogo entrañable, que clava estocada fija en aquellos que andamos siempre en la búsqueda de “algo más”, que nos rompa los esquemas y nos seduzca con el intelecto, con el espíritu.
«¡Pero eso sí! -y en esto soy irreductible-: No les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar, pierden el tiempo conmigo…»
Este fragmento, que pertenece al poema Espantapájaros, de Oliverio Girondo, es el que podríamos decir que representa mejor al protagonista, un tipo ansioso de escapar de la “normalidad dormida”; ésa en la que observa atrapado a todo el que le rodea, exceptuando a un par de locos como él…
Y como dicen que el que busca encuentra, Oliverio se encuentra a “la que vuela”. Pero su fortuna coincide con su tragedia, pues esta mujer voladora trabaja en un cabaret. Se dedica al oficio más antiguo de la historia. Se llama Ana, perdió a su esposo por culpa de los milicos, tiene una hija en un internado de monjas en Buenos Aires; ejerce de prostituta en Montevideo para poder mantenerla. Ya se ha acostumbrado a esa vida; no piensa en dejarla, aunque ame a Oliverio.
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